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Romerías del Amor

Abhi | Flickr.com | Creative Commons

14 de febrero 2016

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El amor no se mira, se siente,
y aún más cuando ella está junto a ti.
Pablo Neruda

 


¿Acaso crees que uno puede dedicar a cualquiera un poema amoroso?

Nadie le hace sombra en el universo de mi canto.

Tiene una sonrisa fácil. Eso confunde a todos, creen que también es fácil de llevar a la cama.

Solo tuve que escuchar una vez sus razones para saber que la amaba.

Fue una noche breve la larga madrugada que compartí a su lado.

Cada noche sueño con vos desafiando lo briosa que eres en la cama.

Más complejo que el teorema de Pitágoras, lo empinado de tus curvas.

Como en las telenovelas, ella soñaba con un mundo donde las negras se juntasen con su blanco y cada rico con su pobre.

Te busco por donde nunca has andado, sabiendo que encontraré a otra igualmente bella, porque vos ya tienes dueño.

Acostúmbrate a llevar el peso de este amor inconmensurable.

Solo esperaba que tu padre dijera: Como Remedios, la bella, ascenderá virgen al cielo.

No olvides llevarte contigo las últimas migajas de este amor derrotado.

Deja que sea yo quien te enseñe a caminar sobre las veredas del mar.

Cuando la luna apaga el brillo de tus ojos ilumina mis noches.

Entre más prohibido más apetecible.

Camina con la gracia de una pantera y ama con fogosidad de leona.

¿Bajo la ducha o en la bañera? Eso vos decidilo.

En cada aguacero recuerdo la forma que nos amamos bajo la lluvia.

¡Cuidado! ¡Somos parientes! Eso debe tenernos sin cuidado. Aureliano y Amaranta Úrsula lo eran y fueron los seres más felices de la tierra.

¡Atrévete a besarme y enloquecerás.

Asómate a mis abismos y verás un corazón sangrando.

Amo su desenfado, su mente pervertida y su entrega sin límites.

Posee una inteligencia despierta y una sabiduría para hacer el amor que enloquecen.

Cada noche me pregunta por viejos amores, cuándo yo indago lo suyos, se hace la desentendida.

Tiene el corazón de niña y una inteligencia de mujer adulta.

Te amo con la misma pasión que canta el ruiseñor por las mañanas.

Aprendí a creer en los milagros la noche que se entregó a mí en cuerpo y alma.

¡Pido a Dios que tu gracia me sea concedida!

Cuando la vi de frente una corriente electrizante se apoderó de mí. Apenas dio la vuelta el encantó desapareció. Carecía de la prenda más deseada entre mis prendas más queridas. Su espalda bajaba recta hacia sus piernas.

Jamás me quitó de encima su mirada impertinente. No era bella. Me sedujo su descaro.

¡Toca la firmeza de mis pechos! ¡Siente la dureza de mi daga!

¡Sírvete a fuego lento, no te precipites, avanza despacio, deléitate probando los sabores de mi carne y bebe un poco de mis aguas cristalinas. Solo cuándo yo te diga podrás entrar alborozado al jardín de tus placeres.

Solo una vez lo hicimos y nunca lo he podido olvidar.

¿No se te antoja comerme tostada al sol embadurnada de miel?

Nada revela mejor su fuerte temperamento que las líneas de sus labios y el aleteo de sus narices.

Si tuviste un lugar en mi vida, ¿por qué no vas a tenerlo en mi canto?

Solo quienes nos hemos encaramado en la Montaña Rusa podemos desafiar el vértigo de tus movimientos.

Volvamos a repetir lo de anoche. ¡No! Mejor ensayemos algo nuevo.

En ella todo es intenso, especialmente su manera de amar.

Amo todo lo tuyo, tu altura, tu boca grande, tus piernas largas y tu corazón de niña.

Negra, que te quiero negra. Negra azabache, negra noche, negra amanecer. Negra, que te quiero negra. Negra, negra, siempre negra.

Tiene grande el corazón, grande como su alma grande.

Siempre que lo hacemos pareciera como si fuese la primera vez.

Nunca acabo de distinguir dónde es mayor tu sabiduría. Si en tu boca que me provoca espasmos o en la cadencia de tus movimientos que me hacen levitar.

Nunca dejes de preguntarte cuál de tus encantos la retiene entre tus sábanas.

Nos acoplamos tan bien que pareciera un solo cuerpo balanceándose en el aire.

Hay redes en las que uno debe dejarse atrapar.

No necesito luz para dibujar tus contornos.

Posee cumbres empinadas, un manantial de aguas claras, un saliente encantador y un valle recortado de manera preciosista.

Nadie —excepto vos— podes negarte el derecho a respirar otros aires y beber de otras aguas.

Creí que sería yo quien le enseñaría las primeras letras. ¡Qué equivocación la mía!

En ocasiones alcanza la agitación del mar, en otras la serenidad de la noche y la mayoría de las veces la fogosidad de una potra cimarrona.

¿Cómo explicar al mundo la ingeniosidad con que estremeces mis sábanas?

Leer y amarte son para mí las dos caras de la luna. No puedo pasar un solo día sin leer. Sin tu amor no podría vivir ni un solo instante.

Nunca me pidas escoger entre vos y mis lecturas. Ambas complementan y vuelven feliz mi existencia.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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