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La hemorragia verbal de Tarantino

Tarantino revela los traumas históricos que alimentan al racismo contemporáneo

Juan Carlos Ampié

6 de febrero 2016

AA
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Los encantos más obvios de “Los Ocho Más Odiados” nos quedan vedados. El director Quentin Tarantino filmó en el expansivo formato de 70mm, e incluso retro-equipó algunos teatros en las ciudades más grandes de EEUU para proyectar en filme de ese calibre, en pantallas gigantes. En Nicaragua, nos tenemos que apañar con imágen digital, en la sala más pequeña del multicine. Pero no importa. Eso no menoscaba las fortalezas del filme.

En algún momento después de las Guerra Civil, John “El verdugo” Ruth (Kurt Russell), cazador de recompensas, trata de llevar al pueblo de Red Rock a Daisy Domerge (Jennifer Jason Leigh), una mujer con una recompensa de $10,000 dólares sobre su cabeza. La diligencia conducida por O.B. (James Parks) viene perseguida por un monstruosa ventisca. Camino al refugio de la Mercería de Minnie, es detenido dos veces: la primera, por el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un colega que acarrea su propia carga de fugitivos. La segunda, por Chris Mannix, un sujeto que alega ser el flamante nuevo sheriff del pueblo. Al llegar a la tienda de Minnie, la dueña brilla por su ausencia. En su lugar se encuentra su empleado, Bob el Mexicano (Demián Bichir), y algunos huéspedes: el vaquero Joe Gage (Michael Madsen), el veterano general sureño Sandy Smithers (Bruce Dern) y el incongruente británico Oswaldo Mobray (Tim Roth). Warren detecta suficientes indicios que apuntan a que uno, o más de los personajes, no es quien dice ser. Pero la tormenta los obliga a encerrarse por un par de días. La suerte esta echada.


Esta es la película más demandante de Tarantino desde Jackie Brown (1997). Durante la primera parte, la pirotecnia visual que lo caracteriza queda neutralizada por escenas largas y contemplativas, en las cuales las palabras toman el protagonismo. Extensas anécdotas se relatan sin dramatizaciones. Sólo vemos a la persona hablando, y sus interlocutores escuchando. Las palabras se repiten, más como encantamientos que como diálogos. La expresión verbal parece la materia misma del filme, irónicamente, en una trama en la cuál uno nunca puede estar seguro de la verdad. Cuando la acción queda confinada a la mercería, “Los Ocho Más Odiados” se vuelve una virtual pieza de teatro de cámara. Tarantino ha invocado el nombre de Agatha Christie en varias entrevistas, y no de manera gratuita. Esto es “Y ninguno quedó” escenificada en el mítico viejo oeste.

El primer flashback dramatizado en toda la película ilumina su tema principal. Warren relata su fatídico encuentro con el hijo de Smithers. Su credibilidad es puesta en tela de duda a cada paso, pero vemos el encuentro porque el director quiere hacer énfasis sobre los temas que invoca: la suspicacia entre las razas, las desventajas de los negros en un mundo de blancos, los mitos deshumanizantes que las minorias recuperan para empoderarse (hay ecos de “Mandingo” en la resolución de este episodio). Abundan los epítetos raciales y la violencia, grotesca y ridícula. Mucha de esta esta dirigida a Daisy, el principal personaje femenino. Las acusaciones de sadismo, racismo, misogínia y homofóbia han volado con más fuerza que lo usual. No creo que la representación de conducta patológica equivalga a aprobación o celebración. Son apropiadas para la época, y para la psicología de los personajes.

Ninguna de esas cosas parecen molestar a los espectadores cuando son ejercidas por un personaje fácilmente codificable como “bueno”. Y la ultra violencia nunca es condenada cuando se presenta en un contexto retributivo. Todo el mundo ama a un héroe, no importa que medios utilice. Aquí, Tarantino anula esa coartada. Es más fácil ofenderse porque su película más obtusa, la menos empeñada en “entretener”. Todos sus personajes son moralmente reprochables. Los únicos que se salvan de este juicio aparecen en un capítulo a destiempo, como carne de cañón. Warren es el protagonista en el cual el director ancla nuestra simpatía, pero no alimenta ilusiones sobre él. La cultura esclavista y la guerra civil lo han corrompido tanto como a los demás. Y ese es el punto de la película. Entre sus calculados excesos, Tarantino revela los traumas históricos que alimentan al racismo contemporáneo. Pero la sangre de todos es igualmente roja. Mire como corre en el suelo y salpica la pantalla.

“Los 8 Más Odiados”

https://www.youtube.com/watch?v=gnRbXn4-Yis

(The Hateful Eight)

Dirección: Quentin Tarantino

Duración: 3 horas, 7 minutos

Clasificación: * * * * (Muy Buena)

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Juan Carlos Ampié

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