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¿Quién ama todavía a Trump?

En el este de Asia, la popularidad de Trump es más interesante, especialmente porque muchos de sus seguidores no son ni de derecha ni antiliberales

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Ian Buruma

3 de diciembre 2020

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NUEVA YORK – Además de los 74 millones de votantes en Estados Unidos, ¿quién sigue aprobando al presidente Donald Trump? La mayoría de los europeos están encantados de verlo en retirada. Pero Trump ha sido popular entre varios autócratas y demagogos de derecha, y muchos de sus seguidores. Su admiración por los autócratas, su desdén por los inmigrantes, las minorías raciales y los musulmanes (excepto un puñado de príncipes sauditas) y su desprecio por las normas democráticas liberales fomentaron gobiernos autoritarios en Hungría, Polonia, Brasil, India y las Filipinas. Su estima por el presidente ruso, Vladimir Putin, nunca estuvo en duda.

La derrota electoral de Trump es un revés para la derecha populista global. Si bien muchos de sus líderes lo sobrevivirán, un movimiento antiliberal ya extendido se habría vuelto aún más fuerte con un defensor triunfante de su causa en la Casa Blanca.


Trump también encontró apoyo entre una mayoría de la población en dos países democráticos, Israel y Taiwán, donde era visto como el enemigo más poderoso de sus enemigos, Irán y la República Popular China, respectivamente.

El primer ministro de derecha de Israel, Benjamin Netanyahu, obtuvo todo lo que quería de la administración Trump. Los palestinos no obtuvieron nada. Los seguidores más fanáticos de Israel en Estados Unidos, en general, también respaldan a Trump; no los judíos norteamericanos, que principalmente votaron por Joe Biden, sino los cristianos evangélicos, que creen que Dios le dio la Tierra Santa al Pueblo Elegido, al menos hasta la segunda llegada de Cristo, después de lo cual los judíos tendrán que volverse cristianos.

Pero es en el este de Asia donde la popularidad de Trump es más interesante, especialmente porque muchos de sus seguidores no son ni de derecha ni antiliberales –muchas veces todo lo contrario-. Es verdad, algunas personas en China comparten el miedo que siente Trump por los musulmanes, pero ésa no es la razón principal para el sentimiento pro-Trump.

A comienzos de este año, hablé con activistas y políticos prodemocracia en Hong Kong y Taiwán, que veían a Trump como un líder tosco pero poderoso del mundo libre contra la tiranía comunista. La bandera estadounidense pocas veces faltó en las manifestaciones públicas en Hong Kong y en los mítines electorales del Partido Progresista Democrático en Taiwán.

Aquí también la influencia de la cristiandad juega su parte. Uno de los activistas democráticos más valientes en Hong Kong es el empresario y magnate periodístico Jimmy Lai. Desde la entrega de la excolonia británica a China en 1997, Lai ha estado al frente de la lucha por una mayor libertad cívica. También es un converso católico ferviente que cree que la batalla entre la democracia y la dictadura comunista china es un choque de civilizaciones entre el mundo libre cristiano y una China atávica y despótica.

Bastantes disidentes chinos cristianos comparten la visión de Lai. Creen que la democracia liberal es un producto de la civilización occidental, lo cual es verdad. Su opinión de que la democracia no habría sido posible sin la fe cristiana (la antigua Grecia es convenientemente olvidada) es más debatible. La noción de que los asiáticos no pueden ser verdaderos demócratas si no son cristianos es manifiestamente falsa.

Pero hay algo más en relación al apasionamiento chino con Trump. Como escribió recientemente Ian Johnson en The New York Times, a algunos disidentes liberales en China los perturban las guerras culturales en Estados Unidos. Ven fanatismo en la izquierda norteamericana a través de la lente de su propia historia mucho más violenta. Cuando ven que se hostiga a la gente por impureza ideológica, ven los fantasmas de los Guardias Rojos de Mao. Para ellos, la incorrección política burda de Trump es un contraataque verbal refrescante.

Aun así, la principal razón por la que la gente admira a Trump en Hong Kong, Taiwán, Japón, Corea del Sur y también China, es el miedo del régimen chino. A pesar de su adulación esporádica del presidente chino, Xi Jinping, Trump es visto como el hombre que le hizo frente a China. Ese es su legado más importante a los ojos de quienes creen que el mundo está dividido entre dos grandes potencias, una todavía democrática y la otra nominalmente comunista.

Por supuesto, en ciertos países, el poder de China ha sido temido por muchos siglos, más allá de quién esté en el poder, emperadores o comunistas. Muchos vietnamitas elogian a Trump, pero no porque ellos estén gobernados por comunistas autocráticos. Aunque Estados Unidos devastó gran parte de Vietnam en el siglo pasado, China es el enemigo tradicional.

Las actitudes surcoreanas y japonesas frente a Estados Unidos son más ambivalentes. Trump tiene seguidores en esos países, pero, a diferencia de Taiwán, no entre la mayoría de la gente. Si bien el poder chino se suele sentir como una amenaza en ambos países, la dependencia de Estados Unidos en materia de seguridad ha sido tanto una necesidad como un fastidio. Un hostigador fanfarrón en la Casa Blanca aumenta el nivel de irritación. El presidente electo Joe Biden casi con certeza será un portador más popular de la carga norteamericana en el este de Asia.

Las relaciones de Biden con China probablemente también sean menos erráticas y más diplomáticas. Pero las tensiones básicas entre una superpotencia democrática y una autocrática continuarán –y empeorarán si China mantiene su éxito económico-. En una era de creciente desilusión con el gobierno democrático, China es un modelo atractivo para mucha gente. Basta con comparar los trenes, aeropuertos y otras comodidades modernas de China con la infraestructura deteriorada de Estados Unidos.

Que los trenes sean puntuales, por supuesto, no es el único patrón, o tal vez ni siquiera el mejor, para medir un buen gobierno. Se sabe que los trenes de Mussolini (aunque apócrifamente) también eran puntuales. Al menos Estados Unidos le ha demostrado al mundo que el bribón en el poder todavía puede ser destituido en las urnas. Pero si ha de tomarse a Estados Unidos como un modelo para contrarrestar el sistema chino, entonces su último presidente ha hecho todo lo posible para que parezca el menos atractivo de todos.

Ian Buruma es el autor, más recientemente, de A Tokyo Romance: A Memoir.


Texto original publicado en Project Syndicate.


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Ian Buruma

Ian Buruma

Escritor y editor holandés. Vive y trabaja en los Estados Unidos. Gran parte de su escritura se ha centrado en la cultura de Asia, en particular la de China y el Japón del siglo XX.

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