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Ortega se dio con la piedra en los dientes al denigrar democracia de EE. UU.

En Washington no avanzó el aspirante a dictador, mientras que aquí tiene el camino despejado en todas las instituciones de Estado que controla a placer

Analistas advierten que el régimen de Ortega sería declarado ilegítimo si persiste en anular competencia política en elecciones de 2021.

22 de enero 2021

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La dictadura trató de llevar agua a su destartalado molino a propósito de la invasión de hordas trumpistas al Capitolio. Daniel O. y Rosario M. intentaron utilizar este hecho inédito en más de 200 años de democracia, o más bien de manipularlo, para desacreditar el sistema político de Estados Unidos.

Pero cada cosa que dijeron los ORMU, se volvió en su contra, porque la democracia funcionó en Estados Unidos, el sistema resistió –por eso Biden tomó posesión este miércoles 20-- los fuertes embates del expresidente Donald Trump y sus violentos grupos como Proud Boys (Los chicos orgullosos). Milicia neofascista y supremacista; Oath Keepers (Los guardianes del juramento). Muchos son militares y veteranos que sustentan teorías conspirativas; Three Percenters, un movimiento miliciano; QAnon, movimiento conspirativo de Internet con una marcada tendencia antisemita y que suele difundir teorías de incomprobables complots mundiales contra los blancos. Finalmente, están los People’s Rights (Los derechos del pueblo). Es un grupo histórico entre las milicias norteamericanas que defiende el derecho de pastoreo en tierras públicas del oeste de Estados Unidos.


Que la mañana de este 20 de enero Trump haya salido de la Casa Blanca con su esposa y detrás sus asistentes o familiares con sus últimas maletas para abordar un helicóptero, solo fue posible porque las instituciones funcionaron de acuerdo a la ley y no siguiendo las directrices de una persona, aunque esta hubiera sido el Presidente del país más poderoso del mundo.

Con democracia, la familia Ortega-Murillo no pudo haber conformado un ejército paramilitar paralelo al Ejército de Nicaragua, para reprimir a sangre y fuego el estallido social de abril del 2018. En Estados Unidos, el propio presidente Trump no pudo mover a las fuerzas armadas hacia un golpe de Estado el 6 de enero en el Capitolio.

En una de las sociedades con más tradición democrática –casi dos siglos y medio--, paradójicamente llegó a la primera magistratura de la nación un tipo peligrosísimo, un populista y demagogo autoritario que logró sacar de la moderación a las fuerzas más retrógradas de esta nación. Pero lo frenaron las leyes.

En Nicaragua los Ortega-Murillo llegaron al poder en elecciones y lo retuvieron en comicios fraudulentos, reformaron la Constitución a su antojo y a partir de abril del 2018 han pisoteado las leyes de este país para usarlas en una violenta y criminal represión contra el pueblo. La ciudadanía estadounidense se pudo defender gracias a su tradición institucional, nosotros no, porque no la tenemos.

Imaginá una orden de Ortega para que un funcionario electoral departamental cambie el resultado de las elecciones. ¿Qué va a pasar? Con cualquier triquiñuela, por más burda que fuera, ese individuo complacerá al tirano y le hará ganar los comicios en ese departamento. Por supuesto, en el nivel nacional es igual, el control es absoluto porque los magistrados no tienen criterio propio, no se deben a la institución, sino que sirven a una familia. No hay tradicional electoral que nos salve, las estructuras son viciadas, corruptas, orteguistas.

Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos no fueron utilizados por el presidente Trump como él quería. Este no pudo integrarlos a sus conspiraciones, a sus inventos de fraudes electorales. Presumiendo de su autoritarismo, les ordenó dejar sin efecto los resultados de los comicios en varios estados, alegando fraude, pero sin ninguna prueba, y los magistrados lo mandaron a hacer bien las cuentas y a respetar los resultados.

En Managua, un pedido de Ortega o de Murillo a la Corte Suprema de Justicia provocaría que los magistrados se pelearan entre sí para ser el primero en cumplir el deseo de estos tiranos y déspotas, porque la institución no funciona, no tienen independencia y sus líderes no piensan por sí mismos, sino que se subordinan a una familia en el poder.

Cuando los ORMU criticaban al sistema democrático de Estados Unidos, porque se produjo el asalto al Capitolio, debieron señalar al culpable, a Trump y sus grupos supremacistas, violentos, racistas, etc., pero no, lo que intentaron fue decir que aquellos, por esa imperfección, no tienen derecho a acompañar al pueblo nicaragüense en su lucha por libertad y democracia.

Los integrantes de la Corte Suprema de Justicia despojan, por ejemplo, a propietarios de tierras costaneras y corren a fabricar escrituras de compra-venta para legalizar los chanchullos de los Ortega-Murillo por medio de sus testaferros. Son magistrados de la ilegalidad y de la corrupción que no tienen ni la mínima idea de cómo debe funcionar la instancia superior del Poder Judicial. Seguramente para ellos era inconcebible que los magistrados estadounidenses no se plegaran a la exigencia del Presidente Trump.

Quisieron los Ortega-Murillo manipular el asalto al Capitolio para mostrar fallas de la democracia norteamericana y se dieron con la piedra en los dientes, porque al hacer la comparación, resulta evidente que en Washington no pudo avanzar el aspirante a dictador mientras que aquí tiene el camino despejado en todas las instituciones del estado que controla a placer.

El aprendiz de tirano ahora no solo ya salió de la Casa Blanca y está en su casa en Florida, sino que se le cierne un juicio político que comenzó al final del ejercicio de su mandato. En Nicaragua no es posible ni siquiera enjuiciar a un partidario de base del FSLN que hubiera cometido el gravísimo delito de un feminicidio. Ahora con mayoría del Partido Demócrata, el Senado continuará con el juicio y de ser declarado culpable, Donald Trump podría quedar inhabilitado de por vida para participar en la política. Eso solo es posible en un sistema donde funcionen las instituciones.


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Guillermo Cortés Domínguez

Periodista nicaragüense. Escribió prensa clandestina y fue redactor y editor del diario Barricada. Coautor de "Corresponsales de Guerra". Fundador y director de la revista Medios y Mensajes y la editorial Editarte. Ganó el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, de la agencia de noticias Prensa Latina S.A. Además, es autor de "Huérfanas de Guerra" y "El oráculo de la emperatriz", entre otros libros.

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