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Un atentado al patrimonio cultural en el siglo XXI

Nos quedamos esperando un pronunciamiento del Instituto de Cultura sobre la destrucción de la Sangre de Cristo

3 de septiembre 2020

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El inadmisible ataque perpetrado hace ya un mes contra la sagrada imagen de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua ha dado como resultado graves y extensos daños en este importante Patrimonio Cultural Nacional de enorme valor artístico y religioso.

La imagen del siglo XVII es una crucifixión en madera policromada en estilo barroco de escuela guatemalteca, de tamaño natural, con una representación realista de las heridas de Cristo, de ahí su nombre. Según la historia, la imagen de la Sangre de Cristo fue traída a Managua desde Guatemala en el año 1638, reposando primeramente en el humilde templo de Veracruz, venerada entonces como “El Señor de los Milagros” en una Managua que no era todavía ciudad. Entronizada en 1993 en la nueva Catedral Metropolitana Inmaculada Concepción, recibió la visita del papa Juan Pablo II en el año 1996.


Con casi 400 años de antigüedad, esta imagen es una de las más antiguas existentes en el país y su valor artístico es ciertamente único.

Sorprende por lo tanto que haya sido objeto de un ataque tan violento, cargado de inconfesables y nefastas motivaciones, que hasta la fecha ha quedado en la más oscura impunidad. El dictamen de la Policía ha calificado el hecho como un accidente y ha cerrado apresuradamente el caso con conclusiones “técnicas” que desafían las leyes de la Física y el sentido común de los nicaragüenses.

A nivel popular, se propone no restaurarla, como evidencia de la barbarie a la que se puede llegar por el extremismo e intransigencia política y religiosa que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país y que ha culminado en este acto digno de las células yihadistas que azotan otros puntos del planeta.

Mientras tanto, nos hemos quedado esperando un pronunciamiento por parte del Instituto de Cultura y su Dirección de Patrimonio Cultural ante la enorme pérdida de este Bien Cultural. Recordemos la definición de sus propias responsabilidades en su página web: A cargo del mantenimiento y conservación del Patrimonio Cultural Material e Inmaterial…acompañamiento y asesoría técnica en la salvaguarda y conservación del Patrimonio Cultural nicaragüense…”

La mayoría de nuestra población desconoce que existe una Ley de Protección del Patrimonio Cultural que, aunque muy antigua y desfasada, es el único instrumento legal con que se cuenta para proteger los bienes de carácter histórico, artístico, cultural y religioso que constituyen la esencia de nuestra identidad.

La institución responsable cuenta con profesionales y técnicos que deberían estar en posición de cumplir con sus obligaciones. Sin embargo, a la fecha, no se conoce ningún dictamen técnico que permita hacernos una idea clara de la profundidad de los daños y los procesos que habría que realizar para consolidar la imagen antes que se desmorone totalmente. En mi opinión, es urgente que se apliquen medidas de limpieza técnica y consolidación que garanticen la supervivencia de la imagen para que sea un recordatorio de la barbarie y que hechos como este no se repitan en el futuro. El Instituto de Cultura, como institución pública, tiene la obligación de coordinarse con las autoridades eclesiásticas para la salvaguarda y protección de este tesoro de nuestro Patrimonio Cultural.

Es también de suma importancia desengavetar la nueva propuesta de Ley de Protección al Patrimonio Cultural de la Nación, elaborada hace pocos años por el Instituto de Cultura y que duerme el sueño de los justos en las bodegas de la Asamblea Nacional. Esta propuesta constituye la modernización de la presente Ley (Decreto 1142 de 1982), que se encuentra desfasada y cuyo alcance es sumamente limitado. La protección de nuestro Patrimonio Cultural mueble e inmueble, tangible e intangible, debería ser una prioridad a pesar de las limitaciones económicas del país.

Tenemos que sacudirnos el viejo concepto decimonónico de Cultura e incorporarnos al Siglo XXI haciendo de esta un verdadero motor de desarrollo.

*Arquitecta

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Amelia Barahona

Arquitecto, especialista en Conservación del Patrimonio Cultural y gestión cultural

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