PUBLICIDAD 1M

Cosas y casos de este y de todo el tiempo

Quizás sorprenda el poco tiempo en que los hermanos Ortega Saavedra (más familia y compañía) pasaron de clase media a ser de la clase capitalista alta

Daniel Ortega y Rosario Murillo, entrando a la Plaza de la Fe, el 19 de julio de 2018. Foto: Carlos Herrera

Onofre Guevara López

4 de junio 2019

AA
Share

La lluvia de represiones y secuestros, sin contar con las torturas, sigue en plena competición con las lluvias de mayo, después de la sequía de abril.  Pero la lluvia de represiones y muertes desde el abril del año anterior más la, hasta hoy, última y más conocida muerte en mayo de este año –la de Eddy Montes Praslin— también ha sido copiosa de casos ilegales, tanto, que vuelve necesario limitarse a comentar unos pocos hechos, como, por ejemplo:

Las ofensas a las madres

Las madres de los asesinados, adoloridas por el truncado porvenir de sus hijos, y esperanzadas en que habrá justicia (pero no ahora), fueron abofeteadas con la ley del “perdón” de parte de quienes no pueden hacer justicia, porque los culpables de crímenes, casi nunca se suicidan y, en el orteguismo, no tienen pensamientos suicidas (sus malos pensamientos, son para hacer las otras cosas que les gustan).


Aun siendo culpables de casi todo delito conocido en estos últimos trece meses, quieren pasar como muy generosos y, al mismo tiempo, con esa ley regalarse el “perdón”, lo cual es ofensivo para las madres de sus  víctimas. Les ofrecen “beneficios sociales” a los que todas tienen derecho, sin que ninguna tenga que pagar con la vida de un hijo.

Los verdugos les ofrecen a las madres “beneficios sociales”, a los que por ley tienen derecho, después que les impusieron sacrificios mortales contra toda ley. ¿Será por eso que los orteguistas dicen que los nicaragüenses… ¡tenemos la vida más barata de toda Centroamérica!?

Multiplicidad de tareas en el orteguismo

Casi todo el año 2018, y un poquito más del 19, las esmirriadas bases del orteguismo pasaron actuando como CPC en los barrios, luego a rotonderos y más tarde a paramilitares, todo el tiempo  trabajan como sapos (antes orejas) en cualquier parte, y a toda hora.

Pero aprobada la ley para su perdón, la dictadura les consolidó todas esas labores en una sola: ¡en las “comisiones para la reconciliación, la justicia y la paz”!

O sea, que esa multiplicidad de tareas las homogenizaron con el mismo “espíritu” orteguista, pero sin cambiarle nada del cuerpo, que sigue siendo… ¡del mismo tamaño petipoá!

El decálogo solipsista del orteguismo

Es difícil imaginar que dentro de un orteguista haya un filósofo, pero es posible que el solipsismo filosófico sea guía de conducta para un orteguista.  Me explico: el solipsismo, es “una doctrina idealista según la cual el sujeto pensante no puede afirmar más existencia que la suya propia”.

Y aunque no todos los orteguistas se ocupan de pensar mucho, o mejor dicho, no todos son sujetos muy pensantes que digamos, son  una pandilla de fanáticos que, sin saberlo, pluralizan su modo de actuar, según un decálogo del Solo yo existo:

*Aquí no hay más nicaragüenses que nosotros.

*Nadie tiene derechos humanos ni políticos, solo nosotros.

*No respetamos bandera que no sea la roji-negra, de nosotros.

*Solo de nosotros son el gobierno y demás poderes del Estado.

*Justicia, seguridad pública y fuerzas armadas, solo para nosotros.

*La presidencia solo puede ser para un orteguista, nuestro Daniel.

*Nuestras son las calles y solo nosotros podemos marchar en ellas.

*Solo nosotros tenemos derecho a interpretar (y violar) toda ley.

*Sandino solo es nuestro (aunque Sandino no luchó para robar).

*Solo nosotros podemos joder a cualquiera, y con impunidad.

(Un ipegüe chayero: los demás, son golpistas, terroristas y por eso los jodemos, para salvar nuestra fe y por el amor a nuestro Padre celestial, amén)

Testigos-guardias, son mejores

De los centenares de secuestrados políticos, solo una parte ha sido procesada y condenada por la dictadura con el método más efectivo del mundo, que no deja ninguna duda acerca de su “culpabilidad”, porque los testigos… ¡son sus mismos captores y torturadores!

Ese método fue mejorado, porque algunos guardias orteguistas olvidaban el libreto a la hora de sus “testimonios”, y cuando, por ejemplo, el juez le pedía a un guardia-testigo que identificara al “terrorista” Juan… él señalaba al “terrorista” Pedro…, y así por el estilo.

Antes, al guardia que “investigaba” con torturas a un “terrorista”,  se lo entregaban encapuchado y, por eso, cuando el guardia iba a ejercer como testigo, no reconocía al torturado. Ahora, para evitar equivocaciones, el torturador es quien se encapucha, para que, cuando le toque ser testigo… ¡sea el torturado quien no reconozca al torturador!

Lentitud o rapidez de una mutación

Todo el mundo sabe que todas las cosas cambian, sea de manera muy lenta, o de forma muy rápida. La sorpresa sucede cuando no se toma en cuenta la diferente naturaleza de una cosa y la de otra cosa.

Pongo como ejemplo a la Edad Media: la humanidad necesitó un proceso de mil años hacia la edad moderna en el siglo XV, y de ahí, inició otro  proceso de 300 años para llegar al capitalismo en el siglo XVIII. Y durante ese lapso, hubo dos grandes revoluciones: la industrial de 1760 en Inglaterra, y la política de 1789 en Francia.

Ahora, tal vez les sorprenda el tiempo que duró el proceso de  mutación de las humanidades de los hermanos Ortega  Saavedra (más familia y compañía), quienes rompieron las fronteras de la pobreza de la Clase Media baja, para pasar a la bonanza económica de la clase capitalista alta… ¡en menos de diez años!

El milagro de las armas aparecidas

Es seguro que solo quienes peinamos canas –y quienes ya no tenemos nada que peinar— recordamos la “captura” en la Mar del Sur de un submarino soviético, repleto de armas para los “terroristas” del Frente Sandinista.  Las armas servirían para que  cumplieran el diabólico “plan del comunismo internacional contra el democrático Gobierno del general Somoza García”.

El que lo recuerde, que se lo cuente a los jóvenes para que aprendan cómo la historia se repite, aunque a veces, bastante devaluada, porque las armas aparecieron en el Mercado Oriental... y no se sabe en qué vehículo las llevaron.

Lo que no cambia es el objetivo que Somoza le atribuyó a las armas del submarino: ahora Ortega dice que son de un hijo del prestigioso “terrorista” doctor Carlos Tünnermann, con el fin de derrocar a su gobierno legítimamente constituido por medio de elecciones libres…. ¡y con votos transparentemente contados por Roberto Rivas!

Lo que no será posible que los viejos puedan decirles a los jóvenes, es sobre el origen de las armas sembradas en el negocio de Tünnermann, porque los dictadores no han dicho si se las prestaron en la Plaza del Sol, o son surplus de la guerra que vino a provocar el submarino soviético contra el general Somoza García… ¡protagonizada por los “terroristas” de la Alianza Cívica!

Los sancionados

Alguna gente piensa que las sanciones son un castigo del imperio contra personajes corruptos de la dictadura Ortega-Murillo.

Los corruptos de la dictadura Ortega-Murillo pregonan que las sanciones del imperio, se ensañarán solo con el pueblo nicaragüense.

Pero la historia dice otra cosa: que las sanciones no son nuevas, que el pueblo es un sancionado consuetudinario y que lo han sancionado de modo alterno… ¡los gobiernos capataces del imperio!

Incluidos los capataces del gobierno de los Ortega-Murillo, durante compartieron… ¡su feliz período corporativo con el gran capital!


PUBLICIDAD 3M


Tu aporte nos permite informar desde el exilio.

La dictadura nos obligó a salir de Nicaragua y pretende censurarnos. Tu aporte económico garantiza nuestra cobertura en un sitio web abierto y gratuito, sin muros de pago.



Onofre Guevara López
Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

PUBLICIDAD 3D


Crean centro para Laureano y Camila Ortega Murillo en antiguo museo Juan Pablo II