Camina Ligero

El 6 de agosto de 1974, el malabarista francés Philipe Petit, apoyado por un pequeño grupo de cómplices y amigos, tendió un cable entre las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York y ejecutó la mayor proeza de equilibrismo de la historia: durante un par de horas, paseó entre los monumentales edificios, ante la mirada atónita de la gente que se agolpaba en las calles, 415 metros abajo. El “golpe maestro” de Petit es la materia prima de “En La Cuerda Floja”, la nueva película de Robert Zemeckis, que opera como efervescente comedia criminal y virtuoso ejercicio cinematográfico.

Basada en las memorias de Petit, “Caminar en las Nubes”, la película recluta a Joseph Gordon Levitt como protagonista. El actor asume la personalidad de Petit al extremo de hablar en inglés afrancesado. Le habla directamente a la cámara, con la satisfacción de un megalómano. La disposición mercurial y los embates de su temperamento artístico pueden parecer caricaturescos, pero coinciden con el retrato del documental “Man On Wire” (James Marsh, 2008), filme ganador del Óscar, dedicado al mismo evento.

La actuación de Gordon Levitt encaja en el estilo de la película: estamos ante una biografía de espíritu ligero, que se transforma en un “caper film”. Zemeckis emula la efervescencia de las comedias criminales tan populares en los 60 y 70: un grupo de coloridos personajes se unen para dar un “golpe maestro”. El mismo Petit se refiere a su plan con ese término. En las secuencias iniciales, que retratan la juventud del protagonista, Zemeckis juega con el color y su ausencia, con una cámara nerviosa y juguetona. El blanco y negro y las calles de París en los 60 crean la ilusión de que estamos viendo un fragmento perdido de algún filme desconocido de la nueva ola, filtrado a través de la sensibilidad de Walt Disney.

La particular ocupación del protagonista ofrece grandes oportunidades para explotar las posibilidades visuales del 3D. Zemeckis es un ferviente creyente del cine estereoscópico, y lo ha practicado con gusto desde que resurgió con el nuevo siglo. “El Expreso Polar” (2004), “Beowulf” (2007) y “Canción de Navidad” (2009) suponen ahora aprendizajes necesarios para llegar al evento principal. En numerosas secuencias de “En la Cuerda Floja”, Zemeckis explota las posibilidades de esta particular tecnología para crear y reafirmar la sensación de profundidad. Los momentos más evidentes se presentan en las escenas de preparación y entrenamiento de Petit. Sea en un circo, en un parque o en una calle parisina, Zemeckis nos pone en los zapatos del equilibrista, como si estuviera preparándonos para el evento principal. Al final, nos sube con él al cable que une a las torres, con la majestuosa verticalidad de las torres a nuestros pies.

Pero el director imprime el mismo cuidado a las escenas más mundanas. Cada fotograma está cuidadosamente compuesto para aprovechar las posibilidades del 3D. Hasta una conversación en la mesa de la cocina se convierte en una vívida experiencia sensorial. Ya no digamos el clímax de la película.

No hay ninguna alusión directa a la tragedia del 11 de septiembre del 2001, pero la cuidadosa recreación de las Torres Gemelas, así como del Nueva York de principios de los 70, supone una especie de acto de purificación. “En la Cuerda Floja” rescata la imagen de los edificios, del horror que los extinguió a la par de casi 3,000 personas. Regresa al espectador a un estado de inocencia. Podemos maravillarnos nuevamente ante esa contenciosa proeza de ingeniería humana, tan sorprendente como la hazaña de Petit. “Parecen dos archivadores gigantes”, le dice un escéptico a Petit. Las Torres fueron controversiales. Por su dimensión y estética, suponían una refutación a la arquitectura tradicional de la ciudad. Aquí puede conocerlas, o reconocerlas, en toda su gloria. La película, ligera como el aire, adquiere sustancia y gravedad. Por eso tiene que ver “En la Cuerda Floja”, en el cine, y en 3D.