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De las celdas a las tablas

Un grupo de presos se convirtieron en actores para representar “Caín y los perros”, obra que ahonda en el peso de la culpa

“We felt free for a moment.” From the play Cain and the Dogs by Mick Sarria. Foto: Carlos Herrera/confidencial

Cinthia Membreño

11 de diciembre 2015

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La Sala de Teatro Pilar Aguirre se impregnó de un fuerte olor a ajo la noche del jueves. Alguien expió sus culpas aplastando con sus pies las cabezas de esta planta. Lo hizo con tanta fuerza y precisión, que los gajos se dispersaron por el piso. El hombre que causó este desastre no tenía rostro, pero los movimientos de su cuerpo denotaban un dolor profundo. Ese hombre era Mick Sarria, un joven actor que reflexiona sobre la condición humana a través de la obra “Caín y los perros”, una peculiar puesta en escena que presenta a un grupo de presos no como marginados sociales, sino como artistas. Pasaron de las celdas a las tablas de la mano del director.

Sarria, quien es director de la compañía Lleca Teatro, entrenó durante seis meses a doce reos del Sistema Penitenciario de León que se han destacado por su buen comportamiento. El resultado de ese trabajo –que implicó ganarse la confianza de los privados de libertad– fue presentado anoche en el Teatro Rubén Darío, el mayor edificio dedicado a las artes escénicas en Nicaragua. Aquella fue la última parada de una gira nacional que se realizó en el marco del proyecto “Más allá de las rejas”, una iniciativa que promueve los derechos económicos, sociales y culturales de los presos.


Al igual que en el relato bíblico, la obra de Sarria describe –sin diálogos de por medio– la grotesca escena en la que Caín mata a Abel. La diferencia es que en ésta, el primer hijo de Adán y Eva –un joven de cabeza rapada, músculos marcados y labios negros– tiene como testigos a un grupo de perros rabiosos que él sometió por la fuerza. La manada es la encargada de recibir el delgadísimo cuerpo de Abel y de acompañarlo en un tortuoso viacrucis que refleja el arrepentimiento de Caín, tras cometer el primer asesinato en la Historia del hombre, según los libros canónicos del Cristianismo y Judaísmo.

En la obra de Sarria, Caín se golpea el pecho mientras los perros cargan el cuerpo de su hermano. Abel es protagonizado por Jorge, un joven de 17 años que lleva quince meses en la cárcel de León. Para él, involucrarse en el arte fue un proceso complejo. En la obra en la que participa no se utilizan palabras, por lo que tuvo que aprender a manejar el silencio y controlar su cuerpo. El muchacho pasó de no entender el guión a comprender que con su esfuerzo está transformando la imagen que la sociedad tiene sobre los presos. “Le estamos probando a la gente que podemos cambiar. Hemos tenido muchos tropezones, pero también aprendimos a levantarnos”, contó el joven al terminar la obra.

El teatro la ha dado cierta libertad a este grupo de leoneses, quienes cumplen condenas de entre dos y cinco años. “Muchos nos catalogan como una escoria, como parásitos de la sociedad. Cuando salíamos del penal en el microbús la gente nos gritaba: “¡allá van los presos! Eso nos afectaba porque, ideay, todos somos seres humanos y podemos cometer errores. Pero pasar de estar encerrado entre cuatro paredes a visitar un lugar de ensayo fue lo más importante para nosotros. Nos sentimos libres aunque fuera por un momento”, afirmó Jorge, quien también escribe música y ha sorprendido a su madre con sus habilidades artísticas.

La obra Caín y los perros consta de doce escenas y es una especie de catarsis para sus artistas y su director. Mick Sarria aseguró que entrenar a privados de libertad surgió como una necesidad de encontrarse consigo mismo, tras experimentar la desilusión provocada por la separación de sus padres. “No es porque yo quisiera salvar a jóvenes del oscurantismo, pensando que yo era el iluminado. No. Tenía que encontrar personas que tuvieran la necesidad de contar algo. La cárcel me hizo repensar mi camino estético y mi camino hacia la honestidad”, expresó quien trabaja con presos desde 2009.

Los muchachos con los que Sarria colabora cuentan con el apoyo de la Dirección de Asuntos Juveniles que la Policía Nacional posee en León. Aunque hay programas para aprender inglés, clases de cocina y cursos técnicos para reparar celulares, es la primera vez que la institución promueve las artes para mejorar la vida de los reclusos. Algunos de ellos, como Jairo Antonio Roa, se dedicaron a lavar la ropa de otros reos para costear el transporte a otros departamentos y actuar en la obra.

El director manifestó que, durante los últimos seis meses, los muchachos le han manifestado su sorpresa al recordar que el público los puede ver desde otra perspectiva. Ya no son un show mediático, dice, sino uno artístico. “En estos encuentros se han confrontado con los espectadores, las cámaras, los periodistas. Hay otras posibilidades para ellos, es un cambio”, indicó Sarria.

Para el próximo año, Lleca Teatro planea conmemorar la vida de Rubén Darío. Saldrán del relato convencional que se centra en la intelectualidad del Padre del Modernismo, y representarán otra faceta de aquel ser humano. “Será Darío como el hombre que caga y bebe, no como el poeta iluminado”, prometió el director.


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Cinthia Membreño

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