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Emergiendo una era de transformaciones democráticas

Sobrevivirán los partidos, los liderazgos, los movimientos y grupos sociales que quieran servir a su sociedad

Ciudadanos bolivianos celebran la renuncia del presidente de Bolivia, Evo Morales, este domingo en Santa Cruz (Bolivia). // Foto: EFE

Cefas Asensio Flórez

9 de diciembre 2019

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Después de 30 años de la caída del bloque socialista América Latina ya ha experimentado los modelos políticos alternativos vigentes desde entonces. La derecha neoliberal con sus ajustes estructurales y la estrategia de la sobreviviente izquierda radical bajo el paraguas del ALBA. Pero la sorpresiva y generalizada oleada de protestas ciudadanas que hoy los pueblos latinoamericanos manifiestan, claramente demanda mucho más que opciones partidarias, ideológicas o de grupos de poder. Es cierto que las contradicciones se pueden agudizar con consecuencias impredecibles, por lo que es mejor sanar esta profunda fractura social continental que urge de consensos democráticos nacionales efectivos en todos los países.


Evidentemente, un contexto de globalización de las comunicaciones propicia el contagio de las protestas en un vecindario continental de raíces históricas comunes. Aun así, es claro que las propuestas de la izquierda no superan todavía sus propias experiencias de clientelismo y asistencialismo. En Cuba, Venezuela y Nicaragua esta izquierda ha profundizado las divisiones sociales, anteponiendo su lucha de clases en permanente tensión por la violencia. Por ser dictaduras, las soluciones democráticas vendrán oportunamente a estos países por medio de su sostenida resistencia cívica.


Mediante procesos diferentes y con distintos niveles de tensiones internas importantes, en Bolivia, Ecuador, México y Argentina, hay signos que apuntan más hacia oportunidades de entendimientos nacionales; no obstante, estas oportunidades representan todavía pruebas claves a la capacidad de inclusividad de esos gobiernos para evitar o superar las contradicciones sociales.


Los gobiernos neoliberales, creyéndose estar bajo protección del voto castigo contra las izquierdas, dígase Chile, Honduras, Brasil y Colombia, ahora enfrentan demandas ciudadanas por sus programas de ajuste estructural que también han dividido a las sociedades, generando modelos de crecimiento favorables a grupos económicos, igualmente carentes de consensos. Esto parece ser también el desafío para el nuevo gobierno de Uruguay.

Los pueblos latinoamericanos, sin distinción de clases sociales, se han levantado frente a gobiernos desconectados de las realidades sociales, independientemente de sus signos ideológicos. Gobiernos e instituciones de derecha que se aíslan con huecos discursos de democracia representativa; y gobiernos de izquierda con discursos populistas que, bajo la figura de democracias participativas, centralizan el poder y las instituciones. En síntesis, estas élites políticas han sido rebasadas por las exigencias de multitudes de jóvenes, indígenas, grupos sociales marginados, y toda suerte de víctimas de abusos del poder que demandan justicia.

Apartando las expresiones de violencia, las cuales deben controlarse, vengan de donde vengan, estos levantamientos de los pueblos son expresiones auténticas de un continente que va asumiendo su destino y se transforma democráticamente desde abajo y sin caudillos. Pero requieren de organización y conducción constructiva; aunque no de las organizaciones y agitadores políticos tradicionales, quienes buscan usufructuar estos descontentos.

Hoy por hoy, la gobernabilidad cuestiona todo estilo de poder por el poder. Gobernar de ahora en adelante parece posible sólo por medio de consensos con los actores sociales y real independencia de los poderes institucionales. Está en juego cómo los liderazgos y movimientos sociales emergentes encarnan y fomentan sin manipulaciones los valores democráticos, construyen acuerdos inclusivos, fomentan y ejercitan el diálogo, respetan y promueven los derechos humanos, y unifican visiones de naciones con todos los actores. En realidad, pareciera una emergente y desafiante era de democracias auténticas, en la que la educación será clave para sostenerlas con competencias y valores.

Latinoamérica se está transformando a sí misma.  Sobrevivirán los partidos, los liderazgos, los movimientos y grupos sociales que quieran servir a su sociedad, conectados verdaderamente con sus pueblos. Sobrevivirán sólo quienes quieran ser parte de estos cambios, siendo capaces de evolucionar y transformarse auténticamente a sí mismos. A los demás, a quienes crean y quieran seguir en los ciclos de imposiciones y del poder por el poder, mucho más temprano que tarde, la historia los olvidará.

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Cefas Asensio Flórez

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