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En homenaje a Luis Barrios, mi 'Akela'

Luis Armando Barrios Sevilla fue un destacado dirigente Scout, fallecido en Managua este martes 14 de septiembre

El dirigente Scout Luis Armando Barrios Sevilla, con Yolanda, que lo acompañó durante las últimas décadas de su vida. Imagen tomada de su perfil en Facebook.

Iván Olivares

15 de septiembre 2021

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Hace poco más de un año que hablé con él. Yo acababa de publicar un obituario comunicando la muerte del profesor Gustavo Wilson, uno de los fundadores del Movimiento Scout en Nicaragua, y Luis tenía una pregunta que hacerme. Platiqué con él, y me molesté con él, pero no podía regañarlo: fue mi jefe en los Scouts a finales de la década del 70, y yo todavía lo consideraba como tal.

Aún lo veo así.


La mañana de este martes 14 de septiembre recibí la triste noticia de la muerte de Luis Barrios, mi Akela y el de muchos más, incluyendo mis hermanos, y muchos, muchos antiguos lobatos que ahora rondarán los 50 años.

Luis tenía una gran energía. Si le proponías un proyecto de desarrollo, un plan para impulsar el Movimiento Scout o para buscar recursos para determinada meta, tomaba un lápiz y una libreta y se ponía a desarrollar y enriquecer la idea -a parir, decía él- y en poco tiempo te presentaba un plan completo, con todos los elementos necesarios para echarlo a andar.

Entré a los Scouts en 1976, a la edad de 10 años, y calculo que ya para 1977 estaba trabajando bajo las órdenes de Luis, incluso en la época en que caminábamos unos dos kilómetros desde las Américas 3 hasta la colonia Primero de Mayo, para tener nuestras reuniones de manada.

Él nos enseñó a pisar en la misma huella del lobato que iba adelante, de modo que un eventual perseguidor no pudiera contar nuestras pisadas para saber cuántos éramos. De hecho, siempre he pensado que fue en esa época que aprendí a caminar de la forma en que lo hago hoy, así que por muchas décadas he pensado que, sin quererlo, fue Luis quien me enseñó esta forma de caminar.

El 1 de septiembre de 1979 se fundó el Grupo Scout 17 Náhuatl, al que todavía pertenezco, y aunque no estuve presente en la primera reunión, lo recuerdo el sábado 8 de septiembre pasando por mi casa, y preguntándole a mi mamá: “¡Luisa! ¿Querés que tus hijos sigan en los Scouts?”, a lo que ella afortunadamente dijo que sí, así que ese día, junto con mis hermanos Jorge y Sergio, regresamos a los Scouts.

Sergio tendría la fortuna de seguir siendo su lobato y de formar parte de la mejor manada que ha tenido el Grupo Scout. Una manada que me gusta pensar que se podía dirigir a control remoto, gracias a la increíble calidad de los cuatro seiseneros que Luis Barrios pudo formar: Sergio Olivares, mi hermano, además de Leonel Mendoza, Orlando Mejía y Marlon Martínez, a los que promesó la mañana del 7 de junio de 1980, en El Crucero.

"¡A-ke-la! Haaaaaareeeemos… ¡lo mejor!"

Unos años después, cuando me tocó hacerme cargo de mi tropa scout, Luis pasó a ser uno de mis adiestradores. No era el único, pero yo tenía una conexión especial con él, siendo que me conocía desde niño, así que era de esperarse que estuviera más pendiente de su antiguo lobato, enojándose conmigo más que los demás adiestradores cuando yo reaccionaba de forma irresponsable (como Baloo con Mowgli, cuando le enseñaba la Ley de la Selva), pero también mostrando su orgullo cuando yo hacía algo bien en esos añorados cursos de adiestramiento de la primera mitad de los años 80, cuando hice a muchos de mis mejores viejos amigos.

Con mi hermano Sergio, el día que llevamos a Luis, nuestro Akela, a ver la película "El Libro de la Selva", en abril de 2016.

Uno de esos momentos especiales fue el 3 de agosto de 1985, cuando la Comisión Nacional de Adiestramiento me honró al convertirme en el primer Insignia de Madera de mi generación. Esa tarde, Luis lloró después de la ceremonia. Nunca le pregunté por qué, pero es de imaginar el orgullo que sintió de ver a su antiguo lobato, investido como Dirigente Scout a los 19 años de edad.

Unos años más tarde, Luis creó (parió) su propia organización: La Fundación Flor de Liz, con la que llevó el Movimiento Scout al norte del país y, más recientemente, ante la dificultad para mantener unidos a los viejos Scouts, decidió que, más que hacer planes para ejecutarlos algún día, podía aportar al Escultismo ofreciendo sus conocimientos a las nuevas generaciones de jefes de manada, así que dictó un Curso Internacional que contó con la participación de dirigentes de muchos países del continente.

Luis está muerto, y no se le podrá rendir los homenajes que se merece. Más que imaginarlo grave en un hospital, prefiero visualizarlo de la misma forma en que Mowgli encontró a Akela, después de la batalla contra los dholes, los perros rojos del Dekkan.

Rudyard Kipling lo narra así en El Libro de las Tierras Vírgenes, que presenta el fondo romántico en que se basa el programa clásico del Lobatismo:

"...bajo un montón de nueve cadáveres, vio surgir la cabeza y los cuartos anteriores de Akela. Mowgli cayó de rodillas al lado del Lobo Solitario.

-¿No te dije que ésta sería mi última pelea? -dijo Akela, jadeando-. Ha sido una buena caza…

Muy cuidadosa y suavemente, Mowgli apartó los cuerpos amontonados y puso en pie a Akela, abrazándolo, y el Lobo Solitario resolló con fuerza y empezó a cantar la Canción de la Muerte que todo jefe de manada debe cantar al morir. Adquiría mayor fuerza por momentos, elevándose, resonando a través del río, hasta llegar al grito final de: "¡Buena caza!" Entonces se arrancó Akela de los brazos de Mowgli por un instante, y, saltando en el aire, cayó de espaldas, muerto, sobre la última y terrible matanza".

Luis, mi (nuestro) Akela: escribo este texto como primer homenaje, porque algún día, cuando pueda regresar a Nicaragua, iré a visitar tu tumba. Mientras tanto, solo quiero dejar aquí el texto de la Canción de Despedida de la Manada, que entono con lágrimas en los ojos:

Te vas de la Manada

buscando un nuevo rastro.

Que tengas Buena Caza,

¡adiós, hermano, adiós!

Con él están Los Cuatro,

no le quieren dejar.

Con él están Los Cuatro,

Baloo, Bagueera y Kaa.

Termina aquí tu rastro,

decídselo a la selva.

Que tengas Buena Caza,

¡adiós, hermano, adiós!

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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