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Un sacerdote inaccesible al miedo

¿En que momento Monseñor Álvarez ha flaqueado en esta lucha titánica frente a la barbarie?

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa. // Foto: Carlos Herrera

Edgar Tijerino

11 de diciembre 2019

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Cuando se toma la decisión de transitar por una vida de sacrificios, cabalgando sobre el amor al prójimo y el compromiso a hierro y fuego con el sector mayoritario de un pueblo desesperado por romper cadenas, cuando se combaten fieramente las injusticias enfrentando los abusos del poder sin medir los riesgos, como lo hizo Jesucristo, es porque debajo de la sotana, se tiene un corazón de león fortaleciendo la vocación sacerdotal. Es lo que han hecho, hasta exponiendo sus vidas, muchos soldados de la Iglesia mientras atravesamos esta crisis inmanejable para un sistema que ha agotado los métodos de represión, con tal de sostenerse mandando, aunque sin poder gobernar. Y entre esos hombres de sotana con tantos méritos, siempre hemos visto agigantarse encima de las dificultades de cualquier tamaño, consciente de la imperiosa necesidad de ser un ejemplo, al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez,  quien ha cumplido 25 años de haberse ordenado, mostrando una firmeza construida con mármol.

¿En que momento Monseñor Álvarez ha flaqueado en esta lucha titánica frente a la barbarie? Seguir las huellas de Jesucristo, obliga a responsabilidades mayúsculas, y él sin titubear, las ha asumido. Mi amistad con él no es de largo tiempo, pero me ha permitido conocerlo lo suficiente como un factor de motivación en esta resistencia pacífica, más fuerte con el sonar de los clarines que con el tronar de los cañones… Nunca olvidaré aquella charla profundamente humana, en que abordó con claridad y vehemencia los compromisos a la orilla del pueblo, a los que ya he hecho referencia, pero que vale la pena actualizarlos: “Jesús no quiere una iglesia interesada en codearse con los grupos de poder colocándose a su izquierda o su derecha, una iglesia que no es capaz de criticar a fondo las injusticias que se cometen, que se coloca de espaldas a los problemas del pueblo, una iglesia temerosa de asumir sus compromisos. Jesucristo no quiere una iglesia sometida, sino una que acompañe al pueblo en sus demandas”


Y continuó con su espada desenvainada, utilizándola como un maestro de esgrima, un auténtico mosquetero al servicio del cristianismo que reivindica y revitaliza: “No quiere Jesucristo una iglesia que se aproxima al poder buscando negociar o pactar para obtener cuotas y disponer de influencias; una iglesia capaz de callar en busca de no perder los favores de los poderosos abandonando a los débiles; cómplice de la explotación, de la opresión, de la discriminación, endulzando las palabras que la gente del poder quiere escuchar; una iglesia que no quiere ser signo de contradicción cuando es necesario; que no se atreve a nadar contra la corriente, una iglesia corrupta que no levanta la voz ante las arbitrariedades, esa no es la iglesia que quiere Jesucristo”. Monseñor Rolando Álvarez, consciente que la reconciliación solo se logra con verdad y justicia, ha hecho rebotar en su firmeza, los ataques de odio convirtiéndolos en inútiles. Si hay algo que no se puede esconder es el miedo, y éste es un sacerdote inaccesible al miedo, un ejemplo galvanizador en esta lucha.

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Edgar Tijerino

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