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La verdad también es revolucionaria

Corresponsales de Telesur tienen estrechos vínculos con el gobierno, y por eso “nunca se dan cuenta de nada” de lo ocurre fuera de esferas oficiales

Elea Valle, madre de los adolescentes asesinados por el Ejército. Cortesía: CENIDH.

Onofre Guevara López

28 de noviembre 2017

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Compañeros de Telesur:

Como les decía en mi correo anterior, fui muy breve por causa de la reciente operación de cataratas, y que por eso omitía algunos detalles de lugares y nombres de los seis campesinos asesinados en La Cruz de Río Grande –Caribe Sur— por tropas del Ejército de Nicaragua, extralegalmente politizado por el gobierno orteguista. Tres de  ellos son de la misma familia: el padre Francisco Pérez, su hija Yujeisel Pérez Valle (16 años) y su hijo Alejandro Pérez Valle (10 años).


Delito del padre: ser hermano de un alzado en armas, por lo que sufrió persecución hasta ser obligado a tomar las armas, mientras que su mujer Elea Valle y sus hijos, sin tener más “delito” que su parentela con Francisco, tuvieron que cambiar de comunidades por el acoso del Ejército durante varios años. Y por el deseo de los niños de calmar su nostalgia por los dos años sin ver al padre, perdieron la vida de forma cruel, según informe recibidos por la viuda, a quien le han negado sus cadáveres para darles sepultura, un derecho humano que el Ejército le ha negado hasta hoy, además de que se niega a informarle la verdad a la sociedad nicaragüense.

Como no he visto ni oído hablar nada al respecto en los noticieros de Telesur, me confirma lo que ya les he dicho en varias ocasiones: sus corresponsales, desde tiempos de Adriana Sívori, tienen estrechos vínculos con el gobierno, y por eso “nunca se dan cuenta de nada” de lo ocurre fuera de las esferas oficiales. Esa parcialidad lo comprobé el día domingo, con la amplia cobertura que dieron a las elecciones de Honduras y las entrevistas a varios analistas políticos independientes, lo que nunca han hecho durante las elecciones nicaragüenses. Aquí solo entrevistan a funcionarios del Estado y políticos de los partidos que en nuestro país llamamos “zancudos” y los hondureños les llaman partidos de “maletín” y en ambos casos, colaboradores del gobierno.

Lo más notable de todo, es la diferencia en la actuación de sus corresponsales de allá con los de aquí en cuanto a juzgar las violaciones constitucionales del gobernante catracho con las violaciones del gobernante nica para poder optar a la reelección. Desde los primeros reportajes sobre las elecciones en Honduras, informaron lo correcto: que en el país vecino es una rareza la reelección presidencial y fue causa del golpe de Estado a Manuel Zelaya, por solo tener la intención de consultar al pueblo sobre ese tema. Pero nunca han dicho que en Nicaragua fue lo corriente durante los Somoza, y que lo sigue siendo con Daniel Ortega.

Piensan mal justamente del método corrupto que utilizó Hernández buscando la reelección, pero no piensan lo mismo de Ortega, quien lo hizo de peor manera: como sus magistrados en la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia no llenaban el número para integrarla de manera legal, y los magistrados aliados del orteguismo se negaron participar en la violación del artículo constitucional que prohíbe la reelección continua, entonces integraron esa Sala con los magistrados orteguistas suplentes… ¡y lo declararon “inconstitucional” porque viola los derechos políticos del ciudadano Daniel Ortega!

Menos que se hayan referido alguna vez –como ahora lo hicieron en Honduras—  acerca del desmantelamiento de la constitucionalidad para  centrar el poder en la pareja gobernante de nuestro país. Sus corresponsales nunca han visto las grandes filas de votantes en Nicaragua, tampoco las vieron en la farsa electoral del pasado 6 de noviembre, y en eso han tenido la razón, porque sencillamente no hubo filas, pues la abstención se calcula hasta en el 70%, pero tampoco lo informaron por otros medios ni oralmente.

El recién pasado Día Internacional de la no violencia contra la mujer, ustedes cubrieron buena parte de las manifestaciones que hubo en el mundo… menos  las de Managua y otras ciudades del Pacífico, donde las mujeres fueron impedidas de hacerlas libremente en las calles y luego reprimidas por antimotines de la policía orteguista. Motivo alegado: permitir la libre circulación de la ciudadanía y guardar el orden público. Lo irónico fue que para no darle carácter de represión machista… ¡se las reprimió con mujeres-policías! Y sus corresponsales tampoco lo vieron.

En los últimos días, Telesur nos ha estado informando sobre las represiones y muertes llevadas a cabo contra los indígenas Mapuches del sur de Chile y Argentina, pero el movimiento campesino nicaragüense ha efectuado cien manifestaciones bajo la represión policial en defensa de sus tierras, de la soberanía nacional y el medioambiente, amenazados por la concesión canalera de Daniel Ortega al millonarios chino Wang Jing. Sus corresponsales nunca han visto ninguna.

Compañeros: ¿necesito decirles que no están actuando profesional y honestamente, y que eso pone en duda su misión como portavoces de los pueblos latinoamericanos? Tampoco necesito reiterarles cuánto daño causa, y puede causar aún más, a la credibilidad de tan importante órgano de prensa para los pueblos latinoamericanos y a quienes hemos encontrado una buena alternativa noticiosa ante el apabullante poder desinformativo de las agencias transnacionales de las noticias de Estados Unidos, Europa y sus fieles repetidores locales.

Pienso que las “razones de Estado” que impiden la crítica de gobierno a gobierno, no tienen que ser parte de la política informativa de los medios de comunicación revolucionarios. Les renuevo mis disculpas por la franqueza, pero considero que ser franco es más revolucionario que omitir y mentir.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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