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¿Ir a elecciones fraudulentas?

El fraude convierte a Ortega en un usurpador fuera de la ley. Hay que señalarlo como tal.

Fernando Bárcenas

12 de mayo 2021

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Esta decisión irracional de ir a elecciones fraudulentas surge de pronto en la oposición electorera después de un breve momento de desconcierto y de vacilación escrupulosa, luego que el Parlamento orteguista aprobara las reformas electorales (reformas a la ley 331) elaboradas por Ortega para hacer fraude. Ortega, al nombrar a diez magistrados orteguistas en el Consejo Supremo electoral, ha terminado de crear un orden legal propicio para ejecutar un robo electoral mayúsculo, que él considera perfecto en la actual situación crítica para sus intereses.

Fraude con el cual o revierte a su placer el conteo de votos masivos en su contra o induce a la abstención de la mayoría que le adversa para ganar con cualquier cantidad de votos remanentes (sin necesidad de mayor trabajo delincuencial). A primera vista, el fraude se le simplificaría a Ortega a lo que los gringos llamarían una victoria “piece of cake”.

Lo que corresponde, estratégicamente, es combatir el fraude orteguista


En cualquier caso, se concluiría que Ortega, como un tahúr, gana la partida. Parece una trampa perfecta, pero no es así, porque una trampa, para que sea efectiva, debe ser engañosa, y esta es burda, descaradamente evidente y políticamente torpe en estas circunstancias. Cualquiera puede ver las cartas marcadas. Es una trampa cazabobos, destinada para la oposición electorera, como una cinta pegajosa para las moscas. La oposición electorera efectivamente responde, después de su momento de estupor: “No ir a las elecciones fraudulentas no es una alternativa”. Y va hacia la cinta pegajosa a sabiendas que contiene engrudo y no miel. Razonan como precandidatos, no como combatientes.

Un combatiente del pueblo, buscaría el medio, el lugar y el momento de luchar favorablemente, sin meterse al callejón donde sabe que le espera el delincuente con premeditación y alevosía. ¡Lo lógico sería disputar el momento-electoral fuera del callejón oscuro preparado para el robo por Ortega! El momento-electoral es parte de un enfrentamiento político dentro de la crisis de gobernanza.

Esta coyuntura electoral está definida políticamente, más que por el proceso electoral, por la crisis de gobernabilidad a resolver por la voluntad popular. Lo fundamental, políticamente, es cómo la voluntad popular resuelve la crisis de gobernanza, no como Ortega impide que sea resuelta, recurriendo al fraude. La crisis de gobernabilidad no se resuelve participando en el proceso viciado por la dictadura, como pretende la oposición electoral (que no cuenta, siquiera, con respaldo de masas).

Lo que corresponde, estratégicamente, es combatir el fraude orteguista, políticamente. Si no se combate el fraude la crisis se profundiza contra los ciudadanos. La lucha política pasa, ahora, por un momento-electoral. Ortega lo enfrenta con el fraude, ¿cómo lo enfrenta la nación?

Obviamente, con una alternativa de poder que emane de la voluntad ciudadana. Con el nombramiento de un Gobierno Rebelde Provisional cuyo mandato es derrotar a Ortega, no gobernar. El fraude convierte a Ortega en un usurpador fuera de la ley. Hay que señalarlo como tal. Cuando la nación se enfrenta a la dictadura, el pueblo es la ley.

La oposición electorera, al participar en el fraude se somete a la “legalidad” orteguista, dándole legitimidad –de su parte— al resultado electoral fraudulento. ¿A cambio de qué? A cambio de nada. Es expresión de su cultura política tradicional, de sometimiento al poder constituido. Hasta el movimiento campesino, que en 2013 inició una rebelión al orden legal orteguista, desconociendo la Ley 840, fue absorbido por la política tradicional, y en esta coyuntura electoral escogió someterse a la “legalidad” orteguista.

Ortega define las reglas de la confrontación puramente electoral

En vista que Ortega anuncia este 6 de mayo —por medio de los magistrados orteguistas que recién ha nombrado a su conveniencia— que el 12 de mayo es el plazo final para inscribir las alianzas, entonces, la Coalición Nacional olvida el fraude y urge a la Alianza Ciudadana a formar una única alianza para el 12 de mayo (llevan tres años aliándose, y Ortega les haría aliarse en seis días).

¿Y el fraude?

Ya rechazaron el fraude en un comunicado –dirán-. Asunto resuelto. Se podría hacer otro comunicado de rechazo, pero, lo urgente –ahora- es inscribir las alianzas dentro del cronograma trazado por Ortega. Porque si no forman una sola alianza antes del 12 de mayo, el fraude se le simplifica a Ortega. La oposición sigue mansamente las reglas de Ortega. Su línea de acción es validar políticamente el fraude, pero, dificultarlo un poco. Su objetivo no es luchar contra Ortega, sino, ganar algo. No se sabe qué. Surgen precandidatos, por lo menos, con sus minutos de fama.

Probablemente, podrían redactar ya el comunicado de rechazo de los resultados electorales del 7 de noviembre.

Ortega sólo negocia con caudillos o con poderes fácticos

Los argumentos decisivos de una negociación los suministra la correlación de fuerzas y su evolución más probable. Quien no pesa nada en la lucha, no tiene argumentos, aunque haga discursos filosóficos. El peso de la oposición electorera, sin respaldo alguno de masas, es un cacahuate. Su futuro caduca al final de las elecciones amañadas. Así la ve Ortega.

Sin embargo, el manejo de este momento electoral es crucial para Ortega, no porque logre o menos robarse las elecciones con poca o mucha facilidad (eso es relativamente secundario, no es lo decisivo), sino, porque enfrenta el reto (aunque no lo sepa) de superar la crisis y de restablecer alianzas.

A su modo grotesco, Ortega prepara el terreno (vía fraude electoral) para restablecer desde una posición más consolidada alianzas con el gran capital. Y, por su medio, con la comunidad internacional. Este es el plan evidente de Ortega. Y es el plan que hay que atacar, haciendo que se empantane con el fraude.

La suerte de Ortega, en este primer momento, está en manos del gran capital que, sin embargo, se muestra arrinconado y temeroso. Deseando, seguramente, que Ortega le tienda la mano para retomar la rutina de los negocios a orillas del Estado. Sin concluir que hay que salir de un subdesarrollo asociado a la corrupción mafiosa. Esto significa que se debe producir una diferenciación cultural en el seno de lo que se denomina el gran capital, que no es un sector homogéneo de naturaleza oligárquica. Hay sectores, por supuesto, modernizantes.

¿Qué hacer?

El gran capital, que razona en base al temor (como razona un millón de dólares), le teme más a una explosión social que a Ortega. Una explosión social puede producir un salto histórico. Ya se experimentó un pequeño ensayo espontáneo de la rebelión de masas. Ortega no puede dañar completamente el clima de negocios (porque se afectaría a sí mismo y a sus enriquecidos compañeros de aventura). Y tiene fecha de caducidad a muy corto plazo de su modelo abusivo de gobierno personal. Como cualquier producto a punto de vencer físicamente no tiene un gran valor residual después de su depreciación casi total.

Además, Ortega ahuyenta la inversión de largo plazo en tecnología y en eficiencia productiva. Es torpe y discrecional por añadidura, a más no poder. Y con las peores relaciones posibles con los Estados Unidos y con la comunidad europea. A ninguno de sus socios le conviene un conflicto sin motivo de esta naturaleza que perjudica los negocios estratégicamente.

Los sectores más progresistas del gran capital comprenden que no les conviene, bajo ninguna circunstancia, que se prolongue el orteguismo. Ortega ha llevado su modelo a los límites, tensionándolo estructuralmente, y comienza a presentar degradación y fatiga como es natural. Sólo para sobrevivir, sin resolver nada, deberá recurrir a mayores impuestos intolerables, cuando la población enfrenta reducción de ingresos y encarecimiento de la vida. Se encamina, entonces, a producir una nueva insurrección que él espera contener con otra masacre.

Esta vez, ningún poder fáctico a su alrededor querrá verse involucrado en una tragedia previsible, que Ortega no podrá repetir impunemente. El ejército comienza a comprender que debe preparar una coartada creíble frente a la agresividad orteguista. Una coartada beligerante contra la masacre. Su única coartada es impedir que esa masacre se produzca en cualquier circunstancia.

Ortega tiene un plazo muy corto para desactivar la crisis. Aunque no se lo digan, nadie lo apoya si enrumba el país hacia una crisis humanitaria o hacia una masacre.

Habrá que advertir al gran capital que le manifieste a Ortega que el fraude electoral no es admisible, y que no negociará con su régimen si ejecuta el fraude electoral. Si el gran capital negocia con Ortega después del fraude, será responsable de la crisis brutal que ello conlleva, y de las consecuencias tanto en el orden humanitario como en la inestabilidad política del país, que conducirá consecuentemente a una salida combativa de masas.

El gran capital, la iglesia, el ejército, los poderes fácticos vinculados a Ortega, son responsables de advertirle convincentemente que el fraude electoral conduce a una situación intolerable, cuya única salida es la insurrección de masas, que no podrá ser enfrentada, esta vez, con una nueva masacre.

Las formas de lucha de las masas

Cuando la oposición electorera dice que la población ha decidido que la lucha será pacífica y electoral, miente descaradamente, porque nadie decide a voluntad las formas de las luchas sociales.

Pensar así, significa darle razón a Ortega cuando éste afirma que la rebelión de abril fue un golpe de Estado planificado, en lugar de un estallido social espontáneo en vista de la agresión criminal de Ortega contra las protestas juveniles por el ataque de las turbas a los jubilados. La oposición electorera es incapaz de entender las consecuencias de su falta de pensamiento lógico.

La lucha contra Ortega asumirá, dialécticamente, el carácter que las circunstancias exijan en una situación caótica, no determinista. En una situación caótica tampoco el régimen puede desarrollar la estrategia que ha previsto. Una pequeña agresión puede desencadenar en un instante una enorme revolución violenta, que transformaría radicalmente la sociedad, cambiando en un momento los actores sociales de la nueva contradicción política.

Desde 2018 a la fecha la realidad política del país puede ser modelada en una ecuación de comportamiento caótico, que Ortega estimula irracionalmente con el fraude, hacia una discontinuidad violenta. El aleteo de una mariposa –diría Lorenz en estas circunstancias- podría desmontar el bunker de El Carmen.

*Ingeniero eléctrico

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Fernando Bárcenas

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