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Hacer memoria para enfrentar el olvido y el silencio en Nicaragua

Hacer memoria en Nicaragua es una práctica social contenciosa es una forma de desafiar al poder y transformar.

La Asociación Madres de Abril reclama justicia por el asesinato de sus hijos y exige la liberación de los presos políticos del régimen de Daniel Ortega.

Michael Reed Hurtado

25 de marzo 2021

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Hacer memoria implica acción social concertada para hacer frente al silencio y al olvido.  Las iniciativas sociales para recordar y para dar a conocer lo acontecido son muy variadas.  Las hay oficiales y no oficiales, espontaneas y planificadas, transitorias y permanentes, de alcance nacional o local, y aquellas que tienen recursos o que son carentes de financiación. Hay unas que se orientan a contar lo que pasó, otras que conmemoran una fecha, y otras que exploran formas de exposición, exhibición o protesta. Las iniciativas también varían en sus formas de expresión o de manifestación: las hay escritas, orales, de sólo imágenes u obras artísticas y folclóricas, entre otras. No hay fórmula probada para su éxito, distinta a la del arraigo social.

La acción social de hacer memoria requiere mucho valor e imaginación para vencer la inercia y enfrentar el poder, que siempre prefiere mantener el control sobre la organización de la memoria del pasado.  Como recuerda Orwell en 1984: “El que controla el pasado [...] controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”.


Los ejercicios o las iniciativas de memoria llenan vacíos sociales, y hacen frente a la cantidad de mentiras que se pueden decir sobre el pasado.  Recordemos que el olvido es una manera de situarse frente al pasado, para no revisar lo acontecido y, así, no reconocer el sufrimiento humano. El olvido, además, suele llegar o pasar si no se hace algo.

El quehacer de la memoria es un asunto principalmente cultural, hace parte de un proceso simbólico guiado por creencias y prácticas colectivas, entre ellas, están las formas de recordar. Estas creencias y prácticas suelen estar e influir de manera imperceptible en lo que un pueblo o una comunidad recuerda.   Por lo tanto, hay que indagar sobre procesos que suelen ser relativamente inconscientes, por ejemplo: ¿Cómo recordamos?; ¿Cómo se ha recordado el sufrimiento en el pasado?; o ¿Cómo queremos que se recuerde?  Las respuestas no son tan fáciles ni tan automáticas como se cree, pero todas condicionan los procesos sociales activos en Nicaragua.

Deben ser las personas y las comunidades nicaragüenses quienes definan y exploren los procesos de hacer memoria.  Me limito a plantear tres elementos que, desde afuera, desde los márgenes, se perciben como problemáticos para el proceso de elaboración de la memoria en Nicaragua.

1. El rol de la memoria en la “imaginación” del Estado nicaragüense

La recordación del pasado hace parte importante de la organización política del país, al menos, para un poderoso sector de la sociedad nicaragüense.  Este pasado y este proceso son elementos esenciales del quehacer de la memoria en Nicaragua.  Son elementos que contribuyen a la construcción de una identidad nacionalista – resalto que me refiero a solo una dimensión, de muchas, en la cual el Estado-partido cumple un poderoso rol en la definición del recuerdo.

El Estado-partido deriva parte de su justificación y su vigencia de la elaboración del pasado revolucionario y del combate a la injerencia extranjera.  En este proceso, el Estado-partido es una suerte de promotor y administrador de la memoria.   Además, con base en sus valores internos, el control de las formas sociales de recordación ha hecho parte de su proyecto político.  Y esta función tiene una implicación muy seria y explica en parte porqué intenta controlar los procesos sociales de recordación.

Creo que vale la pena reflexionar sobre el rol que el Estado nicaragüense ha jugado en los procesos de recordación del pasado para proyectar el actual impulso de la memoria en Nicaragua.

No hay duda de que, en los últimos años – manifiestamente desde abril de 2018 – la memoria se ha convertido en elemento constitutivo del espacio cívico.  Hacer memoria es una forma de desafiar y transformar.  El poder, sin embargo, seguirá explotando todos los recursos a su disposición para controlar y evitar esa transformación.  Por su lado, la sociedad nicaragüense ha demostrado valiosísimos y diversos procesos que desafían el control del Estado-partido.   Y esta observación conduce a mi segundo eje de reflexión:  hacer memoria en Nicaragua es una actividad contenciosa.

2. Hacer memoria: acción social contenciosa

Se suele pensar en los procesos de promoción de verdad y justicia en el marco de ambientes de redención y armonía. Desafortunadamente, no hay nada más lejos de la realidad: los procesos de reconocimiento de lo acontecido no son pacíficos; por el contrario, son procesos de mucha contención política.

El consenso y la armonía, sencillamente, no son productos viables en un proceso de recuperación de la memoria y esclarecimiento del pasado: algunos perpetradores quedarán expuestos; buena parte de las élites políticas y militares está interesada en esconder el pasado; las víctimas quieren a toda costa que se reconozca lo que les pasó, por qué les pasó y cómo les pudo haber pasado sin que nada pasara; y la gran mayoría del público se pregunta por qué pasan tanto tiempo hablando de lo mismo.

Simplificado, esta es la disposición de los actores: unos quieren saber lo que pasó, otros (poderosos) quieren enterrarlo todo, y otros (la gran mayoría de personas) no les interesa la indagación.  Dejado a la inercia, este proceso conduce a la negación, a no confrontar el incómodo pasado.

Si como resultado de la acción social se des-cubren algunas atrocidades, se abre un combate social por la verdad. La contienda es la médula de estos procesos. Conseguir que las voces de las víctimas y de los denunciantes sean escuchadas y tengan eco es producto de un proceso social contendido y doloroso.

3. Hacer memoria buscando identificar silencios del pasado

En una provocadora obra que cuestiona la labor de hacer historia y memoria, Michel-Rolph Trouillot, un intelectual haitiano, indaga sobre la manera cómo el poder se manifiesta en la producción histórica (Silencing the Past, 1995).   Su reflexión ofrece palabras urgentes para el proceso de confrontación del pasado que la sociedad nicaragüense está promoviendo.

Resalta que los relatos del pasado están llenos de silencios.  Estos pasan inadvertidos, puesto que son difíciles de detectar. No sólo provienen del mutismo de quienes no tienen algo para decir, sino que abarcan la inexpresión de los marginados y de quienes tienen miedo ante el poder arbitrario del Estado-partido.  Los silencios son producto del ejercicio de poder:  son mordaza y censura.

Sugiere Trouillot que no todos los silencios son iguales; comprender las condiciones de su existencia y de su imposición es esencial para abordar y enmendar los silencios.

La producción de narrativas para confrontar la arbitrariedad y la atrocidad en Nicaragua debe partir de la recuperación de los hechos y las fuentes que se excluyen de la historia oficial.  De manera escalofriante, el gobierno busca silenciar las voces que cuentan hechos arbitrarios y atroces. Son hechos que han dejado su marca indeleble en familias y colectivos sociales, y que – dejados al olvido – la sociedad futura ignorará o negará.  Son hechos que han dejado heridas y cicatrices desconocidas por los círculos que ejercen el poder.  Son silencios todavía contenidos, que luchan por ser descubiertos.

Por estas razones, entre otras, un sector de la sociedad nicaragüense está clamando: ¡Esta vez hagámoslo diferente!  Hagamos memoria, libre y enérgica, sobre el sufrimiento humano y sobre la arbitrariedad estatal.

Este ejercicio de evocación del pasado, este proceso social de significación de la historia, esta práctica social de hacer memoria son expresiones esperanzadoras del ejercicio ciudadano nicaragüense, en contra del olvido y por la construcción de un Estado social de derecho, tolerante y protector de derechos y libertades.

La contienda tiene el potencial de generar importantes acciones innovadoras, la constitución de actores sociales e, idealmente, la construcción de una identidad social basada en el reconocimiento (McAdam, Tarrow y Tilly, Dynamics of Contention 2001). El proceso está en sus albores, y el Estado-partido no respeta ni garantiza las reglas básicas de la contención democrática. En ese contexto adverso, el valor y la imaginación de los movimientos sociales nicaragüenses son esenciales para vencer el silencio y hacer memoria.

*Director de operaciones del Guernica Centre for International Justice, organización que integra la Coalición por la Justicia en Nicaragua.


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