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El impacto de las remesas en América Latina y el Caribe

El crecimiento continuo en los flujos de remesas parece estar ocurriendo en países frágiles

Banco Central de Nicaragua calcula un aumento del 3.5% en las remesas en 2018

Manuel Orozco

9 de marzo 2017

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En un contexto de alta incertidumbre en los Estados Unidos y que ya comienza a afectar a la población migrante, el flujo de remesas permanece como un vínculo importante entre la economía estadounidense y las de América Latina y el Caribe. En un contexto, también, de mucha especulación, este artículo analiza las tendencias más importantes en cuanto a remesas que se dibujaron durante el año pasado.

En el 2016,  el flujo de remesas a América Latina y el Caribe superó los 70 mil millones de dólares,[1] lo cual representa un incremento de casi 8% en comparación con el 2015. El aumento apunta a un crecimiento continuo de estos flujos en el periodo posterior a la recesión económica de 2008.


Hay varios factores que pueden explicar este crecimiento. En el caso de México –que aún representa casi el 40% del total de remesas enviadas desde Estados Unidos— son más los migrantes que están enviando dinero. En el caso de Centroamérica, el flujo de remesas aumentó como resultado de un proceso migratorio continuo y creciente. Finalmente, el uso de nuevos métodos de envío también ha tenido consecuencias en el crecimiento general de esta fuente de ingresos.

Remesas a América Latina y el Caribe, 2001-2016 (millones de dólares)

Otro año de crecimiento

Desde el 2013, cuando no se registró crecimiento alguno, la mayoría de los países en América Latina ha presenciado incrementos en los flujos de remesas entrantes. Tres países en particular han mostrado un aumento sostenido: México, Guatemala y Honduras; combinados, estos tres países representan, aproximadamente, la mitad de los flujos totales.

Durante el 2016, Paraguay, Guatemala y Ecuador presenciaron el mayor incremento (de dos dígitos) en sus flujos de remesas, comparado al año previo.  México, el mayor receptor de la región, también registró un crecimiento significativo (8.8%). Por otro lado, tres países registraron descensos durante el 2016: Costa Rica, Uruguay y Panamá (véase Cuadro 1).


Los factores detrás del crecimiento: México y Centroamérica

Quizás una de las tendencias más interesantes durante el 2016 vino de México, pues aunque los flujos migratorios de este país han disminuido, las remesas han crecido constantemente desde el 2012. Una de las explicaciones a este fenómeno se encuentra en su población migrante. Aunque menos del 2% de los mexicanos que hoy envían remesas, llegaron a Estados Unidos en 2016, un mayor número de migrantes mexicanos, como porcentaje del total, envía dinero a casa. En 2006, de acuerdo con el Banco de México sólo 50% de los migrantes enviaba dinero, una cifra que subió a 66% en 2016.

Algo inverso se puede observar en el caso de Centroamérica, donde los flujos migratorios provenientes de esta región se han incrementado de manera importante a raíz de la violencia. Aunque sólo se registran poco más de 60,000 cruces al año, se estima que unas 300,000 personas intentan salir de la región anualmente. En el 2016, 4% de aquellos que habían llegado a Estados Unidos ese mismo año, envió dinero a casa. En otras palabras, aproximadamente 100,000 personas –68% de los cuales no tenían papeles— enviaron dinero a Centroamérica.

Además, estos números no han descendido desde el 2014, cuando el fenómeno de los niños migrantes recibió mucha atención mediática, lo que apunta a un proceso continuo y resistente a las políticas diseñadas para limitarlo.

Remesas y fragilidad estatal

El crecimiento de las remesas parece estar asociado a los países que están experimentando algún tipo de transición o desafío político. En otras palabras, existe una relación entre la fragilidad estatal y el crecimiento de remesas.

Venezuela y la región centroamericana son dos ejemplos claros, pero la relación también es evidente en los casos de Haití, Cuba y Colombia, donde las remesas se han convertido en una herramienta importante de resiliencia. En el caso del primero, el gobierno no ha publicado datos para el 2017, pero se estima que hay unos 600,000 venezolanos residiendo en el exterior. Si utilizamos estimados de las Naciones Unidas así como información de las compañías de remesas, se puede concluir que el volumen de remesas que ingresaron a Venezuela en 2016 es cercano a los mil millones de dólares.

La tecnología y los métodos de envío

Un acontecimiento importante en la industria de remesas es el papel que comienzan a desempeñar los métodos alternativos a las transferencias efectivo-efectivo que suelen hacerse en las agencias. Dichos métodos incluyen las cuentas bancarias o las transferencias móviles, vía aplicaciones o el Internet.

De acuerdo a una encuesta realizada por el Diálogo en 2016, un 7% de los migrantes están utilizando transferencias móviles, lo cual representa un aumento significativo respecto al 2010, cuando menos del 2% de los encuestados usaba este tipo de tecnología.

Al igual que con las transferencias bancarias, las móviles no sólo han aumentado en términos de uso, sino en la frecuencia con que se usan y la cantidad de dinero enviada. Además, los usuarios reportan preferí estos métodos porque su costo es menor.

Finalmente, las encuestas también demuestran que aunque hay un mayor número de personas utilizando transferencias bancarias o vía Internet, el porcentaje de personas dispuestos a cambiar de método ha caído con el tiempo.[2]

Conclusiones

Las remesas son una de las muchas actividades transnacionales en las que participan los migrantes y sus familias y, quizás, una de las manifestaciones más claras del nexo entre migración y desarrollo. En este artículo describimos los tres principales factores detrás del crecimiento observado durante el 2016.

Primero, en cuanto al mayor receptor de remesas en la región, el aumento de las remesas a México está asociado con un mayor porcentaje de migrantes que está enviando dinero. Aunque la migración mexicana ha caído en los últimos años, hay más mexicanos enviando remesas.

Segundo, el crecimiento continuo en los flujos de remesas parece estar ocurriendo en países frágiles, que están enfrentando problemas que desestabilizan su capacidad funcional.

Tercero, el uso de métodos alternativos entre los que destacan las transferencias bancarias o vía Internet, podrían ser responsables por el incremento de las transferencias así como el volumen y la frecuencia con que se hacen.

Esto último es aún más importante en el contexto actual en el que se debate un impuesto a las remesas, medida que orillaría a los migrantes a dejar de enviar dinero, utilizar métodos informales o pagar el impuesto. Aunque las consecuencias aún no son claras, lo que es cierto es que un impuesto de esta naturaleza aumentaría los costos para las compañías y los migrantes. Además, de volver a los métodos informales, se estaría revirtiendo un proceso de dos décadas en el que se ha buscado aumentar la transferencia y la seguridad en la industria de remesas.

*Manuel Orozco es investigador del Diálogo Interamericano. Washington DC. Experto en migración, remesas y desarrollo

[1] En los 20 países para los que hay datos disponibles, el flujo alcanzó los 69 mil millones de dólares. Es muy probable que la cifra de 70 mil millones sea aún mayor si se incluye a otros países en la región, como Venezuela, y si se incluyeran datos más precisos de Brasil.

[2] En 2016, 42% de los encuestados estaban dispuestos a cambiar de método de envío, un porcentaje menor al de 2010. Curiosamente, el número de personas que están utilizando métodos alternativos (cuentas bancarias o vía Internet) ha incrementado en la práctica.


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Manuel Orozco

Manuel Orozco

Politólogo nicaragüense. Director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano. Tiene una maestría en Administración Pública y Estudios Latinoamericanos, y es licenciado en Relaciones Internacionales. También, es miembro principal del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, presidente de Centroamérica y el Caribe en el Instituto del Servicio Exterior de EE. UU. e investigador principal del Instituto para el Estudio de la Migración Internacional en la Universidad de Georgetown.

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