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Suffragette City

El director de fotografía Eduard Grau parece haber filmado todo a través de agua jabonosa. Así de gris se ve todo

Juan Carlos Ampié

5 de diciembre 2015

AA
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Para la ficción, a veces es difícil competir con la historia. Los más inspirados vuelos de la imaginación puede verse artificiales y frívolos a la sombra del artículo genuino. Quizás la realidad es simplemente demasiado extraña para ser aceptada, refractada a través de un ejercicio narrativo. Quizás es simplemente demasiado dura. Pero aún cuando pierde la batalla, la ficción tiene algún valor, especialmente cuando nos recuerda cuánto hemos avanzado. Los derechos humanos, ahora reconocidos como tales, suenan como un asunto de sentido común. ¡Por supuesto que las mujeres tienen derecho a votar! Pero no hace mucho tiempo, esto era algo impensable. Los crédito finales de “Suffragette” nos informan que hoy día, en países como Arabia Saudita, sigue siendo imposible.

La nueva película de la directora británica Sarah Gavron, nos lleva de regreso al Londres de 1912, vértice de la lucha por el reconocimiento de la capacidad de la mujer para votar. Un grupo de activistas, liderado por Emmeline Pankhurst (Meryl Streep), sube el tono de sus protestas, pasando de las demostraciones pacíficas a la desobediencia civil. Entramos al movimiento a través de Maud Watts (Carey Mulligan), una joven proletaria. Ella y su esposo Sonny (Ben Whishaw) trabajan todo el día en una inhumana lavandería industrial. Luchan por mantener su modesto hogar, y la salud de su hijo George (Adam Michael Dodd), un pequeño con una tos persistente. La sobrevivencia, y no la política, es su primera preocupación. La acompañamos en su educación ideológica, de la apatía a la beligerancia. La célula de sufragistas funciona como una estructura utópica, donde mujeres de todas las clases sociales luchan por un objetivo común. La proletaria Maud es igual a la farmacéutica de clase media, Edith Ellyn (Helena Bonham Carter), y la aristócratica Alice Haughton (Romola Garai). La concordia inmediata se siente un poco forzada. Es la proyección de un deseo moderno.


El guión de Abi Morgan está demasiado preocupado en justificar las acciones de las mujeres, pintando con brocha gorda las vicisitudes e ignominias a las cuales Maud es sometida. Menos que una mujer, es un símbolo. El retrato de un movimiento particular se convierte en una denuncia todo propósito. Peor aún, su compromiso con el melodrama la lleva a usar la casualidad en demasía, para crear nuevos tormentos para su heroína. Maud, desterrada de su hogar, ¿tenía que aparecer justamente cuando el pequeño George sería entregado a padres adoptivos? En momentos como estos, la película atenta contra su propia credibilidad. Los suplicios de Maud bien pueden ser comunes a la mujeres pobres de la época, pero se sienten como una distracción del evento principal. El protagonismo que se les concede implica que el voto funcionaría como un correctivo mágico de todas estas injusticias.

A medida que avanza la trama, el extenso reparto se desdibuja cada vez más. Streep figura prominentemente en la publicidad del filme, pero apenas aparece en dos escenas. Bonham Carter es abandonada a la deriva. Y el climax dramático depende de un personaje que apenas ha causado una impresión al llegar a la resolución. Afortunadamente, Carey Mulligan da una buena actuación, justificando de alguna manera la desmedida atención que se le prodiga a Maud. Los valores de producción son sólidos, y hacen un trabajo efectivo a la hora de poner al espectador en el momento y el lugar. En un curioso ejercicio de congruencia con el oficio de su protagonista, el director de fotografía Eduard Grau parece haber filmado todo a través de agua jabonosa. Así de gris se ve todo.

A pesar de sentirse como una oportunidad perdida, “Suffragette” adquiere gravedad en el contexto actual. En Nicaragua, la mujeres votaron por primera vez en 1957. Y apenas 58 años después, el derecho al voto está severamente lesionado, para todos los ciudadanos. Porque la salud del sistema le conviene a todos, seguidores y opositores por igual. ¿Estamos dispuestos a abdicar de este derecho que le costó tanto, a tanta gente? ¿Cúal es la mejor manera de defenderlo, o más bien, recuperarlo? No hay respuestas fáciles. Ni una película que le haga justicia a ese problema.

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Puntuación 

“Las Sufragistas”

(Suffragette)

Dirección: Sarah Gavron

Duración: 1 hora, 46 minutos

Clasificación: * * (Regular, recomendada con ciertas reservas)

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Juan Carlos Ampié

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