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Cheles en Peligro

Pensaba que la globalización había erradicado sub productos de entretenimiento de esta especie

Owen Wilson en un fotograma de Sin Escape.

Juan Carlos Ampié

26 de octubre 2015

AA
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En Nicaragua no hay suficiente pantalla para tanta película. A principios de octubre, “Southpaw” (Antoine Fuqua, 2015), uno de los estrenos ambiciosos del otoño norteamericano, tuvo un estreno simbólico en un sólo cine, con una sola tanda al día. Tiene estrellas de alto calibre, con papeles retadores. Jake Gyllenhaal se transformó físicamente para encarnar a un boxeador en busca de redención. Rachel McAddams tuvo buenas reseñas por su papel del esposa abnegada. Me encantaría emitir una opinión, pero fue programada para que nadie la viera. Una suerte parecida parece estar reservada para “Sin Escape”, y en este caso, eso es una genuina bendición.

https://www.youtube.com/watch?v=VFpK71yBv1s


Jack Dwyer (Owen Wilson) es un ingeniero norteamericano, trasladando a su familia a un país del sudeste asiático. Ha sido reclutado por una transnacional, después de lo que parece ser un largo período de desempleo. Por eso, la esposa, Annie (Lake Bell), le acompaña reprimiendo sus temores, tratando de mantener distraidas a sus dos pequeñas hijas (Sterling Jerins y Claire Geare). Todo sale mal desde el principio. Nadie los recibe en el aeropuerto, los representantes de la compañía brillan por su ausencia, y en el hotel nada funciona. Mientras los Dwyers duermen su primera noche como expatriados, estalla un sangriento golpe de estado que los convierte en blanco de una cacería implacable. Jack sale a buscar un periódico, y regresa perseguido por una turba blandiendo machetes.

Yo pensaba que la globalización había erradicado sub productos de entretenimiento de esta especie, empecinados en explotar las inseguridades del blanco caucásico noteamericano frente al mundo. Estamos ante el clásico escenario del “chele amenazado por gente color café”. Nadie menciona por nombre el país en el que se desarrollan los hechos, pero la película fue filmada en Tailandia. Un giro decisivo en la trama depende de una supuesta frontera pluvial con Vietnam, lo que convertiría al teatro de operaciones en Cambodia. La indefinición sobre la localidad pretende sugerir universalidad, pero en el contexto, propone que todos los “extranjeros” – es decir, los “no occidentales” – son intercambiables entre sí. El único personaje nativo cuyo nombre es enunciado es rápidamente bautizado como “Kenny Rogers”, por su afición con el cantante de música country.

La sensibilidad cultural corre por cuenta de Pierce Brosnan, interpretando a un mercenario británico con dos misiones específicas: darle la bienvenida a los norteamericanos y recitar el imaginario contexto político que alimenta el disturbio: los rebeldes derrocan al gobierno porque este ha cedido el control del agua potable, justo a la compañía que contrató a Jack. “Son como nosotros, sólo quieren proteger a sus hijos”, dice el espía bonachón. La declaración se siente poco convinvente, a la par de despliegues estrambóticos de violencia, como el intento de violación que sufre Annie, estirado para permitir un rescate a última de hora de ese victoriano “destino peor que la muerte”. Además de la primitiva agenda ideológica, la puesta en escena es torpe, apelando al sentido más básico del suspenso. Antes de sentir mucha antipatía por los revoltosos, recuerde que en esta cosmovisión paranóica y rcista, nosotros, latinos mestizos, estamos más cerca de ellos que de las víctimas.

En medio de la mediocridad, uno lucha por asirse a algún vestigio de vida inteligente. Este tipo de película suele incrementar mi simpatía por los actores, profesionales atrapados en un proyecto humillante, que hacen de tripas corazón para al menos servir a su vocación con dignidad. Antes de que la sangre empiece a correr, Wilson y Bell comparten un momento de vulnerabilidad que los hace creíbles como seres humanos, les permite soportar el peso del disparate por venir. Uno quisiera verlos en un drama serio, sobre presión matrimonial y expectativas insatisfechas. Pierce Brosnan es explotado por su asociación con la franquicia de James Bond, y logra infundir algo de humor en sus intervenciones dolorosamente expositivas. “¡Bienvenidos a Asia!”, dice en una de las líneas más desafortunadas. Si, porque todos los paises de Asia son iguales, cuando quieres servir al público que cree que Donald Trump en un buen candidato presidencial para Estados Unidos.

“Sin Escape”
(No Escape)
Dirección: John Erick Dowdle
Duración: 1 hora, 43 minutos
Clasificación: * (Mala)

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