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Sanciones, sancionadores, sancionados

Aquí, nadie pide una intervención extranjera para que determine nuestros asuntos internos, sino para evitar mayores costos humanos

Onofre Guevara López

2 de julio 2019

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Algo muy sabido: sanción es un castigo que se aplica a quien comete un delito, incumple o viola las normas de conducta establecidas en el hogar, en una organización, en una empresa, en una comunidad, en un país.

Las sanciones son de carácter moral, económico, jurídico, físico, político y carcelario, aunque no siempre las sanciones son imparciales, ni adecuadas al mal causado y muchas veces hasta carecen de justicia, por el hecho de que nada ni nadie es justo ni culpable en absoluto, las cosas no son de un solo color ni los motivos de las sanciones son siempre fundamentados en la razón ni en el deber.


Encargados de aplicar las sanciones, son quienes ejercen el poder en su respectivo ámbito colectivo y social, un poder que casi nunca se ostenta por motivos sentimentales o morales, sino de modo invariable por quienes tienen el poder económico dentro de su ámbito político y social.

Lo mismo vale, cuando esos poderes –en lo político y en lo económico—, dominan en los ámbitos hogareños, locales, nacionales como en los internacionales. En este último campo, los poderes funcionan en las relaciones económicas y políticas entre las naciones con diferentes niveles de desarrollo.

En las relaciones internacionales, las sanciones las aplican quienes ejercen mayor influencia económica y política, de la cual les nace un tercer poder que fortalece sus dos primeros poderes: el poder el poder militar.

Es imposible imaginar, y solo no lo advierte quien no quiere, que un país o varios países con dominación e influencia nacida de sus poderes económico, político y militar, cuando aplican sanciones a otros países, estas sanciones no están ligadas a su política exterior e intereses geoestratégicos. Incluso, están ligadas más a su geopolítica… que a la razón y al derecho.

Los sancionadores

Por simple lógica se deduce que los sancionadores no actúan porque son buenos o porque son malos, pues todo aquel que ejerce algún poder, actúa en razón de sus intereses de padre dominante en su hogar, de un patrón en su empresa y de un gobernante que representa a su clase social y a sus propias ambiciones, en contra de los inconformes. Quien ejerce la presidencia de un país dominante en el terreno internacional, además de sus propios intereses, representa los intereses de los círculos financieros, industriales y militares.

En la sociedad primitiva sancionaba el cacique a hombres y mujeres rebeldes de su tribu, en la sociedad esclavista sancionaban el emperador y los nobles a los esclavos y esclavas, a los hombres y mujeres libres, pero pobres.

En la sociedad feudal europea sancionaba el rey, las clases monárquicas y los jerarcas de la iglesia a los siervos del campo mujeres y hombres protestantes; igual hacían contra los hombres, mujeres y niños de los burgos (ciudades). En su etapa superior del feudalismo, las sanciones pasaron a ser extra territoriales por los “descubridores” contra los aborígenes “descubiertos” para robarles sus tierras de este continente ahora americano, del africano y del asiático. De ahí nació el libre mercado global, principio básico de la sociedad capitalista… iniciado con la compra-venta de seres humanos.

En la etapa inicial de esta sociedad, sancionaban con bajos salarios y grandes jornadas laborales a hombres, mujeres y niños. En su etapa posterior del capitalismo, las sanciones en el campo laboral mejoraron gracias a las luchas de los sancionados del sistema, con las condiciones inhumanas del trabajo y con jornadas de 16 y 12 horas. Las mejores condiciones laborales y la jornada de ocho horas llegaron, no del cielo, sino por las luchas de los obreros y obreras, bajo cruentas represiones.

En su etapa superior, el capitalismo suplantó al colonialismo antes, durante y después de las gestas liberadoras de los pueblos: primero con la dominación central desde las metrópolis, después de su independencia política –como repúblicas—, pasaron a ser dominados por nuevos y viejos países desarrollados, utilizando sus tres poderes: el económico (ahora financiero), el político, por medio de su influencia sobre gobiernos obedientes; con la posesión y extracción de sus recursos naturales, compras baratas de sus productos de exportación, créditos caros hasta crearles una deuda impagable; y el militar, con el cual imponen y quitan gobiernos cuando se comportan demasiados independientes.

Los sancionados

La sola condición de ser países con economías y políticas dependientes, los nuestros ya son sancionados, lo cual se hace más evidente cuando alguno de ellos se atreve a romper con la política exterior de las modernas metrópolis. Tras ese pecado, vienen las sanciones.

Pero, como ya lo indicamos, nada en el mundo es blanco y negro, nada totalmente malo ni totalmente bueno; todo es complejo, aparente y real, razonable e injusto. Lo absoluto no existe.

Una nota especial
(Para amigos y adversarios):

Nicaragua hoy, es como un laboratorio donde se experimenta todo lo político, ideológico y humano. Aquí, el pueblo hizo una revolución que lo liberó de la dictadura somocista de 45 años, un regalo de los Estados Unidos.

Ese país hizo fracasar su revolución con sus poderes, combinados objetivamente, con los errores y las ambiciones deshonestas de una parte de la dirección “revolucionaria”. Al final, la emergencia de una nueva dictadura: la de los Ortega-Murillo, falsos revolucionarios.

La rebeldía cívica antidictatorial del pueblo autoconvocado, rompiendo la dependencia de los partidos políticos tradicionales, es reprimida desde hace más de catorce meses de forma criminal, hostigosa, cruel y demagógica, lo que derivó en esta crisis política y social que, a su vez, despertó la solidaridad internacional.

En esta situación de pueblo sancionado por la dictadura por su rebeldía desarmada frente a la represión militarizada, es lo que provoca las sanciones en contra de algunas figuras odiosas de la dictadura, de parte de los Estados Unidos y de gobiernos afines.

Eso plantea un conflicto ético: el país, histórico agresor del nuestro, se presenta ahora como nuestro salvador. Esa hipocresía se ampara en la tragedia que vivimos, y en un juego geopolítico con su propia historia y con la nuestra. ¿Pero quiénes son los culpable de todo ello, sino quienes nos impusieron sus sanciones criminales por su objetivo básico de continuar haciéndose millonarios con el poder?

Es un conflicto ético, pero no un dilema, todo está claro: nuestro pueblo lleva doce años de resistencia frente a la represión, pagando altos costos de vida, libertad y seguridad tras su liberación de la dictadura, y no vemos ninguna intención dictatorial de abrir cauces hacia una vida libre, con nuestros derechos humanos respetados.

Dentro de sus debilidades, los dictadores aún tienen la fuerza y la mala intención de continuar recurriendo a cualquier acción criminal. Y ante esta realidad, la presión internacional contra la dictadura, que acompaña a nuestro pueblo en su empeño de libertad. Y aunque ese apoyo tenga sus motivaciones geopolíticas, no se puede objetar, a menos que sea por cinismo.

Porque aquí, nadie pide una intervención extranjera para que determine nuestros asuntos internos, sino para evitar mayores costos humanos. Nadie ignora que muchos gobiernos de la OEA tienen grandes déficits con sus pueblos en cuanto a la justicia social y los derechos humanos, pero la aceptación de su apoyo no significa nuestro aval político para ellos.

Es que no se trata de nada simple ni banal, sino de una lucha entre la vida y la muerte de nuestro pueblo. No puede haber dudas. La solidaridad, sea de quien sea, cualquiera que la ofrezca, estará por la vida. Lo afirmamos sin complejo de culpa, porque aquí los culpables de todo, son la pareja dictatorial, sus cómplices y sus complejos monárquicos.

Nadie debe equivocarse: nuestro pueblo es consciente, nada ingenuo ni servil, y lo ha demostrado a la largo de la historia, y en esta hora de la humanidad en el Siglo XXI, también lo está demostrando. ¡Son las clases dominantes las que siempre han doblegado su cerviz ante poderes extranjeros!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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