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Fetichismos y otras dunderas

Existe un sinfín de ejemplos de tantas estafas económicas, políticas, ideológicas, culturales y emocionales ocultas tras los fetiches

Onofre Guevara López

3 de enero 2017

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Desde cuando los primeros habitantes de este pequeño planeta que después llamaron “La Tierra” –y la creyeron el centro del universo—, y cuando sus terribles fenómenos naturales los halló indefensos y temerosos, se vieron en la necesidad de encontrarse una explicación a los fenómenos, lo que, es natural,  estaban muy lejos de poderla hallar.  Cualquiera que fuese el fenómeno, siempre les encontraban una causa satisfactoria para su inquietud.  Un hábito  que aún sobrevive en este Siglo XXI de los inventos inverosímiles y del máximo nivel de desarrollo, pero su fetichismo sigue vigente, practicado por otros motivos y con diferentes métodos.

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Los hombres primitivos suplían la falta de certezas con el auto engaño, y si al principio creaban fetiches de piedra o madera para creerlos sus dioses creadores y luego postrarse en adoración ante ellos, ahora crean fantasías ideológicas para auto satisfacerse y justificar sus ambiciones.  Sus dioses primigenios del sol, el agua, la lluvia, la tormenta o del cielo –entre múltiples dioses y otros fetiches—, muchos aún los siguen venerando transformados en “estrellas” del cine, en “reinas” y “reyes” de cualquier actividad, sean de la banalidad, del deporte o la vulgaridad, pero llenan sus necesidades en la vida espiritual, a muchos otros les sirven como instrumentos para el “diversionismo” político.

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Y si antes, demasiado “antes” en la vida social y humana, también tuvieron su dios del tiempo; ahora, en este tiempo, veneran hasta los días, los meses y los años –y nutren el calendario de “días-homenajes” a todo lo existente—, en su mayoría fetiches estimulantes del comercio local e internacional.  En especial los días del finales de cada año, les gusta hacer el recuento acerca de a quién o a quiénes “favoreció” el año que terminó, o quiénes “ganaron” sobre los demás en cualquier actividad –sea en lo deportivo, o en lo político—, y la guerra tampoco le es ajena en eso de ser el mejor o el “ganador” del año. Todo, atribuido a un período determinado, como si no tuvieran causas específicas emanadas de la actividad social. El tiempo pues, expresado en trozos, se utiliza en función del fetiche preferido para plasmar en un hecho cualquiera el motivo de su adoración.  Pienso en sentido general, pero es obligado pensar en lo que ocurre en lo concreto.

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Ejemplos del fetichismo político, pueden verse en los órganos diz que informativos, pero en realidad, son de abierta propaganda del gobierno o de intereses de particulares.   Algunos medios, incluso, tienen doble servidumbre ante el gobierno y ante la empresa privada, a los que veneran por igual y al mismo tiempo, como sus fetiches o dioses del progreso económico del país.  Solo vean estos  titulares, en apenas uno de esos órganos, en sus ediciones de finales del año recién finalizado: “Oposición se quedó sin líder en el 2016”, y sin profundizar en las causas (aunque todo el mundo sabe son la falta de democracia, la violación de derechos y la manipulación política).  Y agregó otro titular: “Nicaragüenses apoyaron la democracia”.  Así, sin hablar de causa alguna, dos titulares fetiches para satisfacer al gobierno.

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Y hay más: “Fueron los mejores tiempos y los peores”; otra vez el tiempo como fetiche de lo mejor para unos y lo malo para otros, sin hacer referencias a las causas.  Pero en otros titulares posteriores revelan objetivamente a los protagonistas de cada situación: “La oposición de mal en peor” y, después otros que satisfacen el fetichismo del editor, porque conviene a sus fetiches, el gobierno y al capital: “2016 positivo para inversiones” y “Boom de la construcción”.  Es decir, todo el año pasado fue el benefactor de sus fetiches, y no como resultado de una política que estimulara las inversiones, sin aclarar nada sobre el tipo de inversionistas son (menos distinguir a que vienen con una maleta llena de dólares para “lavarlos” con urgencia –en la construcción u otras industrias—, antes de que la justicia de sus países indaguen sobre su origen).  Y, por otra parte, ¿a cuál de esos inversionistas le puede interesar saber quiénes irán a comprar las construcciones? ¿O si las comprarán ellos mismos por medio de testaferros, para continuar con la “lavendería”?

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Existe un sinfín de ejemplos de tantas estafas económicas, políticas, ideológicas, culturales y emocionales ocultas tras los fetiches como existen fetichistas en permanentes funciones.  Y por ello, son inagotables en sus formas como en su conversión en juicios esquemáticos sobre los hechos políticos más disímiles.  De esos esquemas-fetiches ya se ha escrito mucho, aunque algunos, por ser los más actuales, no dejan de repetirse en los medios de comunicación de todo el mundo, sobre todo los vimos al final del ahora difunto 2016.

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Por eso, puede verse a ilustres comentaristas lamentándose de hechos que no cumplieron sus deseos o en los que tienen esperanzas de mejorar condiciones para colmar sus intereses políticos.  Y, en seguida, se postran de modo imaginario ante su fetiche ideológico del tiempo para pedir que este año 2017 les satisfaga sus deseos de ver el final del gobierno de Maduro en Venezuela y que a su propia tendencia política le traiga como un regalo su conversión en algo similar a la derecha venezolana, con lo cual piensa que le cambiaría también su incapacidad, con una capacidad de acción fuerte, tanto como supone aquella oposición tiene allá, para luego poder derrotar al gobierno de aquí.  (Por supuesto que no es esta una repetición textual de su escrito, sino mi propia interpretación).   En todo caso, sus deseos parecen irreales, pero resultan ser muy ciertos, aunque parezcan ridículos y de imposible ejecución, como todo lo no que nace de la práctica social.

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Estamos pues, viendo cómo ahora se están utilizando los fetiches bien “modernizados”, pero con los mismos fines de auto satisfacción, como si el montón de siglos pasados no significaran nada para los nuevos fetichistas.  Las piedras ya no las usan para fabricar sus dioses, pese a que todavía hay mucha piedra en la tierra, y tampoco la madera, aunque esta es más escasa por efecto de la deforestación.  Pero a los fetichistas les quedan muchas ideas para fabricarse la cantidad de fetiches que quieran o los que les sean necesarios a sus intereses.

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Ruperta y Ruperto:

  • A un fetiche deportivo nacional lo nombraron el “Personaje del año”, Rupertó…
  • Si aquí prevaleciera un sentimiento patriótico auténtico, Rupertá, la única nicaragüense que merece un reconocimiento tal… ¡se llama Francisca Ramírez!
  • Pero no con el objetivo de adorarla, Rupertó… ¡sino para seguirla!

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  • En todas partes se fabrican fetiches, Rupertá; ahí tenés a Barak Obama, a quien lo tienen como gran demócrata, pero le quiso dejar a Trump una situación de guerra con Rusia, expulsando a 35 de sus diplomáticos, a pocos días de abandonar el cargo…
  • Tiene razón quien dijo una verdad sobre Obama, y con ello le hizo un retrato hablado de su alma, Rupertá: Obama es… ¡”El negro más blanco del imperio gringo”!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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