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Lecciones de trans-tolerancia para principiantes

La producción de La Chica Danesa es hermosa, pero su exquisitez contribuye a embalsamar a Lilly en el pasado

Juan Carlos Ampié

20 de febrero 2016

AA
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“La Chica Danesa” predica sobre los derechos de las personas transgénero, una de las causas sociales más apremiantes de nuestro tiempo. Pero también debe funcionar como “película de prestigio”, capaz de conseguir una buena cuota de público y conquistar Óscares. Por eso, el director Tom Hooper (El Discurso del Rey, 2010) no puede tomar demasiados riesgos. Debe sensibilizar al espectador sin ofender a nadie. El guión fue adaptado de la novela de David Ebershoff, inspirado a su vez en los diarios de una de las primeras personas que se sometieron a una operación de reasignación de género.

Estamos en 1926, en el seno de la comunidad bohemia de Copenhague. Einar Wegener (Eddie Redmayne) es un pintor de éxito, en contraste a su esposa Gerda (Alicia Vikander), cuyos retratos no encuentran el favor de los dueños de galerías. Ella es fogosa y sensual, él se muestra remoto en la intimidad. Un día, ella le pide vestir prendas de mujer para suplantar a una modelo ausente. Con este gesto, Gerda “abre la puerta a Lilly”, quien ha estado dentro de Einar desde siempre. La sesión de modelaje da paso a una salida de fiesta, donde Einar se presenta como Lilly, una “prima de las provincias”. La complicidad exige progresivamente más de Gerda, hasta que debe confrontar un hecho irreversible: Einar quiere convertirse permanentemente en Lilly. O más bien, Einar es realmente Lilly, y hará hasta lo imposible para que su cuerpo sea congruente con su identidad.


La película idealiza a Lilly, despojándola gradualmente de su humanidad. No es una mujer, es una mártir. Hay algo eminentemente conservador en la concepción del personaje. Cualquier deseo sexual queda fuera de la ecuación, expresando literalmente que su relación con el joven Henrik (Ben Wishshaw) es platónica. La aparición de Hans (Matthias Schoenaerts) acarrea algo de tensión por un apasionado episodio de infancia, pero rápidamente se diluye por su atracción - no recíproca - hacia Gerda. Lilly asume los signos más visibles de la feminidad: viste a la moda y cambia su lenguaje corporal. También ansía ser madre, y mira anhelante a las embarazadas que coinciden con ella en una clínica. La capacidad reproductiva es, para los sectores más conservadores, el elemento identitario definitivo. La identidad no depende de con quien se acuesta uno; pero que Lilly sea femenina, maternal y asexuada, la hace menos amenazante para los tradicionalistas.

Curiosamente, la película termina convirtiéndose en un elogio a la capacidad de sacrificio de Gerda, matriculada con la institución matrimonial. La búsqueda de Lilly se presenta como una prueba para ella, dispuesta a quedarse con su marido hasta que la muerte los separe. Por suerte, Vikander es una excelente actriz, magnética e inquietante. Que por motivos estratégicos sea nominada en la categoría de Mejor Actriz de Reparto es una falacia que demerita a la Academia. Ella es la genuina protagonista del filme. Amber Heard es memorable en un par de escenas, como una baletista amiga de la pareja. Más de ella habría sido bienvenido.

La parte inicial del filme enfatiza la importancia del reconocimiento profesional, y el desbalance que existe en la relación por la celebridad de Einar y la oscuridad de Gerda. Pero a medida que Lilly incrementa su presencia, el ejercicio del arte se vuelve cada vez menos importante, hasta desaparecer completamente del radar. De la misma manera en que ella se concentra monotemáticamente en su proceso, Gerda se define por su devoción hacia ella. Suena romántico, pero purga del filme de una dimensión importante. Más que economía narrativa, este cabo suelto se siente como descuido.

La producción es hermosa, pero su exquisitez contribuye a embalsamar a Lilly en el pasado. Darle el papel principal a un hombre cisgénero abrió un flanco de crítica. Los artistas transgénero merecen ser protagonistas de sus propias historias, pero nadie puede acusar a Redmayne de tomarse el papel a la ligera. Su fisonomía andrógina queda completamente al servicio de Einar y Lilly. Si hay alguna falla, está en el enfoque. Funciona como ejercicio didáctico y de reafirmación, pero se queda corta a la hora de explorar una experiencia humana.

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“La Chica Danesa”

(The Danish Girl)

Dirección: Tom Hopper

Duración: 1 hora, 42 minutos

Clasificación: * * * (Buena, recomendada con ciertas reservas)

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