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Escenarios sin análisis político

¿Cuál es la solución a la situación de crisis de gobernabilidad? ¿Hacia dónde se mueve el péndulo de las contradicciones sociales?

Fernando Bárcenas

17 de febrero 2021

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En Confidencial del 16 de febrero, Bonifacio Miranda, exasesor jurídico de la UNAB, publicó un artículo titulado “Dos posibles escenarios: ¿se repetirá 1984 o 1990?”, en el cual, no hace un análisis metódico de escenarios, pero, concluye con una lógica tortuosa que hay que participar en las elecciones de Ortega, aunque sean seguramente fraudulentas.

Un análisis de escenarios complementa a un análisis político, estudia riesgos, ve oportunidades y amenazas para determinado objetivo estratégico, le da un valor de probabilidad a cada situación incierta. Pero, lo prioritario en dicho análisis probabilístico del futuro es analizar el contexto de la situación política actual, a fin de trazar una estrategia de acción que consolide el objetivo perseguido. En nuestro caso, la liberación de Nicaragua del orteguismo, que pasa por una coyuntura electoral (pero, que no se agota ahí).


Escribe Miranda en dicho artículo:

“Vivimos una calma social, creada por la mano de hierro de la dictadura, las tensiones sociales continúan acumulándose peligrosamente”.

Una mano de hierro dictatorial no crea calma social, sino, al contrario, crea una situación de crisis abordada con medidas extremas. Estrangular a la sociedad policialmente y con leyes represivas paralizantes no da calma social más que en apariencia muy superficial, mientras bajo la piel la sociedad se descompone cultural y políticamente, los trabajadores enfrentan un grave deterioro en sus condiciones de existencia, retrocede el país décadas hacia el subdesarrollo y hacia la penuria humana. Todo lo cual, muestra una tendencia al enfrentamiento social contra la dictadura, para reconstruir la nación. Hay una confrontación esencial en desarrollo.

Como vemos, hay una apreciación distinta de la situación política actual. Miranda pondera al máximo el poder de la mano de hierro, mientras la situación social de las masas, para él, no tiene relevancia política. No es parte vital del análisis de escenarios.

Si las tensiones se acumulan bajo la represión, para Miranda, ¿ello, históricamente, es peligroso para quién?

¿Cuál es la solución a la situación de crisis de gobernabilidad? Este es el objetivo político por el cual se hace un análisis de escenarios, para reaccionar a los cambios plausibles de la situación política actual, a fin de incidir, con los trabajadores, en la construcción de un futuro necesario deseable, previendo, a pesar de la línea de tendencia, discontinuidades no deterministas. Se trata de un análisis metódico, no de hacer lucubraciones infantiles.

En este período electoral, Ortega, en vista del descontento extremo de la población, necesita, matemáticamente, hacer fraude electoral. Y, a la vez, necesita que las elecciones tengan cierta credibilidad internacional. Pero, ante las consecuencias de una u otra alternativa, su necesidad más apremiante es el fraude. Luego, el régimen policíaco es imprescindible para ocultar la manifestación del descontento masivo, que podría dividir a la base orteguista y precipitar su caída. En consecuencia, el régimen policíaco y el fraude son las dos hojas de la misma tijera en esta coyuntura electoral.

Las reformas electorales de Ortega podrán tener alguna expresión jurídica, pero, sin valor práctico. Por parte de Ortega esa es su estrategia de acción que, con la complicidad negociadora, nacional e internacional, podría darle relevancia al aspecto formal de sus reformas, inconsecuentes en la práctica. Ortega puede facilitar, por ejemplo, la obtención de personería jurídica e inhibir a discreción. Facilitar el regreso de los exilados y cazarlos a discreción. Soltar presos políticos y retener a quien le parezca a discreción. La discrecionalidad es la esencia del poder dictatorial, en especial, en esta coyuntura electoral (que para él implica cierto riesgo concreto).

¿Qué ha negociado Ortega a escondidas con el gran capital? ¿Qué otras fuerzas, o sucesos, inciden en pro o en contra de la estrategia de Ortega? ¿Cuál es la postura real de la OEA, cuáles son sus limitaciones? ¿Cómo incide la oposición electorera, unida o dividida, en las decisiones del resto de agentes? ¿Qué negociará Ortega con los EEUU? ¿Qué disposición a votar tiene la población, en función de qué variables? ¿Qué puede precipitar otra sublevación de la población? ¿Hacia dónde se mueve el péndulo de las contradicciones sociales?

Son puntos de investigación de partida en el análisis de escenarios. Luego, a medida que se respondan algunas interrogantes, surgirán otros puntos de investigación por ahora desconocidos.

El análisis de escenarios concluye en ¿cuál sería la planificación estratégica a partir de la situación política actual en desarrollo? Una planificación sensible a las diversas fuerzas en lucha. Para ello, hay que definir un proyecto político y los principios políticos que lo rigen. Pues no hay un análisis de escenarios neutral, sin objetivo.

¿Hay un futuro deseable por el que se requiere actuar coherentemente en la incertidumbre y el riesgo? ¿Cuál es ese futuro posible y necesario en el corto, mediano y largo plazo?

Miranda escribe como si fuese un asesor neutral que traza, lo que mal llama escenarios, a voluntad. Anuncia dos escenarios (el de 1984 y el de 1990), pero, no ve más que uno. ¿Cuál es su proyecto político neutral? En el artículo responde a esta pregunta: dar la “batalla electoral” en el fraude (¡). A esa participación colaboracionista en el fraude, le llama “dar la batalla”.

A la mayoría de la población le preocupan los efectos de la crisis en sus condiciones de existencia, no el sistema electoral. Las masas desean reformas o cambios políticos que repercutan positivamente sobre sus condiciones de existencia. Allí radica el arte de la agitación política en el seno de las masas. Miranda no es un agitador político de masas, sino, un pobre asesor putativo de la oposición tradicional, que nadie contrata. En consecuencia, escribe como asesor crítico sobre lo que llama escenarios:

“Un primer escenario sería que Ortega ofrezca una reforma electoral, aunque existe una alta probabilidad que los actuales precandidatos sean inhibidos por los magistrados del CSE, lo que puede desatar una histeria abstencionista”.

Por supuesto, lo que desataría el abstencionismo es el fraude electoral previsible por las masas, aunque se promulguen reformas electorales en el papel. Como vemos, Miranda hace referencia no al escenario de 1984 ni al de 1990 (como prometió), sino, a un fraude electoral por vías de hecho, con Ortega inhibiendo a discreción. Ortega, como si se tratara de un juego de bolos, escogería al candidato de la oposición que quede en pie.

Luego, Miranda describe lo que él llama segundo escenario:

“Un segundo escenario es que Ortega realice el proceso electoral bajo sus propias reglas. En ese escenario, si no hay reforma electoral, o esta es insuficiente, la oposición estaría contra la espalda y la pared, ante una gran disyuntiva: pregonar la abstención o librar la batalla electoral bajo las condiciones del momento”.

Las reglas propias de Ortega, en esta circunstancia electoral, es el fraude (el mismo del primer escenario). Según Miranda, Ortega tiene en sus manos, a voluntad, poner a la oposición tradicional contra la pared. La realidad es más compleja, y los actores, internos y externos, son más que estos dos, de modo, que Ortega debe tomar en cuenta, más allá de la debilidad de la oposición tradicional puesta contra la pared, las distintas consecuencias que se derivan de sus decisiones (que Miranda pasa por alto).

Fuera de los escenarios, Miranda incita abiertamente a la oposición tradicional, de espaldas a la pared, a resolver la disyuntiva colaborando con el fraude orteguista (a lo que él llama dar la “batalla electoral”).

Concluye Miranda:

“Hay que tener un discurso convincente y trabajar duro en la organización. El mayor peligro es caer en la tentación de la abstención, hacia donde nos quieren llevar, facilitando los planes de perpetuación de la dictadura”.

El abstencionismo, como todo en la vida, es algo que adquiere significado concreto, relativo a las circunstancias (no es algo absoluto como pretende Miranda, quien actúa como colaboracionista de Ortega en términos absolutos). En política, las consignas surgen de una observación metodológica de la realidad (no de abstracciones de asesores putativos).

El abstencionismo puede ser combativo, depende de las circunstancias. Lo que decide el carácter del abstencionismo es el nivel de conciencia política de las masas en las circunstancias concretas (lo que concierne a las masas es una dimensión política desconocida por Miranda). Si las masas, en su amplia mayoría está convencida que las elecciones son fraudulentas y que no sirven para resolver la crisis que las agobia, entonces, un político serio, salido del seno de las masas, llama a la movilización directa contra la dictadura, no a participar en el fraude electoral repudiado por las masas. Poco importa lo que crea la oposición electorera de espaldas a la pared o Miranda.

Insiste Miranda en términos absolutos:

“La oposición debe prepararse para luchar en cualquiera de estos posibles escenarios, y dar la pelea electoral bajo circunstancias adversas. Debe luchar en cada territorio para derrotar el miedo”.

Prepararse para luchar en cualquier escenario…, ¿es la conclusión de un análisis de escenarios? ¿En lugar de decir qué lucha emprender y cual no? ¿Qué pelea electoral debe dar la oposición tradicional en circunstancias adversas, según Miranda? Todo táctico aconseja, en cambio, a no dar pelea en circunstancias tácticas adversas, a menos que sea irremediable, es decir, que no haya escape. Tácticamente, siempre que se pueda planificar se debe buscar circunstancias favorables para pelear, es lo más básico de la práctica combativa desde los albores de la humanidad.

¿La abstención electoral facilita los planes de perpetuación de la dictadura…? En cambio, colaborar en un proceso electoral viciado, plenamente fraudulento a los ojos de las masas, ¿sería dificultar los planes de Ortega? Para Miranda, que no ve más allá de la oposición tradicional de espaldas a la pared, no hay otra forma de lucha que no sea electoral.

Este discurso, vacío y entreguista de Miranda, que no concibe el rol independiente de las luchas de masas, es el que facilita los planes fraudulentos de Ortega, usando la lógica sui generis del orteguismo.

*Ingeniero eléctrico

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Fernando Bárcenas

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