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El Supremo desmentido por los hechos

El gobernante mintió cuando dijo que la Policía estaba acuartelada y que tenían orden de no disparar.

La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, habla, junto al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en el inicio de la Mesa de Dialogo Nacional. Jorge Torees | EFE

20 de mayo 2018

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Al mismo momento que el comandante Daniel Ortega tomó la palabra en el diálogo nacional realizado en el Seminario Nacional Nuestra Señora de Fátima en Managua, y asegurara que ya no habían policías las calles, en Matagalpa los antimotines cateaban de forma violenta a un joven contra una pared.

Los antimotines basaron su centro de operaciones muy cerca de la entrada del barrio Francisco Moreno, aledaño a la carretera que conecta esta ciudad norteña con Managua. Universitarios y ciudadanos levantaron sobre esa vía una barricada que fue atacada por los agentes desde el martes 15 de mayo desde muy temprano.


La víspera del diálogo nacional en Matagalpa fue vivida bajo las explosiones de bombas lacrimógenas, disparos de balas de goma y el siseo de balas de plomo. Los enfrentamientos duraron hasta las siete de la noche del martes y la presencia policial persistió este miércoles. Por eso cuando el comandante Ortega afirmó que la Policía estaba acuartelada en Matagalpa, no era más que otra ¨falsa noticia¨.

“En Matagalpa anoche (martes), hay testigos, la población, los religiosos, son testigos de cómo la Policía está acuartelada y ahí la llegan a atacar, y no la llegan a atacar con morteros, ¡la llegan a atacar con armas de fuego, utilizando ya fusiles AK! Eso explica por qué en Matagalpa en estas últimas dos noches hubo cuatro policías heridos de bala, y los compañeros muertos anoche, y heridos”, dijo Ortega. El obispo Rolando Álvarez miraba atónito a Ortega porque el martes los sacerdotes de su diócesis salieron a la calles a pedirle a los antimotines que cesaran la represión.

“Le dije al comisionado Ángel Martin Solórzano: ‘¿por qué no paramos esto?’ Recomendé que evacuaran. Ellos me respondieron ‘no vamos a evacuar nuestro lugar, aquí nos dejaron, y aquí vamos a quedarnos. Eso no se está dialogando’. No quisieron ellos pues retroceder”, relató el sacerdote Carlos Blandón a Confidencial.

Supremo

Los pobladores de Matagalpa levantan barricadas para protegerse de los ataques de la Policía y grupos paramilitares afines al gobierno. Carlos Herrera | Confidencial

La presencia policial en la ciudad fue corroboradas por el equipo de Confidencial la mañana del miércoles cuando Ortega intervenía en el diálogo televisado, pero además recabamos más de una decena de testimonios  que denuncian la represión policial desde el martes. Antimotines mantuvieron redadas contra las protestas pacíficas, que degeneraron en una oleada de violencia que dejó 18 heridos de gravedad y tres muertos.

Universitarios, ciudadanos y religiosos coincidieron que la mañana del martes las barricadas contaban con pocas personas. Los antimotines dispersaron con fuerza a los escasos universitarios, pero pronto los barrios aledaños a las barricadas se sumaron en apoyo contra la represión.

“A nosotros nos correspondió la medicación desde el primer momento, pero había un pueblo enardecido que apoyaba a la juventud. Entonces se desbordaron tres barrios y a esa gente fue difícil contener”, relató Sadiel Eugarrios, seminarista de la diócesis de Matagalpa.

“Órdenes de no disparar”

El jefe supremo de la Policía también afirmó que la Policía “tiene órdenes de no disparar” durante los disturbios. El mandatario puso como ejemplo a la ciudad de Masaya, donde, según él, los oficiales sufrieron un ataque en sus cuarteles.

“Cuando se atacó el Cuartel de Masaya, ¿dónde está la Policía? Protegiéndose en el Cuartel, durante ese ataque la Policía no disparó, y resistió horas y horas y horas, ¡y no disparó!”, sostuvo Ortega. Pero de nuevo, en esa otra ciudad, los testimonios y los videos tomados por los ciudadanos desmienten al comandante Ortega.

Durante la jornada en Masaya, a la que se refiere el gobernante, quedó en evidencia cómo los policías disparaban con sus fusiles a mansalva. Heriberto Antonio Rodríguez, de 45 años, murió de inmediato cuando un proyectil impactó en su cabeza. Los vecinos de Masaya que lo vieron caer acusan a los policías de la muerte. Igual sucedió en Matagalpa. Los señalamientos del uso de armas de fuego contra la población recaen sobre los oficiales. Sin embargo, el comandante Ortega insistió en lo contrario.

“En Matagalpa lo pueden confirmar los mismos ciudadanos, los religiosos que han estado mediando ante estas tragedias (…) La Policía tiene órdenes de no disparar”, remarcó el mandatario.

Pero Cristian González, estudiante de Ingeniería en Sistemas, vio en las barricadas de Matagalpa a los policías abrir fuego con AK y sus pistolas de reglamento. Los abundantes videos tomados por los ciudadanos exponen a los oficiales abriendo fuego en conjunto contra la ciudadanía.

“La policía ha usado en Matagalpa sus armas sin control. Dejaron muchos heridos. Hubo disparos de AK, escopetas, pistolas y denuncias de francotiradores en los cerros que rodean la ciudad”, afirmó Omar Castellón, coordinador de la filial-Matagalpa del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).

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Marcos Molina Velázquez, familiar del bebé, muestra el orificio que dejó la bala en la casa. Carlos Herrera | Confidencial

Herido un bebé de 18 meses

Casi al finalizar la tarde el martes, los antimotines replegaron a universitarios y ciudadanos en el barrio Francisco Moreno de Matagalpa. Flor de María Aguirre estaba encerrada y acostada con sus hijos en el piso de su vivienda forrada de latón por miedo a una “bala perdida”. La mujer relató que los oficiales lanzaban bombas lacrimógenas a los patios de las viviendas para evitar que ellos siguieran apoyando a los manifestantes con agua y bicarbonato para lavarse los ojos.

Las balas de goma impactaban el latón pero no lo penetraban. “¡Cuál fue mi susto cuando me levanto y veo la pared de mi cuarto perforada! La bala atravesó otra pared y salió al otro lado”, afirmó Aguirre, mientras nos guía por su pequeña casa. Pero “la bala perdida” que causó daño impactó al frente de la vivienda de Aguirre, en la pared de piedra cantera de la casa de la abuela Enecilia Mairena Casco.

Marcos Molina Velázquez estaba dentro de la vivienda cargando al bebé de 18 meses llamado William cuando sintió que esquirlas impactaron en su rostro. “¡Chila, me tiraron! Me tiraron, Chila”, dijo el hombre. Pero de inmediato notó que la camisa se le manchaba de sangre. Pero la sangre que corría no era suya.

“No soy yo. ¡Fue al niño que le dieron!”, gritó el padrastro del menor. El bebé de 18 meses de edad respiraba con exasperación por el orificio que la bala le causó a la altura del mentón, y se alojó en su tráquea. William fue operado de emergencia en el hospital regional de Matagalpa, César Amador Molina. Su estado sigue siendo delicado hasta el cierre de esta edición.

“Yo culpo a la Policía. Ellos dispararon esa bala. La dirección del proyectil apunta que fue disparada desde abajo hacia arriba, donde están la casas. Los policías estaban abajo y la gente se corría hacia arriba”, refutó Molina Velázquez.

Sin embargo, los medios de comunicación de la pareja presidencial culparon a los manifestantes de haber herido al bebé con un arma hechiza. “Me especialicé en artillería cuando fui militar de la Contra en los ochenta. Vi proyectiles durante siete años de mi vida. Y sé que esta bala no es una bala hechiza, es una bala de AK”, dijo Molina Velázquez.

El director del hospital de Matagalpa, el doctor Henry Dávila, se negó entregar la bala extraída del bebé a los familiares, quienes la solicitaban como prueba.

El comandante Ortega se refirió al caso del bebé en el diálogo el miércoles. Pero no dijo toda la verdad. Primero aseguró que se trataba de “una niña” y no de un varón. ¨Una niña de un año resultó con un balazo en el cuello¨, dijo. Y atribuyó el ataque “a esa violencia diabólica que ha explotado en nuestro país”.

La abuela de William también culpó del balazo a la Policía Nacional y criticó la actuación de la institución durante estas protestas nacionales que dejan más de 56 muertos. “Ellos están para proteger al pueblo, no para hacer esas cosas. Ahora mi nieto chiquito puede morirse”, aseveró Mairena.

Las víctimas sandinistas

Ortega justificó la represión aduciendo en el diálogo que durante los disturbios también han muerto “compañeros sandinistas”, quienes, quiso dar a entender, no protestaban contra su Gobierno, y eran víctimas de los manifestantes. En Masaya y en Estelí, dos bastiones del sandinismo, los caídos han sido, efectivamente, sandinistas. Pero estaban alzados contra el Gobierno Ortega-Murillo.

Socorro Corrales, la madre de Orlando Pérez, el  joven asesinado en Estelí el 20 de abril, culpó a la pareja presidencial sin ambages. Ella que hasta hace un mes “era danielista y chayista hasta las cachas”, sostiene ahora que Ortega “es un asesino”.

El joven participaba en las protestas contra la represión del régimen cuando cayó en el parque central de Estelí. Según las versiones de los familiares y testigos, la bala que mató a Orlando “salió” del edificio municipal, donde supuestamente había “francotiradores”.

Corrales culpó también a la Policía Nacional por el asesinato de su hijo que todavía continúa en la impunidad. La madre denunció que la Fiscalía no ha realizado una investigación consciente sobre el caso, ni le ha exigido a la Policía Nacional un informe sobre los oficiales que estaban asignados en el parque de Estelí la noche del asesinato.


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Wilfredo Miranda Aburto

Periodista. Destaca en cobertura a violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal en territorios indígenas, medio ambiente, conflictos mineros y ejecuciones extrajudiciales. Premio Iberoamericano Rey de España 2018.

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