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Ciencia y sentido común ante el coronavirus

El país necesita datos sólidos para anticiparse. Nuestro pueblo, autoprotegiéndose, parece decir “si no prevalece la ciencia, al menos el sentido común

Dos mujeres observan en la pantalla de un televisor en una tienda de abarrotes a Daniel Ortega, en cadena nacional de televisión tras 34 días ausente. // Foto: EFE

Cefas Asensio Flórez

17 de abril 2020

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La comunidad científica enfrenta el desafío histórico de explicar los factores biológicos y comportamientos sociales causales de la covid-19 para recomendar medidas de contención que permitan manejar con cierta normalidad la pandemia, mientras se encuentra una vacuna. En esta incertidumbre, la ciencia y el sentido común son aliados indisolubles, ya que las teorías se prueban en la práctica común de la naturaleza y la sociedad. En Nicaragua, las recomendaciones científicas y políticas serán efectivas adecuándose a las características del país y siendo coherentes al común denominador científico, social y político global.

Con mucha información internacional, pero escasa y poco creíble a nivel nacional, nuestros epidemiólogos y científicos complementarios, proyectan para las próximas semanas brotes de miles de casos, aún en escenarios optimistas. Es claro que el crecimiento se vuelve exponencial de casos confirmados y muertes cuando la transmisión ya es comunitaria, y esto pareciera suceder o muy cerca de suceder aquí. Son necesarios datos sólidos del país para anticiparse con medidas que eviten un golpe mayor. Nuestro pueblo, autoprotegiéndose, parece decir “si no prevalece la ciencia, al menos el sentido común”.


Para países pobres como el nuestro, científicos internacionales visualizan grandes impactos, por nuestros débiles sistemas de salud y hacinamiento de familias. Nuestros expertos agregan indicadores internos, como trato cercano, presión del transporte, pocos hábitos higiénicos. En estas condiciones sociosanitarias, tan solo el altamente sospechoso crecimiento comunitario de los pocos casos positivos oficializados es altamente peligroso.

El gobierno desoye las alertas y recomendaciones científicas. Manda vacaciones largas a los trabajadores públicos, a la educación básica y media; promueve marchas, concurrencia a las playas y actividades de conglomerados, desprotegiendo a la población. El sentido común, ante la ausencia de ciencia, indica que todavía es oportuno frenar la propagación.

El regreso a clases de la comunidad educativa es una bomba de tiempo que potenciará la propagación entre todas las familias. Urge la suspensión prolongada de clases de universidades, escuelas, colegios y centros técnicos, públicos y los privados que faltan, continuando estudios en línea y por radio.

Ciertamente, protege contra la covid-19 nuestra cuarentena de país; pero no es mérito del gobierno, sino de la fuga del turismo internacional y nacional, y otros extranjeros que las sanciones económicas ahuyentaron; del cerco sanitario impuesto por Costa Rica y Honduras; y del autoaislamiento en casa de gran parte de la sociedad. Evidentemente, estas medidas ayudarán a disminuir el impacto de la pandemia; pero no se recomiendan a ningún país, a excepción de la responsable autoconvocatoria social.

Persisten, sin embargo, casos importados de coronavirus oficialmente reconocidos; y casos exportados reconocidos por el gobierno receptor de Cuba; estos parecen evidenciar contagio comunitario activo. El sentido común manda cerrar fronteras, y la ciencia a aplicar pruebas a una muestra representativa de la población para que la vigilancia sea efectiva sobre casos confirmados y sus contactos.

La predominancia de trabajadores informales eleva el riesgo de la propagación, porque bajo confinamiento volverían a las calles para generar ingresos para sus familias. Mientras se controla la pandemia con una estrategia de confianza, es de común sentido, humana y económicamente conveniente que el Estado respalde temporalmente sus ingresos.

El Estado, en lugar de responder pasiva y favorablemente según avanza la pandemia, debe unir ciencia y sentido común, anticipándosele con medidas multisectoriales de distanciamiento social y sanitarias, para cortar la cadena de transmisión. Generar confianza en que evitaremos o disminuiremos brotes incontrolables de casos, e impactos severos sobre los ya graves daños a la economía. Y sobre todo, proteger la vida de los seres humanos, la principal y más importante riqueza nacional, quienes recuperarán lo perdido, cuando pase la pandemia.

Investigador social y educador

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Cefas Asensio Flórez

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