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La ciencia y la educación necesitan esperanza, la que Ortega-Murillo se empeñan en destruir

En Nicaragua puede haber futuro y puede haber ciencia, pero para hacer ciencia en Nicaragua, lo más importante es la libertad

La administración de Daniel Ortega convocaba a empleados estatales a manifestaciones el año pasado, en contravía a las disposiciones médicas de propiciar el distanciamiento social. Foto Cortesía | Nicaragua no calla

Melba Castillo A

9 de marzo 2021

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Es clásico el ejemplo de los países que al asumir de manera decidida construir su futuro optaron por otorgar un impulso real a la educación. Conocidos son los casos de Alemania, Japón y más recientemente, Finlandia, Australia, Corea del Sur, nuestra vecina Costa Rica para mencionar aquellos en que la educación ha sido un pilar fundamental de su estrategia de desarrollo. Le dedicaron recursos y esfuerzos, y los resultados están a la vista.

La educación, también en el plano individual representa una apuesta por el futuro. Cuando se pregunta a los niños y niñas la razón para estar en la escuela, es muy común escuchar: “estudio para ser alguien en la vida”. Una frase que resume un deseo y una visión de un futuro que, sin duda, se espera mejor.


A la pregunta de dos periodistas sobre el estado de la ciencia en Nicaragua y el papel de las mujeres en la producción científica, procedí a buscar información y lo primero que encontré fue que según https://databank.bancomundial.org/reports.aspx?source=2&country=NIC , el índice de nivel general de la capacidad estadística, que mide en una escala de 1 a 100, siendo 100 el más alto, las condiciones de Nicaragua en su generación de información estadística, metodología y periodicidad bajó de 83 en 2005 a 46.7 en 2020.  Este indicador es coincidente con la publicación “Principales Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericanos 2019” que publica la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT2019) y del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la Organización de Estados Iberoamericanos (OCTS-OEI) sobre “Las brechas de género en la producción científica en Iberoamérica” publicado en 2018. En estos documentos Nicaragua no figura, pese a que en ambos aparece un delegado del CONYCIT como contacto.

Adicionalmente, el último informe estadístico del CNU es del 2018. Y ya estamos en 2021. La revista Universidad y Sociedad, en la que se publicaban artículos científicos surgidos y gestados desde las universidades, por docentes e investigadores, no se publica desde 2019. Menciono estos dos casos porque en casi todos nuestros países, la investigación científica generalmente se produce en las universidades públicas que reciben financiamiento estatal.

Pese a la crisis que provocó la pandemia en el mundo en el año 2020 y que multiplicó la información científica, las universidades públicas y el gobierno de Nicaragua no han publicado ninguna investigación sobre el tema, más bien, en uno de los centros más conocidos de investigación en salud, el Centro de Investigación y Estudios de Salud (CIES) de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) su Junta de Directores fue despedida y reemplazada por funcionarios leales y sumisos al partido gobernante. Las publicaciones científicas sobre la dimensión de la pandemia han sido producidas por el trabajo voluntario de miembros de la Academia de Ciencias (ACN). Y las publicaciones del Comité Científico Multidisciplinario (CCM).

Esta ausencia de información oficial es el reflejo del estado de la ciencia en nuestro país, en el que el trabajo de los científicos y las científicas es producto de su esfuerzo y dedicación y no es el resultado de una política de estado que estimule la investigación y la producción científica.

Por eso, cada vez es más evidente que la emigración es la única salida para la juventud con vocación científica, con visión de futuro o simplemente con deseos de mejorar su vida.  Y esto nos remite a la situación aparentemente sin salida a que nos quiere llevar el régimen y aquellos que con buena o mala fe le están haciendo el juego, llámese “realismo brutal”, “pragmatismo” o “cohabitación”.   Para estos, tenemos que seguir soportando al régimen y sus arbitrariedades, a pesar del despeñadero a que nos está llevando y a la desesperanza en que nos quieren sumir. Cohabitación o caos, le llamó el más cínico.

El escritor Jorge Fernández Díaz en un articulo sobre el Kirchnerismo en Argentina y el escándalo de las vacunas VIP,  afirma: “Por primera vez durante este prolongado y triste carnaval, no fue necesario desenmascarar a los disfrazados, puesto que las máscaras se volvían transparentes”, así estamos en Nicaragua, las máscaras se están volviendo transparentes y podemos ver de manera clara lo quieren que les compremos: un país sin futuro, en el que la educación no representa ninguna esperanza de ascenso social o económico, a menos que se emigre.

Si para solicitar el ingreso a la universidad hace falta una carta del secretario político del partido de gobierno o para una beca de estudios es necesaria una carta a Daniel Ortega, no nos extrañemos que la población inscrita en las universidades del país haya decrecido de 127,000 estudiantes inscritos en 2018 según sus estadísticas a 114,000 estudiantes en 2021, único dato reciente y que solamente aparece como dato agregado en la página web del CNU como Noticias del CNU. Un 10% nada despreciable de caída en el ingreso a la educación superior, en un país que debería estar aprovechando el bono demográfico, formando aceleradamente a su juventud, puesto que esta situación es transitoria y según dicen los expertos concluye en 2035.

Analizando los datos del CNU, se puede observar que no hay brechas de género en el acceso a la universidad y las tasas de graduación. El porcentaje de mujeres inscritas en las distintas carreras es casi equivalente, sin embargo, las tasas de graduación favorecen a las mujeres a quienes corresponde un 60% del total de graduados. En cambio, entre los docentes, las brechas se acentúan, de 2 733 docentes registrados en 2018, solo un 43% corresponde a profesoras mujeres. Del total de docentes, entre los que cuentan con doctorado, solo un 34% son mujeres.

Esto permite afirmar que las barreras para la continuación de los estudios como se puede ver entre las docentes con doctorado sí están presentes e igualmente entre las que optan por la carrera docente, en que hay una clara preferencia por los docentes hombres.

Sin duda, falta mucho camino para superar las barreras que impiden a las mujeres el acceso a las carreras científicas, pero sobre todo hace falta recuperar la esperanza, la confianza en el futuro, la conciencia de que es posible hacer ciencia en este país, de que la educación nos puede llevar a alcanzar un futuro mejor, pero para eso, sin duda es necesario un estado de derecho con una institucionalidad democrática en la que sea el mérito el que lleve a ocupar un cargo y no la sumisión al caudillo de turno.

Es necesario también desenmascarar a los que nos ofrecen “populismos responsables”, y que con “realismo brutal” aceptemos la “cohabitación”, so pretexto de que si no vendrá el caos. Lo que de verdad nos están ofreciendo es que permanezcamos en la actual prisión, que la juventud siga emigrando y que, con pragmatismo resignado, aceptemos la diaria diatriba como artículo de fe.

Lo que no debemos olvidar es que en Nicaragua puede haber futuro y puede haber ciencia, pero para hacer ciencia en Nicaragua, lo más importante es la libertad. La ciencia requiere de libertad para desarrollarse y mientras se siga persiguiendo la libertad en sus diferentes expresiones, no podrá haber ciencia en Nicaragua.

En esta fecha tan especial para las mujeres, no puedo dejar de mencionar uno de los ejemplos más relevantes de mujeres científicas, Rita Levi-Mondalcini, premio Nobel de Medicina 1986, quien en los años del fascismo italiano en que fue perseguida por su condición de judía, anduvo con sus ratones de un lado a otro hasta que pudo emigrar a Estados Unidos y ahí continuar las investigaciones que le valieron el premio.  Vale señalar que posteriormente Rita regresó a Italia y trabajó hasta su muerte en el laboratorio que formó para continuar sus investigaciones ya en un ambiente de libertad.


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