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El narcotráfico a escala global

Sus operaciones a escala planetaria están vinculadas con la economía formal a través de redes financieras internacionales.

Guillermo Rothschuh Villanueva

25 de octubre 2020

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Mientras los sociólogos quedaban rezagados en el análisis del narcotráfico, los periodistas les sacaban ventaja. Manuel Castells se queja de su reticencia por hacerse cargo del tema, en el tercer tomo de su trilogía la Era de la información, (Siglo XXI Editores, México, 1997). Elogia a los periodistas por haberse colocado a la cabeza. El narcotráfico crecía desaforado invadiendo continentes, los sociólogos alegaban carecer de datos suficientes para abordar el cáncer que devoraba países, penetraba el Estado, alimentaba el imaginario de los cantantes, daba origen a una nueva forma de cultura, ponía de rodillas los sistemas judiciales, amansaba a los políticos y acrecentaba las ganancias de los cárteles más abusados, sembrando pánico, dolor y muerte.

La posición de los sociólogos distaba leguas luz de la claridad con que los escritores asumían con urgencia la necesidad de abordar un fenómeno inescapable. Uno de los primeros novelistas en dimensionar su expansión por el mundo fue Arturo Pérez-Reverte. La reina del Sur (Alfaguara, Madrid, 2002), un parto deslumbrante. La televisión se hizo cargo de mostrar las formas operativas de los narcos. Netflix empezaría a poblar su plataforma de streaming con películas y series sobre el auge de una modalidad delincuencial que se explayaba por todo el orbe. Con enorme visión el catalán muestra cómo el narcotráfico despliega alas por México, Colombia, Marruecos, España, Italia, Rusia, para dimensionar su voracidad tentacular.


El periodista Julio Scherer García sintió deseos de darle vuelta al torniquete. Personas conocedoras del bajo mundo afirmaron que Teresa Mendoza era una versión mejorada de Sandra Ávila Beltrán, verdadera reina del Pacífico. Scherer García creyó justo entrevistarla mientras guardaba prisión en una cárcel de alta seguridad, para que Teresa contara su versión sobre sus andanzas por las drogas. La reina del Pacífico/Es la hora de contar (Grijalbo, 2008), es un testimonio de primera mano, el periodista deja que sea Ávila Beltrán quien exponga su vida. Verdadero maestro de la entrevista, Scherer García no la juzga, le pide explique su involucramiento en diversas actividades delincuenciales con el ánimo de conocer el origen de su fortuna.

Prueba evidente de la importancia que los periodistas dan a la narcoactividad, se comprueba con el creciente número de muertos entre sus filas, al por poner en perspectiva una actividad que corroe los cimientos de la sociedad. En México ocupan el primer lugar de asesinados. También ha dado origen a formas oblicuas de censura y autocensura. Así lo denunció el periodista Javier Valdez Cárdenas, en uno de sus tantos libros referidos al tema: Narco periodismo, (Penguin Random House, México, 2016). Ante el temor que periodistas y salas de redacción fuesen objeto de narco-atentados algunos diarios decidieron no airear el asunto. El auge de los medios electrónicos trajo como contrapartida incomodarlos lo menos posible.

La ascendencia de la narcoactividad llevó a Tomás Borges, egresado de la Academia de la Policía Federal Preventiva de México, a escribir un libro con tintes de erudición. Maquiavelo para narcosEl fin justifica los miedos (Planeta, 2008), exalta a Enedina Arellano Félix. Adquirió visos de leyenda al hacerse cargo del cártel de su familia. Abandonó su carrera de economía y junto con su hermano Eduardo, médico egresado de la Universidad Autónoma de Guadalajara, se pusieron al frente del cártel de Tijuana. Contrario a la reina del Pacifico, Enedina se impuso la discreción y perfil bajo como norma. Para Borges, un capo comparable a Catalina Sforza. Una hazaña. Simboliza que las mujeres no son solo sirven como muleras o damas de compañía.

Con lucidez propia de los grandes escritores, Sergio Ramírez expone en su ensayo El esplendor de la invención (Temas y motivos de la escritura narrativa en América Latina), que aparece en su libro Señor de los tristes- Sobre escritores y escritura, (Editorial, Universidad de Puerto Rico, 2006), una tesis totalmente contraria a la expuesta por ciertos sociólogos. Explica que en este nuevo siglo solo cambian las variables de la historia pública. “La novela latinoamericana seguirá apegada a la tradición de exponer lo extraordinario que proviene” de una historia que “asombra y deslumbra, desconcierta y maravilla, encanta y horroriza”. Después propone al narcotráfico como primer tema del que deberían hacerse cargo los novelistas de esta parte del mundo.

Por mucho que algunos sociólogos hayan errado el tiro, el narcotráfico y distintos cárteles, sirven como fuente nutricia para distintas bandas gruperas mexicanas. Cantan sus hazañas y recrean sus acciones. Los narcocorridos forman parte del catálogo de diversas compañías musicales. Algunas bandas musicales y compañías cinematográficas sienten picazón por exaltar al Chapo Guzmán, figura prominente —si es que la hay en el universo de las drogas. Otras producciones narran la vida y milagros de Pablo Emilio Escobar. Entre la enorme cantidad de series, películas y documentales sobre narcotráfico y crimen organizado que pueblan el inventario de Netflix, destacan los nombres de estos dos hampones. No es para menos.

Darle la espalda a uno de los fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales, que desafían la existencia de nuestras sociedades, sería un craso error. Las críticas provenientes de diversos estratos culturales aduciendo que muchas de las producciones televisivas y cinematográficas constituyen una apología de la delincuencia, no dejan de ser justas. Los colombianos cuestionan el desbalance favorable que tienen los mal hechores en el tratamiento de la acción. Sin dejar de reconocer la importancia de su preocupación, hay que estar claros que no todo es blanco y negro. El actor Mauricio Ochmann, quien hacía el papel de Chema en la serie El señor de los cielos, renuncio a su papel afirmando que hacía apología del crimen.

La cantidad de libros dedicados al narcotráfico continuará creciendo. En la medida que la contención de los cárteles resulte infructuosa, mayor será la tentación. Es pensable que en esa misma proporción economistas, periodistas, cantantes, directores cinematográficos y productores televisivos seguirán cantando, analizando, escribiendo e invadiendo salas de cine y televisivas. América Latina experimenta un fenómeno similar al que vivió la sociedad estadounidense durante las décadas subsiguientes al desarrollo del hampa, debido a la prohibición de la venta de alcohol durante la Ley seca. En mi adolescencia me pegué a la pantalla del televisor para seguir de cerca a Los intocables, comandados por el Eliot Ness, el policía que detuvo al famoso Al Capone.

Cómo atraería televidentes la serie de Los intocables, que sería llevada a la pantalla grande. La actuación de Robert De Niro, interpretando el papel de Al Capone, no fue menos sorprendente que el trabajo de Kevin Costner, como Eliot Ness y Sean Connery como Jim Malone. El primero demuestra inescrupulosidad partiendo con un bate la cabeza de uno de sus compinches; el segundo lidera las acciones y el tercero es asesinado atrozmente en su apartamento. Creo que muy pocos miembros de mi generación se quedaron sin ver una puesta en escena que fagocitó nuestra adolescencia y juventud. Todavía no habían nacido las redes del narco que operan hoy a escala global. La televisión era entonces en Nicaragua en blanco y negro.

En estos días de encierro decidí ver las siete temporadas de El señor de los cielos, una coproducción de Telemundo Global Studios, Argos Comunicación para Telemundo y Caracol Televisión. Quienes conocen de cerca los altibajos de la política mexicana, descubren fácilmente que la trama fue urdida de manera ingeniosa. Los guionistas Luis Zelkowicz y Mariano Calasso lograron una melange prodigiosa. Una serie de esta magnitud requería actrices y actores colombianos, venezolanos, españoles y mexicanos. Las escenas transcurren por Colombia, México, España, Grecia y Turquía. No solo políticos y policías mexicanos son corruptos, también lo son agentes de la DEA y la CIA. La serie los deja al desnudo. Nada nuevo argumentarán algunos.

Los nombres de los presidentes mexicanos aparecen con ligeras variantes, igual que el de la conocida periodista Carmen Aristegui. Los mexicanos deben haberse relamido del gusto. ¿Cómo vería El señor de los cielos la clase política? ¿Qué impacto causó entre las corporaciones militares y policiales mexicanas? ¿Cómo la han recepcionado los cárteles mexicanos y colombianos? La primera temporada se inició el 16 de abril de 2013 y la séptima concluyó el 31 de enero de 2020. El sabor que queda en la boca es amargo. Da la impresión que en México todo está perdido. El sesgo político de la serie es evidente. Los gobernantes de México, Cuba y Venezuela, son también los malos de la película, protegen y reciben todo tipo de beneficios de los cárteles.

La detención del general Salvador Cienfuegos, por la DEA en Estados Unidos, el 15 de octubre recién pasado (se desempeñó como secretario de Defensa Nacional durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto), estremeció las vértebras de la política mexicana. El presidente Andrés Manuel López Obrador, lamentó que la organización antidrogas no haya compartido información. El encarcelamiento del alto cargo mexicano evidencia la penetración del narco en las esferas del Estado. Cienfuegos es el funcionario de mayor rango detenido en Estados Unidos, por estar coludido con los cárteles de la droga. El hecho salpica a la institución militar, en momentos que el presidente mexicano acrecienta su poder. El tema quedó abierto a debate.

Se ha vuelto hábito recordar la propuesta de Pablo Emilio Escobar de pagar la deuda externa de Colombia. Los cárteles terminaron convirtiéndose en poderes fácticos. Siembran el terror y desestabilizan a las autoridades constituidas. Como explica Manuel Castells, la economía y la política de muchos países (Italia, Rusia, México, Bolivia, Perú, Venezuela, Turquía, Afganistán, Birmania, Tailandia, Japón, Taiwán, Luxemburgo, y Austria) “no pueden comprenderse sin considerar la dinámica de las redes criminales presentes en su funcionamiento diario”. Sus operaciones a escala planetaria están vinculadas con la economía formal a través de redes financieras internacionales. Son organizaciones que pasman nuestra imaginación. ¿Una enfermedad incurable?

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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