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Las lecciones del fracaso de la unidad: coeficiente de la adaptabilidad y la clase política nicaragüense

La oposición debe analizar de una forma más crítica su entorno, desaprender lo inútil y enfocarse en superar los desafíos

Representantes de Ciudadanos por la Libertad ingresando al Consejo Supremo Electoral para inscribir su alianza electoral 2021. //Foto: Nayira Valenzuela | Confidencial

15 de mayo 2021

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La llegada del plazo fatal para la inscripción de las alianzas electorales mantuvo expectante a una enorme cantidad de nicaragüenses que guardaban la esperanza de una unidad opositora entre lo que se comprendía como los dos principales bloques de oposición, Ciudadanos por la Libertad y Coalición Nacional. Aunque la ansiada unidad no llegó, creo hay lecciones que podemos sacar de ello.

¿Qué estaba en pugna realmente? La ola de protestas de 2018 devolvió la esperanza de libertad al pueblo de Nicaragua por casi deponer el sistema dictatorial del régimen Ortega-Murillo, y en medio de la tragedia y la represión, nuevos rostros opositores aparecieron, rostros que amenazaban con desplazar los liderazgos y estamentos políticos opositores existentes. El régimen se agarró de lo que pudo y resistió, también, ese movimiento espontaneo no tuvo la habilidad de consolidarse como una fuerza política emergente. En este tenor, puedo destacar la publicación que hizo Mateo Jarquín en su cuenta de Twitter: “En 2018 tuvimos la oportunidad de desconocer las personerías jurídicas existentes (PRD, CxL, PLC, etc) otorgadas por Ortega, y exigir libre participación en la competencia electoral ¿Por qué no lo hicimos?


Desde una perspectiva estratégica la UNAB no pudo o no supo capitalizar el potencial de la crisis-sociopolítica de 2018 a punto tal que la Coalición Nacional hoy se tambalea. El PRD (su vehículo electoral) no solo se pierde en horas cruciales para el país, sino que ofrece su casilla a Cristiana Chamorro, obviando incluso que ya tiene un candidato formal; el Movimiento Campesino también analiza su permanencia en la agrupación; y la gran esperanza de la Coalición Nacional, emite un comunicado en cuya primera línea dice que no va a dividir el voto.

Hoy, Cristiana Chamorro es por mucho la aspirante presidencial más popular y la que tiene el gran potencial de que los nicaragüenses nos olvidemos del trago amargo de la falta de unidad y al mismo tiempo, Chamorro puede apelar a la nostalgia de 1990 para sacar a la gente a votar contra el régimen. Estos son atributos que al menos hoy, no tiene su principal contrincante, Arturo Cruz, de manera tal que Chamorro aún es atractiva para CxL, ya que con ella simplemente pueden tener todo lo que necesitan para enfrentar al régimen, me refiero a un discurso de unidad y carisma de la candidata.

El problema para Chamorro son tres cosas: ya mostró sus cartas “no va a dividir el voto y que servirá desde la posición que el pueblo decida”; abogar por una unidad en abstracto o peor aún, por la inclusión de la prácticamente finada Coalición Nacional; y el crecimiento de la candidatura de Arturo Cruz. 

Volvamos al Twitter, Cruz publicó recientemente: “¿Creen que los precandidatos deben someterse a debates públicos televisados para exponer sus propuestas, y que la gente pueda evaluar su desempeño?” Arturo Cruz aspira a llevar a su espacio de confort a los otros aspirantes y mostrarse como el mejor candidato. Lo que quiero poner en perspectiva es que hace algunas semanas creíamos que había dos bloques opositores y eso hoy ha variado, hoy creemos que Cristiana Chamorro es la mejor presidenciable, pero eso también puede variar, al final del día, la oposición en Nicaragua no está comprometida con algún partido o algún dirigente. Por eso, mi consejo para Cristiana Chamorro –en caso de persistir con su aspiración presidencial- es que juegue sus cartas y las juegue lo antes posible.

Por otra parte, a Kitty Monterrey se le percibió como muy soberbia, meses atrás cuando dijo que la Coalición Nacional no era nada, de hecho, su nivel de animadversión con seguridad se incrementó los últimos días y tal vez yo sea el único nicaragüense que le vea con mayor respeto. Sin embargo, desde mi perspectiva, creo ha sido la dirigente política que mejor ha leído (a su conveniencia desde luego) los sobresaltos políticos de la oposición en Nicaragua en la última década. En política, no es suficiente tener la razón; buenas intenciones; ser inteligente o un título de Harvard; o qué el pueblo te adore. En la política, como en la vida, el llamado coeficiente de la adaptabilidad (AQ), es lo que garantiza el éxito, debemos entender ese coeficiente de adaptabilidad como la capacidad de cambiar, crecer y desarrollarse en un entorno de cambios rápidos y frecuentes.

Para dar resultados diferentes, la clase política opositora en Nicaragua debe analizar de una forma más crítica su entorno, desaprender lo inútil y enfocarse en superar los desafíos. Hasta hoy, la oposición ha sido reactiva a los abusos y arbitrariedades del régimen, lo que nos ha dejado en un punto muerto, mientras lo que se necesita es llevar al régimen a escenarios inciertos, donde no tenga el control y que cualquier situación imprevista pueda convertirse en la estocada final que se necesita. Las elecciones de noviembre, pueden ser el escenario perfecto donde el régimen pueda perder el control, esta vez, tendremos que capitalizarlo de la mejor manera posible para poner fin a la dictadura.

*El autor Uriel Pineda Quinteros es maestro en Derechos Humanos.


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Uriel Pineda

Abogado nicaragüense, máster y consultor independiente en Derechos Humanos, radicado en México.

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