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“Spectre” carga su mitología como un lastre, y la hunde al fondo de la inconsecuencia

Juan Carlos Ampié

8 de noviembre 2015

AA
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“Spectre” arranca con una muestra de puro músculo cinematográfico: en medio de un multitudinario desfile del Día de los Muertos en México D.F., la cámara encuentra a James Bond, vestido como calavera y escoltado por Stephanie Sigman (la estrella de “Miss Bala”). Los sigue entre la gente, mientras persiguen desde la distancia a un misterioso desconocido vestido de blanco. Entra con ellos en el legendario Gran Hotel, dentro de un ascensor, hasta una habitación, fuera de ella por la azotea, hasta un punto desde donde puede disparar limpiamente contra el hombre de blanco. No hay cortes. Es un solo movimiento, bellamente ejecutado. Es, también, el clímax prematuro de la película.

La cuarta incursión de Daniel Craig como el agente secreto James Bond tiene un aire de finalidad. El actor ha mandado señales encontradas sobre su futuro en la franquicia. en entrevistas asegura que no anticipa volver al intenso proceso de producción de uno de estos entretenimientos taquilleros. Por otro lado, su contrato cubre una quinta película. Quizás por esa incertidumbre, la trama de “Spectre” crea una especie de unidad dramática donde antes no existía. “Casino Royale” (2006), “Quantum of Solace” (2008), y “Skyfall” (2012) son re-contextualizadas superficialmente por un acto de prestidigitación narrativa, como capítulos en el plan maestro de un super-villano, Oberhausen (Christoph Waltz). “Soy el autor de todo tu dolor”, dice el malhechor con mucha satisfacción. No está bromeando.


Mientras tanto, M (Ralph Fiennes) resiste los embates de C (Andrew Scott), un burócrata que trata de cancelar el programa de seguridad de los agentes 00, y echar a andar un programa global de vigilancia cibernética. Es la NSA, pero con esteroides. Las “chicas Bond” de turno son Monica Bellucci, como una viuda seductora; y Léa Seydoux, como la hija de un viejo enemigo. El sicario del momento es Hink (Dave Bautista), un patán que golpea sin hacer preguntas y maneja como un demonio. Además del paseo en México, tenemos incursiones en Italia, Austria, Marruecos y, por supuesto, Londres.

La larga historia de la franquicia de James Bond impone curiosas demandas sobre la audiencia. Primero, debemos aceptar una re-invención total cada vez que el frac pasa de un actor a otro. Con ello, puede cambiar el tono de toda la empresa: la ligereza cómica de Pierce Brosnan dio paso a la brutalidad amenazante de Daniel Craig. Algunos actores en posiciones de reparto - el inventor Q, la asistente Moneypenny, el jefe M - sobreviven a los cambios, otras veces no. Todos deben hacer de cuentas que el bueno de James es el mismo de siempre.

La fórmula está escrita en piedra, desde la secuencia de créditos animada con sugestivas siluetas femeninas, hasta las últimas palabras que ve en pantalla: la leyenda “James Bond volverá”. Más allá del impulso completista que nos lleva a ver cada película, uno puede medir el éxito del filme basándose en cuán efectivo es a la hora de hacernos olvidar que existe ese listado de ingredientes. Bajo esa medida, me temo que “Spectre” está más cerca de “Quantum of Solace” que de las otras dos películas de la era Craig.

Mendes escenifica las secuencias de acción con vigor, pero el tejido conjuntivo que las une no tiene fortaleza. El arco dramático, conjurado por John Logan y tres escritores más, hilvana acciones y revelaciones, pero los personajes permanecen emocionalmente remotos. Su agenda parece ser preparar la salida de Craig, y no crear una historia orgánica y auto-suficiente. “Spectre” Invoca grandes temas - el peligro de un supra estado vigilante -, pero no tiene nada que decir sobre ellos. La trama es desechable. Sin embargo, cada dólar gastado en esta producción multimillonaria se ve en la pantalla. Los valores de producción son de primera línea. Derrocha estilo, pero a alguien se le olvidó invertir en el factor entretenimiento.

La mayor decepción es Christoph Waltz. El actor austríaco nació para ser un villano de James Bond, pero sus escenas de confrontación son curiosamente anti-climáticas. Nada que ver con el temible Silva de Javier Bardem, seguro habitante de pesadillas cinéfilas. Al igual que la reciente “Star Trek Into Darkness” (J.J. Abrams, 2013), construida para apaciguar a los super-fans que rogaban por el regreso de Khan, “Spectre” carga su mitología como un lastre, y la hunde al fondo de la inconsecuencia.

“Spectra”

(Spectre)

Dirección: Sam Mendes

Duración: 2 horas, 28 minutos aprox.

Clasificación: * * (Regular, recomendada con reservas)

 

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