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Solidarizarse con la dictadura, es ir contra la vida

La afinidad de los sectores de la izquierda extranjera con el orteguismo se sustentan en el discurso demagógico de los dictadores

Onofre Guevara López

11 de septiembre 2018

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Bajo la represión, sufriendo por sus muertos, condenando los secuestros, reclamando la libertad de sus presos políticos y siempre en actitud combativa civil y desarmada, el pueblo nicaragüense siente el apoyo internacional, el cual agradece, y espera más, pero sin bajar la guardia frente a la dictadura, porque después de más de cuatro meses de lucha, está consciente de que su liberación depende de su propia lucha.

El pueblo sabe que dentro del país hay sectores políticos pensando y actuando conforme los intereses de la dictadura, para proteger sus propios intereses creados bajo un amparo.  Sabe también que hay quienes aparentan defender al régimen orteguista, como los empleados públicos, solo por defender la subsistencia familiar.


Incluso, el pueblo sabe que en el exterior, sectores tenidos como revolucionarios de izquierda, se pronuncian en favor de la dictadura.  Pero también sabe que en el mundo hay exponentes de una izquierda que no piensa ni actúa conforme al esquema anquilosado de que el socialismo es inconciliable con el ejercicio de la libertad y, en consecuencia, expresan su solidaridad con nuestro pueblo y su condena a las atrocidades de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Lo que hay que advertir sobre la afinidad de los sectores de la izquierda extranjera con el orteguismo, es que se sustenta en el discurso demagógico de los dictadores, al que agregan sus esquemas ideológicos dogmáticos y, peor aún, sin conocer, menos estudiar, nuestra realidad actual.  Salvo los burócratas de algunos gobiernos, que apoyan esta dictadura por las frías y oportunistas “razones de Estado”, aun sabiendo que lo hacen en detrimento de la vida de nuestro pueblo.  En cambio, los extranjeros que condenan al orteguismo, en su mayoría, radicaron en Nicaragua durante muchos años como cooperantes en nuestros campos, pueblos y ciudades.

¿Y cuáles son los esquemas pro-orteguistas?

  1. Que en Nicaragua hay una “revolución”;
  2. que se guía por principios “socialistas”;
  3. que Daniel Ortega fue elegido “democráticamente”;
  4. que promueve y protege conquistas sociales amenazadas por una derecha promotora de la agitación terrorista, asociada y financiada por el imperialismo norteamericano.

Luego, le cantan cero a la verdad: que aquí el “socialismo” solo fue una aspiración frustrada; Ortega la transformó en un capitalismo mafioso y lidera a una nueva clase opresora; Ortega ha estado cerca del poder durante 40 años, once de ellos, por sus fraudes electorales; la corrupción administrativa es escandalosa; su enriquecimiento ilícito salta tanto a la vista, que casi saca los ojos; ha desmantelado la vida institucional; dirige una represión policial en plena emulación de la guardia somocista; los crímenes –incluidas las torturas— son una práctica diaria de una legión de esbirros encapuchados; y condena a inocentes con su instrumento judicial, la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

Pero sus simpatizantes del exterior, parecen convencidos por Ortega, según su confesión a la agencia española Efe, de que la tragedia del pueblo no  es obra suya (ya comprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU)… ¡sino temas de la cuentística del Premio Cervantes, Sergio Ramírez!

¿Son esos los únicos esquemas políticos que juegan en torno a la situación de Nicaragua en el exterior?  De ninguna manera.  Hay esquemas con sello de cierta la izquierda, pero también del lado de ciertas derechas, expresadas en las comparaciones mecánicas de situaciones de países con experiencias políticas, causas y motivos históricos distintos.

¿No les es familiar en el discurso oficial norteamericano, aquello de que el orteguismo quiere imponer en nuestro país, “otra Cuba” y “otra Venezuela”?  Esto le dio armas a Moncadita para que, en el Consejo de Seguridad de la ONU (7/9/18), recordara que Estados Unidos nos impuso un Somoza con su dinastía, como impuso en América Latina dictaduras tipo Pinochet, etcétera.

Ese oportunismo político está siendo aplicado desde un lado y del otro, porque sacan los sucesos fuera de su contexto histórico para aplicarlos a nuestra realidad, según sus conveniencias geopolíticas.  Esto va en contra de la justa lucha de nuestro pueblo, porque ambas corrientes, aparentan no saber cuáles son los orígenes de sus problemas ni los factores y actores que los provocan.

La realidad nos dice que no es posible encerrar nuestra lucha dentro de las fronteras nacionales mientras la dictadura nos asesina, ni desconectarla del resto del mundo, menos rechazar su solidaridad porque venga de los Estados Unidos y otros países capitalistas, porque sería una absurda decisión suicida. Una estúpida intolerancia política e ideológica, que solo favorecía a nuestros verdugos.

Es una verdad política, y no hay que olvidarlo: las intenciones ulteriores siempre pueden estar presentes en una actividad humana, incluida la solidaridad.  Pero ningún pueblo puede temer a eso, cuando está consciente de esa realidad, y al mismo tiempo  está luchando despierto.  Y si en algo sueña este pueblo, es ser libre.

Tampoco se puede aceptar de manera acrítica las comparaciones mecánicas que, de hecho, son una perversa homogenización de los fenómenos políticos, ideológicos y culturales de unos y otros países, con grandes diferencias históricas y culturales. Y la historia, cultura y sistemas políticos de cada país, pueden parecerse en muchos aspectos, pero nunca podrán parecerse en todo, menos ser iguales.

Aceptar cualquiera de las posiciones sectarias ajenas, o todas juntas, se constituiría en una ofensa a la dignidad de nuestro pueblo. Sería restarle méritos a su inteligencia y a su protagonismo en la lucha por sus libertades políticas y la justicia social.  También sería como calificarlo de monigote sin consciencia de su propio valor, y a disposición de cualquiera que desee someterlo, bajo cualquier pretexto.

No lo digo por auto complacencia patriotera, sino porque las comparaciones mecánicas, no solo son injustas con nuestro pueblo, sino que, además, son ofensivas para los otros pueblos.  Igual rechazo –como pienso lo rechaza todo buen nicaragüense— la creencia calumniosa de los dictadores Ortega-Murillo, de que el pueblo marcha en las calles desde casi cinco meses a exponer su libertad y su vida frente a sus fusiles, solo por obedecer la iniciativa “de la derecha” y de los agentes “de la CIA”.

Por los ejemplos de dignidad heredados por Sandino, los héroes y los mártires de la revolución popular de 1979 –los  mismos que son traicionados por los dictadores—, este pueblo ha mantenido su resistencia no armada y su enfrentamiento cívico con los agentes criminales del orteguismo, pese  al terrorismo orteguista.

Resistir es su respuesta necesaria y final a los abusos cometidos durante muchos años por quienes se muestran desquiciados cuando dicen que el pueblo ha podido mantenerse en pie de lucha, por estar bajo tutelaje extranjero.

Quienes así piensan en el exterior –porque aquí solo lo hacen los dictadores y sus lacayos— es que no se han enterado de nada. Es que le tienen demasiado miedo al imperialismo, como para creer que todo se mueve en el mundo por su voluntad.  Es que menosprecian la dignidad y la inteligencia del pueblo nicaragüense. O es que sienten más interés por conservar a su amigo dictador en el poder, que respeto por la vida de los nicaragüenses.

Cualquiera sea su motivación, o sean sus motivaciones que inspiran su apoyo al régimen Ortega-Murillo, siempre reflejarían su falta de solidaridad, la que no es humanista si no lo es con los oprimidos. Por ende, la solidaridad con la dictadura es también ir contra la vida de los pueblos.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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