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Che cronista

El Che Guevara ejerció el oficio de cronista de manera consciente. Tenía la costumbre de registrar los hechos en que estaba involucrado

El Che Guevara ejerció el oficio de cronista de manera consciente. Tenía la costumbre de registrar los hechos en que estaba involucrado

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Che Guevara

Ernesto "Che" Guevara en su oficina como Ministro de Industria (en el piso ocho del Hotel Riviera en La Habana), mientras que fue entrevistado por Laura Berquist para la revista Look. Confidencial | Archivo

Pesimismo de la inteligencia,
optimismo de la voluntad
Antonio Gramsci

En el esplendor de la revolución sandinista, publiqué el ensayo Che Guevara: poeta y guerrillero (Ediciones Nicaragua al Día, 1980). El libro ha tenido dos ediciones posteriores, una en Nicaragua bajo el sello de Distribuidora Cultural y la otra en México en 1989 —ampliada y corregida— realizada por Ediciones Armella. Mientras todos enfocaban sus reflectores en la dimensión político-militar del guerrillero heroico, a mí se me antojo meterme a leer y escudriñar su producción en verso, una distinción necesaria debido al aliento poético que tienen sus escritos. El carácter multifacético de su personalidad permite situarse en diversas aristas de su vida. Al cumplirse cincuenta años de su ingreso a la inmortalidad (Rosario, Argentina 1928-Valle Grande, Bolivia 1967), regresé sobre mis pasos para ubicarme en su perspectiva de cronista. Un oficio que ejerció de manera consciente. Tenía la costumbre de registrar los hechos en que estaba involucrado. La necesidad de ganarse el pan lo empujó a ejercer el periodismo en México.


Escribir fue una constante que el Che no abandonó nunca, ni siquiera en los momentos más álgidos de su vida. El estratega guerrillero, igual que Julio César, el patricio romano, no solo hizo la guerra, también escribió y teorizó sobre ella (La guerra de guerrillas, 1960). Muchísimo antes de enrolarse como combatiente de la agrupación guerrillera que salió del puerto de Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1956, con destino a Cuba, había ejercitado la pluma. Lector voraz, junto con diez compañeros publicó la primera revista dedicada al Rugby en Argentina. El 5 de mayo de 1951 salió a la calle la primera edición con el nombre de Tackle. El Che firmó sus crónicas deportivas con el seudónimo Chang Cho, clara alusión a su poca inclinación por el baño. Un rechazo que siempre mantuvo. En su Diario en Bolivia, apunta el 10 de septiembre de 1967: Se me olvidaba recalcar un hecho; hoy, después de algo más de seis meses me bañé. Constituye un récord que ya varios están alcanzando. Tenía un estilo punzante. Lleno de sorna. Se mofaba de él mismo.

Sus viajes por el interior de Argentina le valieron la publicación de su primera fotografía en un medio de comunicación. Canjeó con la afamada revista deportiva El Gráfico, la reparación del motor de su motociclo —una Meccanica Garelli de Milán— a cambio de publicidad. El anuncio apareció el 19 de mayo de 1950, en la página 49 de esta revista. ¿Estaría convencido o pensó que algún día sería uno de los símbolos icónicos del siglo veinte? ¿Intuiría que una de sus fotografías —tomadas por Alberto Korda, cuando asistía al entierro de las víctimas de la explosión del Maine, el 5 de marzo de 1960— se convertiría en la imagen más reproducida en la historia de la humanidad? En 1981 Korda me regaló una copia, mientras desayunábamos en mi casa, me detalló el momento que apretó el obturador. Jamás imaginé que este sería el destino de mi fotografía, razonó el cubano. Jamás recibió un céntimo. Sentía profunda alegría por la difusión de una imagen que contribuía a perpetuar la memoria del Che.

En México el Che laboró como reportero-fotógrafo de la Agencia Latina, durante los Segundos Juegos Deportivos Panamericanos. En una carta que envió a su natal Argentina, a su amiga entrañable, Tita Infante, le cuenta que su trabajo durante esos eventos había sido agotador en todo el sentido de la palabra, pues debía de hacer de compilador de noticias, fotógrafo y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur. Durante la lucha guerrillera en Cuba, desplegó sus grandes cualidades de combatiente y creador. Pasajes de la guerra revolucionaria, (Ocean Press y Ocean Sur, Colombia, 2007), recoge los relatos publicados en la revista Verde Olivo, edición ampliada y corregida por el Che. En la segunda parte del libro se incluyen textos y relatos publicados después de la aparición de los Pasajes, editados como libro en 1963 por Editorial Unión, imprescindible para conocer y valorar sus grandes facultades de cronista y fundador de medios de comunicación: un periódico y una radio en las montañas cubanas. Después lo sería de Prensa Latina, juntando la experiencia y visión de sus coterráneos, Jorge Masetti y Rodolfo Walsh.

En la crónica Lucha contra el bandidaje (Pags. 178-185), cuenta que en octubre de 1957, cuando volvió a establecerse en El Hombrito, llegaron dos estudiantes de La Habana, uno de ingeniería y otro de veterinaria, con quienes inició la publicación del periódico mambí. Sabía de la necesidad de contar con medios informativos para ganarse la mente y los corazones de los cubanos. Utilizó un viejo mimeógrafo traído del llano, en el cual se tiraron los primeros números de El Cubano Libre, cuyos redactores y tipógrafos principales eran los estudiantes Geonel Rodríguez y Ricardito Miranda. En febrero fundó la primera emisora que contó la guerrilla. Las emisiones de Radio Rebelde fortalecieron la moral de los combatientes y confirieron otra dimensión a la guerra librada contra Batista. El Che ponía en marcha sus propios dispositivos de propaganda: nuestra emisora se hizo al aire y se conoció… en todo el ámbito de la república… llegando incluso a La Habana y Camaguey, donde teníamos centros importantes de aprovisionamiento… La radio y otros medios juegan un papel determinante en las contiendas bélicas. Su importancia se ha acrecentado en el presente.

Dos de sus relatos revelan su temperamento como cronista, El Patojo y La ofensiva final constituyen el mejor homenaje que un revolucionario puede tributar a sus compañeros de lucha. Muy dolido alza vuelo. En este oficio de revolucionario, en medio de luchas de clases que convulsionan el continente entero, la muerte es un accidente frecuente. Pero la muerte de un amigo, compañero de horas difíciles y de sueños de horas mejores, es siempre dolorosa para quien recibe la noticia y Julio Roberto fue un gran amigo. Era de muy pequeña estatura, de físico más bien endeble; por eso le llamábamos El Patojo, modismo guatemalteco que significa pequeño, niño. Se conocieron en el tren. Salían huyendo de Guatemala. Enseguida entablaron amistad. Arbenz había sido depuesto por la intervención estadounidense (1954), con la CIA a la cabeza. La inefable United Fruit Company, creyó perder sus latifundios. En los parques de Ciudad México, se dedicaron de manera clandestina a tomar fotografías. En su responso clama, El Patojo… espera la mano amiga de todo un pueblo lo caliente bajo el sol del nuevo día que alumbrará sin duda para Guatemala…

Che Guevara

Ernesto "Che" Guevara en su oficina como Ministro de Industria (en el piso ocho del Hotel Riviera en La Habana), mientras que fue entrevistado por Laura Berquist para la revista Look. Confidencial | Archivo

Después de la toma de Santa Clara, anuncia la muerte del capitán Roberto Rodríguez, El Vaquerito, pequeño de estatura y de edad, jefe del Pelotón Suicida, quien jugó con la muerte una mil veces en la lucha por la libertad. La extensión, el estilo y forma que concatena la narración, prefiguran las acciones que realizarán los barbudos una vez conquistado el poder. La muerte de Tuma en las selvas bolivianas, el 26 de junio de 1967, lo impacta: Con él se fue un compañero inseparable de todos los últimos años, de una fidelidad a toda prueba y cuya ausencia siento desde ahora casi como la de un hijo. Su condición de cronista pasa la mayor de las pruebas. No estaba en su ánimo adulterar los datos. Al iniciar la caminata el 16 de mayo (1967), se quejó del inició un cólico fortísimo, con vómitos y diarrea… cuando desperté estaba muy aliviado pero cagado como un niño de pecho. Me prestaron un pantalón, pero sin agua, hiedo a mierda a una legua. Anotación que revela su carácter. No hace concesiones a nadie. Menos a él mismo. En esta actitud cimentaba su autoridad. La mejor prédica de un dirigente es convertirse en ejemplo. Él siempre lo fue.

El Diario está salpicado de humor, corta fino para herir más hondo. La ironía saltaba en las horas amargas, no daba cabida al desaliento y las mofas rasgan su piel. La escasez de comida —un padecimiento desde el inicio de la guerrilla— lo lleva a decir que habían entrado en la era del pájaro. Ese día el Ñato mató un pajarito con una honda, (1 de mayo).  Radio Habana (12 de setiembre), anunció que OLAS había recibido un mensaje de apoyo del Ejército de Liberación Nacional (ELN) —el Che nunca lo envió— lo atribuye a ¡milagros de la telepatía! Al final de la noche, mientras anotaba lo ocurrido el 19 de setiembre, no pudo continuar: Signo de los tiempos: se me acabo la tinta. A cinco días de caer herido y luego ser asesinado en la escuelita de Higueras, su comentario ante la actitud timorata y claudicante de Antonio Domínguez Flores, (León) y Orlando Jiménez Bazán, (Camba), expresa irónico y despectivo: Así acaba la historia de dos heroicos guerrilleros, (3 de octubre). El Che sonreía ante la adversidad. Se había encargado de pulir su carácter a fuerza de voluntad y convicción. Nunca pudieron doblegar su espíritu.

Sería interesante hacer un recuento de las anotaciones sobre las comidas mencionadas en El Diario. Pasaron hambre y sed en la manigua boliviana. A solo dos meses de haberse metido en la selva, plantea que la comida es escasa. Como hizo en Sierra Maestra, construyó un horno para comer pan hecho en casa. El 31 de diciembre de 1966, a las 12 de la noche, hicieron un brindis en que señaló la importancia histórica de la fecha. La falta de alimentos y el hurto de víveres originó discordias, sanciones y malos entendidos. Afectó la moral de la tropa. La ocupación de los buzones por el ejército boliviano fue un duro revés. Al hacer el balance del mes de febrero de 1967, puntualiza: Los últimos días de hambre han mostrado una debilitación de entusiasmo… El 7 de marzo expone el desaliento de la tropa. La gente está cada vez más desanimada, viendo llegar el fin de las provisiones, pero no el del camino. Conoce la raíz del mal: La leche es uno de los factores de perversión, (14 de abril). Los Diarios en sí mismos constituyen escritos formidables. Che los utilizaba como materia prima, transformándolos en crónicas memorables.

Una omisión o una verdad a medias, desmeritarían sus crónicas. A falta de agua los guerrilleros bebieron orines. Cuando requería ser escueto lo era en extremo. El 15 de mayo apunta: Sin novedad. Ni una palabra más ni una palabra menos. No era partidario de las exageraciones. Las críticas a sus soldados eran extensivas hacia su persona. En la emboscada montada el 29 de agosto (1967), la precipitación y disparos antes de tiempo, su furia era tan grande que perdí el control y maltraté a Antonio. Se cuestiona. Este comportamiento lo hizo entrar en conflicto con el estricto apego a sus principios. El Che siguió leyendo en lo más intrincado de la selva. El 11 de enero se quejó de las nulas aptitudes de Arturo. Sus libros se habían mojado y algunos se habían desecho. En el recuento del 31 de agosto, alude la pérdida de once mochilas con medicamentos, prismáticos y algunos útiles conflictos… el libro de Debray anotado por mí y un libro de Trotsky. ¿Serían los escritos de Lev Davidovich sobre la guerra o acerca de Literatura y Revolución (1924)? ¡Fue conmovedor releer las crónicas del Che! Cómo gritan los jóvenes del mundo: El Che vive.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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