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Redes: promesas y realidades

El uso de las redes por los movimientos sociales preludiaba cambios drásticos en las formas de enfrentar a los distintos poderes.

Los poderes políticos

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1. Promesas. Desde su aparición, las redes sociales fueron proclamadas como las tecnologías de la libertad y la transparencia. El paso del tiempo ha demostrado lo que en su mismo origen presagiaban: sus usos están ligados con los intereses de las personas e instituciones que las crean. No hay forma de desvincularlos. Durante los primeros años todo sabía a miel. Los satélites de comunicación estrechaban las relaciones familiares, internet abría las puertas hacia un mundo mejor, las telecomunicaciones generaban sinergias hasta entonces desconocidas con los medios de comunicación, las computadoras, la electrónica, la telefonía móvil, Google, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, etc. Los jóvenes salieron en desbandada a su encuentro. Unas son las promesas y otras las realidades.

Entramos de lleno al envejecimiento de los conceptos de frontera, soberanía, identidad, democracia, familia, educación, cultura, guerras y tantas cosas más. Las maneras de hacer política eran puestas de cabeza (la televisión le había antes asestado un golpe mortal). Los conceptos de tiempo y espacio dejaban de ser lo que un día significaron. Todo es aquí y ahora. La edad del vértigo asomaba. Asistíamos al final de la historia y al despliegue universal de la democracia liberal. Estábamos en las puertas del reino celestial. La globalización contribuiría a la multiplicación de los panes y acortaría las brechas sociales, económicas y culturales. Deberíamos de sentirnos dichosos. Éramos testigos y beneficiarios de un nuevo mundo. Las primeras movilizaciones sociales confirmaban sus enormes potencialidades políticas.


El uso de las redes por los movimientos sociales preludiaba cambios drásticos en las formas de enfrentar a los distintos poderes. Manuel Castells les ofreció la bienvenida, registró el momento y lugar histórico de la aparición de este nuevo fenómeno. En la ciudad de Sidi Buzid —en Túnez— el vendedor ambulante Mohamed Buazizi, se prendió fuego a las 11.30 de la mañana del 17 de diciembre de 2010. A su suicidio simbólico se sumaron otros más, provocando ira. Los jóvenes se lanzaron a organizar manifestaciones espontáneas por todo Túnez. La policía mató a 147 personas e hirió a centenares. El 12 de enero de 2011, el general Rachid Ammar, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas tunecinas, se negó a disparar contra los manifestantes. Dos días después, el dictador Ben Alí y su familia, abandonaban el país.

2. La realidad. Cómo ha ocurrido históricamente —de entonces a esta parte— el crecimiento exponencial de su utilización, hizo que gobiernos de diferente signo político-ideológico buscaran como mediatizar su utilización. El más animado —pese al uso desmesurado de Twitter— es el gobernante de Estados Unidos, Donald Trump. El viernes 7 de junio de 2019, puso en vigencia una disposición que obliga a quienes desean recibir visado para viajar a ese país, indiquen las redes sociales que han utilizado durante los últimos cinco años. La medida la dejó establecida el expresidente Barack Obama. La orden ejecutiva se llama: “Proteger a la nación de la entrada de terroristas extranjeros en Estados Unidos”. Trump ratifica de esta manera lo persistente que ha sido con su política restrictiva hacia migrantes. Un muro de granito.

Organizaciones estadounidenses defensoras de las libertades civiles, están conmocionadas. La disposición roza con las libertades de expresión y de asociación. La norma obligará a los usuarios a abstenerse de publicar muchísimas cosas. El miedo que las solicitudes de visa sean denegadas pende sobre sus cabezas. El mandamiento también viola una privacidad maltrecha, desde la aparición de las redes sociales: invade su intimidad. Las autoridades migratorias estadounidenses quedan habilitadas para escudriñar y enterarse de aspectos sensibles que solo a los usuarios competen. Después de la voladura de las Torres Gemelas, los gobernantes estadounidenses se obsesionaron por el control político y la seguridad nacional. No hay forma que transijan. Para lograr su objetivo deben desplegar todo el complejo tecnoinformacional.

El Panóptico de Bentham ahora opera a escala planetaria, la videovigilancia se expandió. El mundo está infestado de tecnologías dedicadas a registrar las 24 horas, los 365 días del año, hasta los más mínimos gestos de las personas. Las redes de escuchas y las cámaras de vigilancia constituyen parte del entramado. La distopía de Orwell vuelta toda una realidad. Los gobiernos se espían mutuamente a través de las infotecnologías más avanzadas y al interior de sus sociedades los ciudadanos son observados y escuchados por los servicios secretos. No se sabe el número de satélites militares que circundan la tierra. El espionaje ha sido perfeccionado. Facebook, Twitter, Instagram, Google, YouTube, etc., son objeto de pesquisas, por parte del país que proclama y se enorgullece de sus libertades. Hoy las restringe a su conveniencia.

4. Las razones. El giro radical asumido por las autoridades estadounidenses se debe a que la opción militar escogida “para afrontar el terrorismo explica la importancia de la ruptura del equilibrio entre la protección de las libertades y el reforzamiento de las medidas de seguridad”, señala Armand Mattelart, (Un mundo vigilado, Paidós Estado y Sociedad, España, 2009). Esta no es la única ordenanza. En enero de 2008 entró en vigencia “una directiva europea que impone a los proveedores de telefonía e Internet la obligación de registrar y almacenar durante seis meses los números de teléfono, direcciones de Internet, fecha y hora de los intercambios telefónicos y electrónicos”. Las informaciones quedan disponibles para la policía, tribunales y servicios de espionaje. La diferencia con la disposición de Estados Unidos es que esta conduce a los usuarios a auto inculparse.

Las promesas de libertad flotan en el vacío, las infotecnologías, la data vigilancia, los satélites de espionaje, el acceso legalizado a las redes contra el criterio de los usuarios, convierte a las personas en presa de los poderes económicos, políticos y militares. Los dueños de las grandes corporaciones mediáticas venden los datos personales al mejor postor. El ciudadano no está a salvo incluso de quienes están llamados a cautelar sus libertades. Al cumplirse setenta años de la primera edición de 1984, la novela de Orwell (8 de junio de 1949), los artefactos que harían posible una sociedad dictatorial explosionaron. El Gran Hermano dispone de una serie de dispositivos. Eduardo Bravo lo explica en su ensayo, “Nueve inquietantes cosas que ya estaban en ‘1984’ de Orwell y ahora tienes en tu casa”. El Gran Hermano llegó para quedarse.

La distopía orwelliana se hizo carne, no se trata de simples inquietudes, afrontamos una realidad aterradora. Bravo hace un repaso magistral. 1. Micrófonos que te graban para controlarte: Google espía a los usuarios de su buscador, utilizando el micrófono del ordenador; 2. El hablaescribe, se expresa en la mensajería de voz de WhatsApp; el uso de esta aplicación da como resultado que muchas personas se estén olvidando de escribir; 3. Los dos minutos de odio, los dispositivos móviles sirven a los usuarios para arrojar hiel contra quienes se les antoje; 4. La telepantalla, es lo más parecido a Alexa de Amazon y Google Home; 5. Alguien controla el correo, Gmail posee algoritmos que leen nuestros correos; 6. La música enlatada, se reproduce sin soportes a través de internet; 7. El ministerio de la Verdad, tiene su equivalente en los fake news; 8. La neolengua, es perceptible en la popularización de los emoticonos y emojis; 9. La máquina de escribir novelas, se sintetiza en la escritura de noticias por medio de algoritmos.

4. Conclusión. Las promesas redentoras de las tecnologías de la libertad han sido desvirtuadas. Cómo ocurrió con los periódicos, radioemisoras y estaciones de televisión, los poderes políticos, económicos y militares, están asustados al ver que las redes sociales están desbordadas. Minan su poderío. Optaron por precintarlas. Los abusos generalizados de los usuarios —denostando contra quienes les plazca— forman parte de los desafíos de la libertad. Hoy igual que ayer, los diarios son objeto de espionaje, después de la guerra de Vietnam a la televisión le fueron acotadas sus libertades y la demolición de las Torres Gemelas, aceleró la toma de decisiones. Las grandes potencias —no solo Estados Unidos— asumen como un credo, la doctrina de la seguridad nacional. La libertad de expresión continúa siendo menoscabada.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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