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Los dos mil quinientos héroes de Mariúpol

Hay que salvar a esos hombres y mujeres, que simbolizan la defensa de Ucrania

Foto: EFE

Guillermo Cortés Domínguez

18 de abril 2022

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Como a muchos en el mundo, me conmueve saber que unos dos mil quinientos portentosos combatientes están rodeados en Azovstal, una enorme fábrica siderúrgica –de las mayores de Europa-- en el puerto de Mariúpol, tras casi dos meses de heroica resistencia ante un ejército superior en tropas y armamento. –Algo hay que hacer--, me dice una vocecita, y aunque no me angustio, me preocupa que pasan los días y nada alentador sucede.

Muchos expertos militares dentro y fuera de Ucrania deben estar estudiando la situación de estos heroicos defensores de Mariúpol, entre ellos cuatrocientos jóvenes voluntarios europeos y de los Estados Unidos de Norteamérica. Ellos tienen fotos satelitales, saben la ubicación exacta de las tropas enemigas y su armamento, conocen los pasadizos secretos que hay bajo la fábrica, y si no han encontrado una salida para los defensores ucranianos, es porque es muy difícil vencer el formidable cerco tendido por los rusos.


No puedo aceptar que la suerte esté echada para estos asombrosos defensores de Ucrania, rechazo la idea de que no puedan ser reforzados, de que ya quedaron a su suerte sin ninguna posibilidad de que se presente una mano amiga. –No puede ser--, me susurra la voz de mi conciencia. Con tanto avance tecnológico, no es posible que sus opciones únicas sean rendirse o morir. ¡No!

Este cuarto de millar de hombres han impedido por casi dos meses que al menos una decena de miles de soldados rusos equipados con sofisticadas armas controlen por completo el puerto de Mariúpol; y en la defensa de la ciudad les han causado miles de bajas a los invasores y cuantiosas pérdidas de artillería, tanques y carros de transporte de tropas. Una buena parte de sus cerca de 400 mil habitantes han logrado huir, pese al asedio e intransigencia rusos.

En los rusos que los atacan en la muchas veces bombardeada fábrica de siderurgia, prevalece el ánimo de venganza porque están furiosos con quienes les han impedido, hasta hoy, ocupar una posición estratégica para el esquema de guerra de los generales del carnicero Vládimir Putin hasta ahora impedidos de alguna victoria significativa por la alta moral de los combatientes ucranianos.

Tomando Mariúpol, los generales rusos pretenden asegurar un corredor terrestre entre Crimea y la región de Dombás; y controlar más del 80 por ciento de la costa de Ucrania frente al mar Negro, cortando su comercio marítimo y aislándola aún más del mundo. Por estas razones los dos mil quinientos combatientes están poniendo toda la carne en el asador.

No puede ser que el mundo contemple la situación de Mariúpol sin impedir el holocausto. Cientos de edificios han sido destruidos por el implacable bombardeo de los rusos, quienes como en Chechenia y Siria, no respetan a los civiles e incluso ponen su mira en hospitales, centros de salud, guarderías infantiles, asilos de ancianos, centros comerciales, cines, teatros y hasta en las colas de ciudadanos que compran pan y otros alimentos.

La destrucción indiscriminada es la respuesta de los generales rusos a la defensa heroica de los dos mil quinientos. Como si fueran estrategas de los asedios militares medievales, han herido de muerte a Mariúpol con artillería, cohetes y misiles, dañando o destruyendo más del 90 por ciento de la ciudad y cortando el acceso al agua, alimentos, electricidad, calefacción y medicinas, provocando una tragedia humanitaria.

Los rusos destruyeron Mariúpol, pero no han podido mellar el estado de ánimo combativo de sus dos mil quinientos defensores que, quizás ahora que están atrincherados en un perímetro específico, son más vulnerables a las ofensivas rusas que una y otra vez irremediablemente son rechazadas para mayor furia de los crueles invasores. ¡Qué más tienen que demostrar estos héroes! para ser reforzados aunque para ello haya que vencer mil obstáculos.

Ucrania y el mundo no pueden resignarse a que los dos mil quinientos de Mariúpol tengan que morir en la fábrica siderúrgica. Algún tipo de apoyo debe ser posible. Hay que idear la forma. La situación es desesperante. El refuerzo tiene que ser ahora mismo. Hay que salvar a esos hombres y mujeres que, como ha sucedido varias veces en la historia, como en el Paso de las Termópilas, y como los defensores de Stalingrado que paradójicamente eran los abuelos de las hordas invasoras rusas de hoy, están actuando con un coraje, valentía y heroísmo inauditos.

No se crea tampoco que este cuarto de millar de combatientes están con los brazos cruzados esperando su final en la siderurgia. ¡De ninguna manera! Le están haciendo la vida de a cuadritos a las hordas criminales rusas con diarias incursiones relámpago fuera del perímetro de la fábrica, utilizando los pasadizos subterráneos de la era soviética, asestándoles golpes de mano, emboscándolos, volviéndolos locos y causándoles bajas todos los días.

¿Hay alguna esperanza para los dos mil quinientos defensores de Mariúpol?

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Guillermo Cortés Domínguez

Guillermo Cortés Domínguez

Periodista nicaragüense. Escribió prensa clandestina y fue redactor y editor del diario Barricada. Coautor de "Corresponsales de Guerra". Fundador y director de la revista Medios y Mensajes y la editorial Editarte. Ganó el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, de la agencia de noticias Prensa Latina S.A. Además, es autor de "Huérfanas de Guerra" y "El oráculo de la emperatriz", entre otros libros.

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