8 de marzo 2019
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Antes de servir como testigo, al capitán ‘Leonardo’ le ordenaron reprimir a la ciudadanía. Conoce de primera mano cómo fueron reclutados y armados los paramilitares. El arsenal de la muerte usado por policías y paramilitares incluía siete tipo de armas de guerra, entre ellas fúsiles AK 47, Dragunov, ametralladoras PKM, M 16, Remington 700, Jericho 941, Mossberg 500. ¿De dónde salían las armas? Muchos expertos señalaron que a esas armas solo tenía acceso el Ejército. Sin embargo, el capitán ‘Leonardo’ aporta un dato hasta ahora desconocido.
La Jefatura de la Policía ordenó usar las armas de las bodegas de la Dirección de Registro y Control de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos y Materiales (DAEM), reveló “Leonardo”. La DAEM tiene “representación en las diferentes delegaciones de la institución policial del país”, de acuerdo a su ley creadora.
El artículo 5, inciso 12, de la ley de la DAEM establece como una de sus funciones “actuar como depositario de las armas de fuego decomisadas u ocupadas por infracciones administrativas, comisión de delitos o faltas, o cuando estas fuesen decomisadas mediante resolución firme de autoridad judicial competente; las que serán entregadas en propiedad a la Autoridad de Aplicación de la presente Ley, cuando sean de uso civil”.
Es decir, que en las bodegas de la DAEM son depositarias de todas las armas decomisadas en Nicaragua. El capitán ‘Leonardo’ aseguró que en cada departamento las bodegas de la DAEM poseen un promedio de 200 armas de fuego.
“De esas bodegas mandaron a sacar las armas y se las dieron a policías que andaban vestidos de civil, y también civiles (paramilitares) reclutados por el secretario político de mi departamento. Eran tipos conocidos en la alcaldía y los armaron para volar plomo”, narró el capitán ‘Leonardo’.
Cuando la represión despuntó, el capitán ‘Leonardo’ afirmó que “primero tiraban balas de salva”, pero pronto comenzaron a usar plomo. Una investigación de CONFIDENCIAL publicada en mayo reveló que el calibre de las armas usadas correspondían a fusiles de guerra. Los disparos infligidos a los manifestantes (en su mayoría jóvenes) eran certeros, a matar: Cabeza, cuello y tórax.
La letalidad de los disparos la explica el mismo jefe de la Policía Nacional, el comisionado Francisco Díaz. El alto oficial le dijo a un medio noruego que no todos los encapuchados eran “policías voluntarios” sino “oficiales de policía profesionales”. El capitán “Leonardo” pasó los meses de mayo y junio vestido de civil.
“Fueron días duros. No llegaba a la casa, todo lo hacíamos en la estación: Nos bañábamos y comíamos porque la orden era estar todo el tiempo patrullando. Nos cortaron las vacaciones, y si nos oponíamos a reprimir nos iba mal”, aseguró el capitán ‘Leonardo’. “Si pedías la baja no te la daban, y si entregabas el uniforme como hicieron muchos oficiales, te van a buscar para echarte preso… o incluso cuidado que te mataban”.
En ese sentido, uno de los casos más sonados fue el del antimotín Julio César Espinoza, quien fue convertido en prisionero político por negarse a reprimir a la población. Espinoza era miembro de la Dirección de Operaciones Especiales (DOEP). El joven oficial no quiso identificar a manifestantes en el tranque de Las Esquinas, en Carazo, razón por la cual le dieron de baja y lo arrestaron.
También está la denuncia de Fátima Vivas, madre del oficial Faber López Vivas, quien fue “torturado y asesinado” después de pedir la baja de las filas policiales en julio de 2018.
“No todos estamos de acuerdo. Te puedo decir que un 40% de policías no estamos de acuerdo en mi sede. Claro que nadie habla de eso por miedo a ser denunciado, pero entre quienes más confianza tenemos lo comentamos. Nos sentimos atados”, afirmó el capitán ‘Leonardo’.
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