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La juventud: ¿Héroes o villanos?

La juventud de abril comprendió que para cambiar la historia no basta el activismo; para evitar ser desplazados, deben organizarse de forma autónoma

Opinión | La juventud de abril comprendió no basta el activismo para cambiar la historia; y para evitar ser desplazados

24 de julio 2020

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A menudo en las redes sociales y otros espacios de opinión, se critica a los jóvenes organizados. Se les tilda de “acomodados”, se les acusa poco menos que de haberse “vendido”, de que sólo saben hacer comunicados. Se les amonesta para que dejen de perder el tiempo engañándose con la posibilidad de elecciones. Se les exigen “acciones contundentes”.

Se habla con tanto orgullo de abril, pero parece -y esta es una constante en nuestra historia patria- que sólo la muerte o el martirologio son valorados. Muchos de los jóvenes de abril que lograron quedar vivos, los que estuvieron presos o se salvaron de ser encarcelados, se han vuelto el blanco preferido de ataques y de ingentes reclamos. La admiración, el respeto que se ganaron en marchas y barricadas les ha durado poco tiempo. Siguen siendo hostigados, perseguidos, exiliados, detenidos, secuestrados, pero se les exige que salven la Patria. Sin embargo, cuando solicitan participación organizada en la Coalición Nacional, no se les responde.


La Coalición Nacional sigue discutiendo y poniendo zancadillas a que ostenten una representación autónoma en su seno. La UNAB, la Alianza Cívica y el Movimiento Campesino reclaman espacios propios, con voz y voto. Los reclaman porque sienten que son parte del sector que jugó un papel central al poner en jaque a la dictadura Orteguista en abril y porque quieren estar en las discusiones donde se resolverán asuntos que atañen a su futuro. Ya la mayoría de los otros miembros de la CN han jugado su papel político. El fallido país que heredan es el que les tocará a los jóvenes cambiar. Por tanto, éstos se merecen con creces ese espacio. Se debe reconocer que esta nueva camada practica un nuevo modo de hacer política, que no responde automáticamente ni a partidos, ni a las organizaciones donde participan.

Desafortunadamente, también hay reclamos o descalificaciones que, a menudo, emanan de otros jóvenes. Burlas en las redes sociales, tweets llenos de arrogancia e ironía, caen como un aguacero casi cotidiano sobre muchachos y muchachas organizados. Si en abril se les enaltecía, ahora son maltratados públicamente con una crítica destructiva que, a mi manera de ver es expresión de frustración con un proceso que se pensó, ilusoriamente, nos libraría de la dictadura en pocos meses. Acusar e insultar no entran, a mi juicio, en esa crítica que se argumenta apuntala la “democracia” o “libre” expresión.

Dentro de la juventud nicaragüense de abril, muchos comprendieron acertadamente que el activismo no es suficiente para cambiar la historia. Basta ver lo que sucedió en varios países donde hubo grandes movilizaciones populares que, a la hora del cambio, no estaban organizadas y fueron desplazadas. La manera de evitar este resultado es organizarse y lograr estructuras que funcionen más allá de las marchas o las tomas de plazas. La Alianza Cívica y la UNAB no serán perfectas, pero los jóvenes que están allí no están de adorno; están viviendo la realidad de lo que es ser parte de colectivos diversos y complejos donde la edad no es el factor determinante, donde la mezcla de madurez y juventud es enriquecedora, aunque no les sea plenamente satisfactoria. Y es que no es lo mismo encabezar marchas o resistir en barricadas, por muy heroico que esto sea, que lidiar con procesos políticos cotidianos, negociar diferencias, concebir estrategias, planes para el país, o estructurar demandas para unas elecciones limpias.

La ruta que se marcó en abril es clara y conocida. Lo difícil es encontrar el cómo lograr resultados en medio de la represión feroz, el espionaje, la pandemia y un clima hostil entre pares, donde se juzga con ligereza y sin piedad, se asesina la honra, se cuestionan las intenciones y donde en vez de propuestas y análisis, se reparten reclamos y golpes bajos. Tantos críticos parecieran tener “la piedra” de cuales acciones contundentes serían necesarias, pero en vez de compartir sus ideas, reclaman porque otros, o no las secundan, o no las tienen. Sólo me pregunto cómo será el malestar y el efecto sicológico en personas jóvenes de la ironía y el sarcasmo cruel que a veces veo en las redes sociales entre unos y otros

Aplaudo a los que, a pesar de críticas, insultos y descalificaciones, siguen adelante por lo menos participando, organizándose, cuidando su libertad y sus vidas para construir con tenacidad, y sin pretender ser héroes, el futuro.


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Gioconda Belli

Poeta y novelista nicaragüense. Ha publicado quince libros de poemas, ocho novelas, dos libros de ensayos, una memoria, y cuatro cuentos para niños. Su primera novela “La mujer habitada” (1988) ha sido traducida a más de catorce idiomas. Ganadora del Premio La Otra Orilla, 2010; Biblioteca Breve, de Seix Barral (España, 2008); Premio Casa de las Américas, en Cuba; Premio Internacional de Poesía Generación del ‘27, en España y Premio Anna Seghers de la Academia de Artes, de Alemania; Premio de Bellas Artes de Francia, 2014. En 2023 obtuvo el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso para la poesía en español. Por sus posiciones críticas al Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, fue despatriada y confiscada. Está exiliada en Madrid.

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