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La falacia orteguista, reclama nuevas respuestas

La falacia orteguista renueva su tremendo choque contra el sentido de humanidad, justicia y democracia con que nuestra sociedad aspira a vivir

Los antimotines irrumpieron con violencia en el centro comercial Metrocentro, golpeando y arrestando a varias personas. // Foto: Carlos Herrera

Onofre Guevara López

2 de abril 2019

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Ante la violenta ruptura de los compromisos entre el Gobierno y la Alianza Cívica, apenas 24 horas después de contraídos, la dictadura Ortega-Murillo merece aún más el repudio general del pueblo y, a partir de ahora, con nuevos impulsos a la misma lucha que la obligó a sentarse a dialogar: la presión popular, pero más diversificada, fuerte y permanente.

La falacia orteguista renueva su tremendo choque contra el sentido de humanidad, justicia y democracia con que nuestra sociedad aspira a vivir, y lo seguirá aspirando, porque la dictadura solo  acrecienta la cuenta que aún tiene por saldar.


Y será la Alianza Cívica, fortaleciendo sus vínculos con los movimientos sociales y estudiantiles de la Unidad Nacional, la llamada a definir los siguientes pasos  a impulsar con nuevos  métodos de lucha ante la sangrienta burla de la dictadura.

Las nefastas consecuencias de la represión dictatorial seguirán, pero también creará mayores estimulen para luchar, con mucha más razón si la respuesta fuere con la violencia acostumbrada, y la  que, a su vez, seguiría justificando las reclamaciones de libertad, justicia y democracia mejor organizadas que como las hemos estado viendo durante todo un año.

La sugerencia del ex magistrado Solís, de que los acuerdos con el gobierno dictatorial deberán ser “mediante decretos ejecutivos o reformas de leyes y que tengan garantes para su cumplimiento”, pareciera oportuna y necesaria, pero si, como el mismo Solís tiene porqué saberlo, Daniel y Rosario han decidido no adelantar las elecciones, todos los decretos del mundo serían burlados, como en doce años han venido burlando la Constitución Política, la máxima ley de la república.

Esa tremenda demostración de irrespeto e ilegalidad, es la que está demandando medios de lucha nuevos y más eficaces, uno de los cuales sería el tan postergada paro nacional, el que hoy aparece más que necesario que nunca.

Ninguna de las luchas sociales transcurren sin dejar huellas y sin alterar la paz interior individual, porque producen en grande lo que en buen nica llamamos arrechuras, pero como sabemos, no todos se han dejado llevar por ellas, pero siempre habrá otros que no reaccionen de forma comedida ante la violencia armada.

Entre esos otros se cuentan quienes se vuelven híper críticos contra quienes han recibido la confianza para integrar la Alianza Cívica (confianza no ofrecida por medios burocráticos, sino por un consenso nacional espontáneo) como representantes del movimiento auto convocado, en las pláticas políticas.

Critican cuando la Alianza Cívica no obtiene sus objetivos con la rapidez que demanda la justicia, y seguramente los harán ahora que la dictadura rompió su compromiso, pero todo se debe al  sabotaje oficialista, porque este proceso de diálogo lo ha tomado como una cortina de humo para llegar al 2021.

En tal caso, no solo tienen culpa los métodos burocráticos de toda negociación entre intereses tan violentamente opuestos, sino también la decisión irracional de dos dictadores que han construido una fortuna que defienden a sangre y fuego, porque sin esa fortuna imaginan un futuro trágico para una numerosa familia que no sabe ni sabría cómo ganársela con su propio trabajo.

Es un fenómeno psicológico a tomar en cuenta, porque es arte del complejo ideológico en que se debaten también todos los que integran el círculo que ostenta el poder, sin el cual ya no conciben la vida…y eso hace más difícil la lucha por la necesaria corrección histórica de la sociedad nicaragüense.

Error de algunos críticos

La total liberación de los secuestrados, por ejemplo, es la demanda más justa y sentida que se puede escuchar entre el clamor de las familias, y de la Alianza Cívica, no es algo fácil verla realizada, no solo por los obstáculos que interponen quienes representan a los carceleros, sino también por la lentitud burocrática propia de un organismo serio que actúa bajo el principio de la imparcialidad, como es el caso de la Cruz Roja Internacional.

¿Qué hubiera sucedido si los carceleros, fingiendo atender el reclamo nacional e internacional, hubiesen liberado de una sola vez a “todos los detenidos” que ellos reconocen tener, cuando, en verdad, no son ni la mitad de los que han secuestrado?

¿Cómo pudiese ser comprobada esa falsedad oficial, si no se contara con la colaboración de la Cruz Roja Internacional?

¿Y cómo poder reclamar rapidez a quienes no sufren la desesperación de las familias de los secuestrados ya al resto del pueblo que vive bajo la amenaza de ser secuestrado, si ellos, los de la Cruz Roja, no pueden sufrir ni desesperarse, por ser imparciales, como lo mandan sus fundamentos?

Nada parecido a eso se preguntan los híper críticos, menos quienes actúan por el encargo oficialista, lo cual es inevitable, y lo debemos ver como tal, sin preocupación extrema, pero con un interés político y vigilante.

Me parece muy dudoso que los híper críticos pudieran conquistar todos los objetivos que se propusieran, si les tocara ser miembros negociadores de la Alianza Cívica –o de cualquier otra entidad—en  las pláticas frente a los encomenderos del gobierno.

En política es conveniente no confundir los deseos con las posibilidades, pese a todas las razones que nos asistan; tampoco la dictadura las tiene todas consigo, a pesar de comportarse como si toda la verdad estuviera de su parte… cuando más cercana les ronda su derrota.

Aparte de contar con la fuerza bruta y sujetos dispuestos a ejecutar las barbaridades que les ordenen, los Ortega-Murillo más se amparan en su falsa religiosidad, y a sus argumentos “constitucionalistas” para rechazar las elecciones adelantadas.

La falsedad de sus argumentos se les descubre fácil, porque alegan desvergonzadamente ante un pueblo que es testigo y víctima de la violación del precepto constitucional de la no reelección, las veces que Daniel Ortega se impuso como candidato en las también fraudulentas elecciones del 2011 y del 2016.

Recordemos esta joya: Francisco Rosales Argüello, declaró “inconstitucional” el Artículo 147 de la Constitución para que Daniel Ortega se reeligiera, siendo  magistrado de la Corte Suprema y ahora, como encomendero de los Ortega-Murillo en las pláticas, hace coro al canciller Moncada Colindres en su oposición al reclamo de las elecciones adelantadas… ¡”por respeto al orden constitucional”!

Cinismo más grande, es imposible de ver. Cuando un dictador o dos dictadores –más sus sirvientes—, llegan al extremo de su agotamiento legal y ético, como ya llegaron hace más de doce años, su fracaso comienza a brillar como un rótulo de neón en la marquesina de su teatro político en ruinas.

Inquietud en el exterior  

Al momento de concluir este comentario, recibí un correo electrónico, de un compañero alemán, donde me expresa su preocupación y la del organismo de solidaridad con Nicaragua, al que pertenece, porque: “En estos días se lee mucha crítica a la forma que la Alianza Cívica está negociando con el régimen Ortega-Murillo (CFCH, obispo Mata, Vilma Núñez).  ¿Nos podrías dar tu opinión?”.

Resumo la respuesta que les envié a vuelta “de correo”:

Existen tres tipos de críticas:

1) La crítica de quienes (como las personas mencionadas, y a quienes les cuesta esta causa) la hacen sin dudar de la honestidad de los integrantes de la comisión de la Alianza Cívica, sino sobre algunas cosas puntuales que ellos suponen debieron de haberse planteado de otra manera;

2) La crítica de algunos académicos que desde su comodidad exigen que las cosas se hagan de forma que les satisfaga, sin haber asistido siquiera a una manifestación para enfrentarse a la dictadura;

3) La crítica malintencionada de quienes bien pudieran estar haciéndola por encargo de los dictadores, con fines divisionistas.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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