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La paz en Colombia ante su momento más crucial

La esperanza en el sentimiento antibélico de los colombianos es la principal baza del presidente Santos para llevar adelante su apuesta por la paz

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Luis Gilberto Murillo, presentan el programa "Bosque de la Paz", en Mitú (Colombia). EFE/Mauricio Dueñas Castañeda.

Carlos Malamud

24 de agosto 2016

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El rechazo mayoritario de la sociedad colombiana a las FARC y a sus métodos violentos no es ninguna novedad. Durante largos años los estudios de opinión repetían machaconamente que los índices de aprobación de la organización insurreccional rondaban el 2 o el 3%. Con esos antecedentes, y en los momentos decisivos del proceso de paz de La Habana y a poco tiempo de la convocatoria del plebiscito para aprobar lo acordado no sorprende que una parte importante de la ciudadanía acepte de buen grado el discurso tremendista del ex presidente Álvaro Uribe y sus más exaltados seguidores.

El enfrentamiento de Uribe con el presidente Juan Manuel Santos es abierto y total. Una a una se han ido cerrando todas las puertas para el diálogo. Es más, desde las filas uribistas desde hace tiempo que se difunde la versión de que la paz “santista” entregará el país al castro-chavismo y que en el fondo Santos y Nicolás Maduro representan la misma cosa. Por eso es crucial saber si la negativa al proceso de paz se terminará finalmente imponiendo entre la población.


El ex presidente César Gaviria, coordinador de la campaña por el SI en el plebiscito, se muestra totalmente contundente cuando afirma que “la gente tiene que saber que si gana el NO seguirá la guerra”. Ésta es una cuestión crucial para conocer la determinación que finalmente decidan tomar muchos colombianos. ¿Podrá imponerse el hastío a la guerra y la necesidad de pasar página al deseo de enviar a la cárcel a los máximos responsables de los crímenes cometidos por la guerrilla e impedir su participación activa en la vida política?

En torno a la afirmación de Gaviria se ha planteado una gran discusión en Colombia. Mientras desde el gobierno se señala que su derrota en el plebiscito implicaría la ruptura total de los acuerdos y la vuelta a la guerra, el uribismo insiste en que esto sólo implicaría reanudar la negociación con otras premisas y sin impunidad. Esta última palabra se ha convertido en el mantra de quienes se oponen a la actual negociación y buscan la sumisión militar o política de las FARC, extremo al que la dirigencia de la organización armada se opone radicalmente y que tanto ha condicionado el resultado de las negociaciones de La Habana.

Las primeras encuestas daban el triunfo al NO, aunque las últimas mediciones, como las de El Tiempo o Gallup ya mostraban la recuperación del SI, que ya había comenzado a situarse por encima del voto negativo. Según Gallup, el 67,5% de los colombianos votaría a favor de los acuerdos de paz, mientras un 32,5% los rechazaría, con una participación algo inferior al 50% del censo electoral. El resultado final dependerá de la capacidad de cada campo de movilizar a sus seguidores, teniendo presente que muy probablemente la asistencia a las urnas no será demasiado alta. Es más, los incentivos para votar de una parte considerable de la población urbana no son demasiado elevados, al contrario de lo que ocurre en el medio rural.

El resultado de Gallup va en la misma línea que la última medición de El Tiempo, del 18 de agosto pasado, que da la victoria al SI por el 32,3% de los votos, frente al 29,1% del NO. Esta encuesta periódica ha mostrado una gran volatilidad en las últimas dos semanas, alternando las subas de unos con el descenso de los otros, lo que implica que hay una gran cantidad de electores que todavía no ha tomado su decisión definitiva. Una encuesta de Ipsos de la semana pasada apuntaba a un rechazo de los acuerdos de paz del 50% frente a una aprobación del 39%.

Todo indica que el NO tendría un piso en torno al 30%, pero que es el SI el que tiene más posibilidades de crecer. Obviamente, la concreción de esta tendencia dependerá del formato final que adopten los acuerdos y del cumplimiento de lo establecido por la Corte Constitucional, que estableció que antes de la realización del plebiscito las FARC deben haber dejado las armas. Según la Corte, “es apenas natural, que el grupo armado ilegal con quien se negoció el contenido del Acuerdo deponga el uso de las armas y de la violencia como paso previo y obligatorio a la refrendación popular”.

Será importante ver en las próximas semanas la postura que adopten los distintos actores políticos y sociales frente a la votación por la paz. De ahí que la tibia postura de la Confederación Eclesiástica colombiana llame la atención. En lugar de apoyar la paz sin paliativos ha preferido lavarse las manos y pedir que se participe de un “modo responsable” y con un “voto informado”.

Durante la campaña la movilización de los sentimientos primarios tendrá un papel destacado. El uribismo apelará al rechazo de la población frente al terrorismo y sus consecuencias e insistirá en su mensaje de que los responsables de los crímenes cometidos deben ser castigados, de modo que haya impunidad. Por su parte el gobierno pondrá el acento en los beneficios de la paz y, como apuntaba César Gaviria, que un triunfo del NO supondría el retorno de la guerra.

La esperanza en el sentimiento antibélico de los colombianos es la principal baza del presidente Santos para llevar adelante su apuesta por la paz. El problema radica básicamente en que el voto por el SI implica una alta dosis de perdón, algo mucho más difícil de lograr que el rechazo lineal a la paz conseguida en las negociaciones de La Habana.


Publicado originalmente en Infolatam.


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Carlos Malamud
Carlos Malamud

Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos.

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