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La segunda ola de covid-19 en Nicaragua

La pandemia no se ha terminado. Sin acceso a pruebas diagnósticas continuaremos desconociendo la evolución de los brotes comunitarios

El no uso absoluto de mascarillas o mal uso de las mismas, es característico en las personas que dudan de la letalidad de la covid-19. Foto: Nayira Valenzuela

25 de septiembre 2020

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En Nicaragua, al no aplicarse medidas de contención inicial al brote de SARS CoV-2, lo que observamos fue una ola gigantesca de casos y defunciones en mayo-junio del corriente año, con saturación y desborde de los servicios de salud. En cambio, en la mayoría de los países del área centroamericana y del mundo, en respuesta inmediata al ascenso acelerado de la curva de manera exponencial, se aplicaron medidas de salud pública, tanto en el nivel local de atención como el nacional, con la finalidad de evitar la diseminación del virus. Aunque en muchas otras naciones se desbordó la capacidad sanitaria, se logró aplanar la curva epidémica después de 6 a 8 semanas de imponer medidas de cuarentena.

A más de 6 meses de la pandemia y confinamiento relativo -y en algunos casos, cuarentenas drásticas- los expertos y gobiernos consideraron que una segunda ola -aunque inevitable- podría lograr contenerse, y ante la presión y desplome de las economías, las medidas se fueron relajando, pero lo que observamos casi de manera inmediata fue un incremento de casos (rebrote) comparable a la primera ola, al menos en algunos países europeos y latinoamericanos. La situación de Nicaragua, al ser inédita, y ante la expectativa de una segunda ola, que no se ha presentado igual al resto mundo, de acuerdo con las proyecciones de los expertos, podría ser explicada en parte por una serie de factores:


1. Una primera ola infectó posiblemente a una proporción alta de la población que no tomaba las medidas de protección adecuadas, entre ellos los trabajadores de la salud, quienes son un eslabón importante en la diseminación de la infección. Si bien la inmunidad de rebaño se puede alcanzar con un 60 a 70% de la población infectada, es decir que la epidemia se terminaría después de contagiarse ese porcentaje de la población nicaragüense, no es descabellado pensar que la urgencia del Gobierno es precisamente lograr la mayor cantidad de personas infectadas, tomando en cuenta que algunos defensores de esta estrategia han especulado que si los más susceptibles de una comunidad se infectan primero, entonces la inmunidad poblacional se puede alcanzar después de la exposición del 20% de dicha población.

Por otro lado, en algunas comunidades latinas en la ciudad de Nueva York, EE. UU., se ha identificado inmunidad en el 68.4%, algo que daría aliento al Gobierno para mantener la exposición continua de la sociedad. Es importante recalcar, sin embargo, que en la mayoría de los países la inmunidad alcanzada es menor del 10% y la comunidad científica mundial ha declarado que “a la luz de estos hallazgos, cualquier abordaje propuesto para alcanzar la inmunidad de rebaño a través de la infección natural, no solo carece de ética, sino también es inalcanzable.”

2. A diferencia de los países desarrollados, la pirámide poblacional nicaragüense descansa fundamentalmente en niños y jóvenes, y solo un 8.3% de la población es mayor de 60 años, el grupo de edad más vulnerable de sufrir complicaciones por SARS-CoV-2. Es posible que una segunda ola, al igual que en otros países, afecte fundamentalmente a la población joven, la cual ha perdido el temor al virus, quizás por no mostrar un cuadro grave en este grupo poblacional.

3. Al inicio de la pandemia, en Nicaragua, según datos de Google, la población urbana del Pacífico disminuyó la movilidad en un poco más del 40%, sin embargo, esta movilidad ha regresado casi a niveles de normalidad en la actualidad, manteniéndose en algunas actividades en un 15 a 20% menor que antes de la pandemia.

Por otro lado, una proporción de la población tomó medidas de auto confinamiento, fundamentalmente la población mayor de edad. A la fecha una buena cantidad de centros educativos privados y algunas universidades mantienen sus programas en línea, y algunas empresas mantienen la modalidad de teletrabajo.

Según una encuesta de Cid Gallup más del 90% de la población nicaragüense tomó al menos una medida de protección en contra del coronavirus. También el Gobierno, adoptó algunas medidas mínimas con los empleados públicos y específicamente con los trabajadores de la salud.

4. Un elemento importante es la mayor experiencia y conocimiento de los profesionales de la salud sobre los progresos científicos en el manejo, tanto ambulatorio como hospitalario, de los casos graves de COVID-19. De marzo a septiembre la disponibilidad de información es abundante, y aunque no hay tratamiento específico contra el COVID-19, los abordajes clínicos han mejorado el pronóstico y reducido la letalidad. No obstante, el impacto de la epidemia sigue siendo elevado y muchas vidas pueden ser salvadas con las medidas de contención adecuadas.

5. El temor continuo y desconfianza de la población de asistir a los servicios públicos y privados es otro factor que ha reducido la demanda en los centros de atención. Existe la percepción de que una vez que se ingresa al hospital por COVID-19, las posibilidades de sobrevivir son bajas; muchos enfermos y sus familiares prefieren recibir atención en sus hogares para evitar también la separación y aislamiento forzados que se impone en los hospitales.

6. Según los reportes extraoficiales, la pandemia se ha dispersado hacia las zonas rurales, lo que hace aún más difícil su registro. Si en las zonas urbanas, ha sido imposible conocer el verdadero impacto de la epidemia debido al ocultamiento de datos de parte del gobierno, será más que imposible medir dicho impacto en las regiones apartadas del pacífico debido a factores culturales y mayor escamoteo de información de las autoridades de salud.

7. Sigue siendo política de Estado no brindar las pruebas diagnósticas de SARS-CoV-2 a las personas que las necesitan, de manera que continuaremos desconociendo la evolución de la pandemia y los brotes comunitarios.

En conclusión, la pandemia no se ha terminado. Los casos continuarán apareciendo a lo largo del tiempo mientras no contemos con una vacuna eficaz y segura, pero sin generar el impacto de la primera ola. Según el Imperial College de Londres, a partir del mes de septiembre veremos un incremento progresivo de casos, con brotes aislados, en diferentes comunidades, alcanzando su pico máximo, en diciembre-enero, para luego agotarse en febrero-marzo del 2021.

*Médico infectólogo


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Dr. Carlos Quant Durán

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