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Nicaragua, ¿rebelión en la granja?

La moraleja de "Rebelión en la granja", de George Orwell, para la Nicaragua neoliberal de los últimos años es brutal

Un fotograma de Rebelión en la Granja. "Todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros".

13 de julio 2017

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“En una época de universal engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario”.

George Orwell.


En 1943 el escritor británico George Orwell (1903-1950) escribió su célebre novela “Animal farm”, conocida en español como Rebelión en la granja, relato satírico que sintetizó el proceso de transformación de la originalmente esperanzadora revolución rusa encabezada por Lenin y Trotsky en el totalitarismo soviético encarnado por Stalin.

Hombre de izquierda, Georges Orwell participó en la guerra de España con los republicanos, y, de manera más exacta, del lado del Partido Obrero de Unificación Marxista, opuesto a los comunistas estalinianos, pues su ideal fue la liberación de los pueblos, para él ésta es indisociable de una exigencia primordial: la auténtica libertad democrática del pueblo y el socialismo.

Desde esta perspectiva, los eventos que pudo observar durante la guerra de España y, en particular, las matanzas de Barcelona, le infundieron en forma definitiva el horror hacia los partidarios de los métodos totalitarios. De regreso a Inglaterra, publica su testimonio en algunos órganos de prensa y se consagra principalmente a la escritura de sus dos mejores libros, “Rebelión en la granja” y “1984.

En sus libros Orwell inventa una ficción profética, a través de la cual desarrolla una tremenda descripción, inspirada en gran parte por los sistemas estalinianos o totalitarios, de lo que podría ocurrir a la especie humana en un estado dictatorial. “1984” es libro donde aparecen por vez primera términos como “Big Brother” (Gran hermano), “Policía del Pensamiento” y “Neolengua”.

Orwell nos relata que el régimen autoritario crea una máquina del poder que es el “Ministerio de la Verdad” o la vocería oficial única, indispensable para consolidar el gobierno autoritario (simplemente consigna hechos o crítica al periodismo que trata de explicar los hechos). Ahí se organiza a la “Policía del Pensamiento” único (por eso pensar de manera crítica es peligroso) y la creación de la “Neolengua” para imponer a todos una verdad única, para eso es necesario reducir el lenguaje a unas cuantas palabras suficientes para establecer los hechos pasados, presentes y futuros.

Si los hechos históricos reales no son conformes al dogma de la verdad única oficial que se quiere difundir, basta negar su realidad e inventar nuevos “hechos alternativos falsos”, con el fin de imponer la mentira institucional del Estado autoritario o dictatorial como el “hecho real verdadero”. El objetivo del “Ministerio de la Verdad” es que los ciudadanos pierdan confianza en los “hechos reales” y acepten los “hechos alternativos falsos”.

Muchos se enojan porque se sienten burlados, menospreciados en su inteligencia; otros se ríen y celebran burlonamente los dicharachos del “Ministerio de la Verdad”. Pero hay quienes ven más allá y descubren los hilos de la manipulación política, la escondida intención de distraer a la gente, desviándola en lo posible de sus preocupaciones válidas y cotidianas.

Hay que estar claro que el propósito del Ministerio de la Verdad es mantener el control sobre el electorado para que no se entere de noticias que son contraproducentes para el gobierno; para eso manipula la realidad de lo que está sucediendo y censuran las voces críticas.

Por encima de los particularismos históricos que la inspiraron, la novela “Rebelión en la granja” se ha convertido en una metáfora de las universales perversiones que produce el ejercicio autoritario, corrupto y antidemocrático del poder por minorías políticas que se promueven como salvadoras de los gobernados cuando en realidad son sus verdugos.

La llamada “segunda etapa de la revolución” está conformada por un bloque político basado en negociaciones clandestinas, intereses particulares entre la vieja oligarquía y la nueva clase, en discursos instrumentales en los que el “pueblo” es llamado a gobernar un país que ha sido cooptado por una cúpula política cada vez más reducida, exclusiva y excluyente.

La mente provinciana tiene de vez en cuando destellos faraónicos y se reviste de un manto de mesianismo rural que, víctima del pensamiento ilusorio, confunde grandeza con el simple espectáculo. El discurso provinciano sucumbe ante el afán de grandiosidad y cegado por momentáneo destello, combina la tragedia con la comedia.

El capitalismo sin guantes en su funcionamiento esencial produce la ampliación de las brechas entre la riqueza y la pobreza, lo cual no es una distorsión o un problema económico de este sistema, sino que es precisamente una de las inevitables tendencias de la acumulación de capital en su devenir histórico.

La moraleja de esta fábula para la Nicaragua neoliberal de los últimos años es brutal. En este periodo hemos vivido los atracos más escandalosos de la historia, el enriquecimiento desenfrenado inexplicable, los engaños más perversos y las mayores desilusiones generacionales con la derrota ética de la revolución sandinista y el fracaso de la llamada transición democrática.

A medida que progresa la acumulación de capital y se desarrolla la fuerza productiva del trabajo, se van configurando dos polos. En el polo de la clase propietaria del capital, se acumula riqueza, mientras que en polo de la clase trabajadora que produce esa riqueza con su trabajo, se acumula miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, despotismo, ignorancia y degradación.

Para lograr un estado de perfecta y gozosa sumisión de la sociedad, Stalin (o el dictador de turno) y su camarilla de incondicionales se valieron de cinco poderosas herramientas: la traición, la represión, la corrupción, la propaganda y la corta memoria de los “de abajo”. El poder autoritario no tiene un núcleo duro inamovibles de consejeros, los asesores siempre están bailando en la cuerda floja.

También hemos visto el surgimiento de un régimen de privilegios basado en la corrupción y los pactos de impunidad que han borrado la distinción entre la delincuencia organizada por miembros del sector hegemónico y miembros del sector público de los diferentes gobiernos, disminuyendo las capacidades de reacción de una sociedad que se va acostumbrando a la humillación y que va aceptando, poco a poco, el modelo del gobierno perpetuo.


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Oscar René Vargas

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