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Una sugerencia para el INCH y PEN Nicaragua

Un marco literario de referencia contribuiría a la formación decisiva de los jóvenes lectores

Harold Bloom, autor del libro "Cómo leer y por qué".

Eduardo Estrada

6 de octubre 2015

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El libro Como leer y por qué, Harold Bloom, nos enseña cómo leer en forma sistemática y organizada, al igual que su obra complementaria ¿Dónde se encuentra la sabiduría? En verdad casi la totalidad de la obra de Bloom es un elogio a la lectura, y El canon Occidental tampoco escapa a este placer y disciplina –disciplina implícita—de leer para sopesar y para reflexionar.

Este libro enseña cómo leer y por qué, y avanza afianzándose en una multitud de ejemplos y muestras: poemas cortos y largos, cuentos y novelas, nos dice el admirador de William Shakespeare, cuya obra La invención de lo humano, es un análisis literario de sus obras dramáticas. Shakespeare es para él, el centro del canon occidental, junto a Miguel Cervantes.


Sujetarse a la disciplina de Cómo leer y por qué no es una tarea fácil, pues se trata de lectura de una colección de cuentos, novelas, teatro y poesía, pero de seguro quien lo sigue, tendrá mejores frutos que los que leen en forma desordenada o al azar. En era la era digital, es más fácil conseguir las obras canónicas, de ahí la posibilidad de darle seguimiento a las recomendaciones del canon.

El canon se define por su fuerza estética y esta se caracteriza por el dominio del lenguaje metafórico, originalidad, el poder cognitivo, sabiduría, y exuberancia en la dicción, todos estos elementos conforman la dignidad estética de un escritor.

Una prueba del carácter canónico de una obra es aquella que exige una relectura, no solo para comprenderla, sino para disfrutarla y experimental el sentido profundo de extrañeza. El autor canónico es un agonista por antonomasia, un competidor por excelencia, unos con una visión de competencia total, otros con una visión más equilibrada, aunque siempre está presente la eterna pregunta del agonista: ¿menos que, más que o igual a?, nos recuerda Bloom.

Más allá de las críticas que se puedan hacer a la obra de Bloom por su supuesto “eurocentrismo”, su guía canónica nos evitará leer obras superfluas. Ahorramos tiempo y dinero, pero sobre todo vamos guiados como Dante por Virgilio, por alguien que ha dedicado más de 50 años a ese placer y disciplina implícita que es la lectura.

Si no estamos de acuerdo con su guía, podemos entonces tomar como referencia ¿Por qué leer los clásicos?, Italo Calvino, una colección de obras de ficción y ciencia, en verdad extraordinarias. Los viejos títulos han sido diezmados pero los novísimos se han multiplicado proliferando en todas las literaturas y culturas modernas, no queda más que inventarse cada uno una biblioteca ideal de sus clásicos, nos dice Calvino.

La biblioteca para Umberto Eco está constituida por los libros que no hemos leído, en lo personal agregaría, que nuestra biblioteca está constituida por aquellos libros que no hemos comprendido en su plenitud, los que son como esa montaña difícil de escalar y que nos retan en forma permanente a ir de lo menos a lo más, como enfatizan Mortimer J. Adler y Charles Van Doren en Cómo leer un libro, una guía de comprensión lectora que todo lector debe consultar.

Calvino nos sorprende con las recomendaciones de sus clásicos, como Orlando furioso, un poemario lírico que nos abstrae del mundo actual y nos introduce en el fantástico mundo caballeresco con sus mitos y aventuras. O como dice el mismo Calvino, Orlando Furioso es un libro único en su género y se puede leer —diría casi: se debe leer— sin referencia a ningún otro libro anterior o posterior; es un universo en sí donde se puede viajar a lo largo y a lo ancho, entrar, salir, perderse.

Entre los clásicos analizados por Calvino podemos mencionar Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, un relato romántico que se desarrolla en medio de una revolución que lo destruye todo, que te avasalla. La teoría llevada a la praxis, pero una praxis cuyos axiomas éticos y morales no respetan la individualidad ni los derechos humanos y que se aleja de aquella pasión analítica de la sociedad, para transformarse en una rebelión en la granja.

Pero para no pecar de “eurocentrista” y tener la perspectiva regional, ahí está la obra de Carlos Fuentes, La gran novela latinoamericana, una ampliación de la Geografía de la novela, pero más amplia y profunda, de donde podemos filtrar a nuestros clásicos latinoamericanos, o estructurar nuestro canon, encabezado por Rubén Darío, seguido por Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, entre otros.

Leer La gran novela latinoamericana es una invitación a conocer la narrativa iberoamericana, a reflexionar sobre la forma dispersa en que hemos leído, un llamado a la sistematización, a unir narrativa e historia, a plantearnos el reto que cada obra que leamos debe ser no solo subrayada, sino resumida, pues lo que no se trabaja para la memoria de largo plazo queda en el olvido.

Esta obra de Fuentes me ha obligado a superar el rezago, a leer y releer autores latinoamericanos que tenía en el olvido, a descubrir otros, a valorar nuestra producción literaria en forma más integral.

Desde luego en la disciplina implícita de leer, debemos tener en cuenta a los pensadores o escritores temerarios, aquellos que ponen al servicio de regímenes totalitarios su pensamiento y su pluma, la filotiranía o literanía, pues no han sido pocos los escritores o pensadores que sucumbieron, en distinto grado, a la fascinación del poder totalitario, sus líderes carismáticos o sus mesiánicas ideologías, según Mark Lila. En la lista quedan, desde luego, los escritores marxistas en sus diferentes corrientes.

Tenemos otros adversarios en el gran camino de la lectura, tal como lo explican ampliamente en Imposturas intelectuales, Alan Sokal & Jean Bricmont, obra que se ocupa en forma sistemática de identificar los gazapos y el fraude de un grupo de intelectuales, cuyo estilo farragoso, los hace incomprensible, que agobian a los lectores noveles, que ingenuos, consideran inaccesible sus obras llenas de galimatías y frases incomprensibles.

La lista de Alan Sokal & Jean Bricmont es amplia, entre los cuales podemos mencionar a Jacques Lacan, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Bruno Latour, Jean Baudrillard, Giles Deleuze, Paul Virilio, en una lista interminable de autores de esta línea de pensamiento seudocientífico. Vale la pena tomar nota de sus nombres, para no caer en la trampa, especialmente aquellos lectores que comienzan este largo proceso de aprendizaje, que es para toda la vida.

Considero que el programa del INCH y el Pen Nicaragua deberían aspirar a darles este marco de referencia a los participantes de sus foros, con lo cual contribuiría de manera decisiva a la formación de los jóvenes lectores. Esa es mi sugerencia.


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Eduardo Estrada

Eduardo Estrada

Escritor y desarrollador de aplicaciones educativas. Director del Centro de Entrenamiento y Educación Digital (CEED).

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