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Reflexiones sobre la cultura de la copia

¿Quién no se ha copiado alguna vez? El que nunca lo ha hecho que tire la primera piedra

Pexels.com | Creative Commons

Eduardo Estrada

28 de junio 2016

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La más frecuente queja que he escuchado de los profesores sobre los estudiantes es que en la era de la supercarretera de la información, los alumnos simplemente copian de la Web las tareas para luego transcribirlas en el cuaderno o imprimirlas y presentarlas como tareas propias. Otros simplemente pegan el contenido en un procesador de texto y luego envían la tarea encomendada por el profesor vía correo electrónico. Al parecer, no analizan el contenido, ni lo resumen, ni siquiera mezclan diferentes textos para obtener uno nuevo.

De Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña o España, las quejas son generalizadas. El plagio académico (copiar obras ajenas, dándolas como propias (rae.es/plagiar) se ve ahora, en la era de la supercarretera de la información, como un mal generalizado, una plaga que amenaza con destruir la “originalidad y las buenas costumbres morales y académicas”. Este fenómeno ha alcanzado una dimensión creciente, debido al acceso a las nuevas tecnologías que han multiplicado las posibilidades de reproducción y manipulación textual.


No es posible, como dice Hillel Schwartz, ignorar la naturaleza adictiva, transformadora y poco caballerosa de copiar en nuestra cultura, pues las tecnologías (fotocopiadoras, sacaner, computadoras, cámaras, entre otros) no solo subvierten la supremacía de original sobre la copia o el duplicado, sino también el absolutismo de los derechos de autor. Las nuevas tecnologías de alguna forma hacen asumir a los usuarios ser conocedores de lo que copian, o ser parte de una comunidad que tiene derecho a copiar o plagiar lo que ya está escrito y de ese fenómeno no están exentos los profesores y alumnos.

La creación y la imitación, la invención y la repetición pueden confundirse de una manera idéntica a conocer y copiar. La historia del arte, y en gran medida de la ciencia, es la historia de los ritos de la copia, de las transformaciones que tienen lugar durante los actos o procesos de copia.

Si el proceso didáctico implica dos procesos, enseñar y aprender, también lleva consigo la capacidad y habilidad de copiar e imitar. La técnica de copiar y pegar, tan populares en los software, lleva implícito todo un proceso cognoscitivo y didáctico que es necesario analizar y ver sus bondades, más que vilipendiar y censurar su uso. ¿Acaso los profesores no la han hecho por décadas? Aún aquellos que se esfuerzan por resumir o dar su estilo propio sus conferencias y clases, ¿acaso no nos han recitado en sus clases el mismo discurso, la misma sintaxis, la misma ortografía, los mismos métodos de factorización, las mismas ecuaciones o funciones matemáticas?

A diferencia de la paráfrasis, se define el plagio como el acto de copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. Pero si revisamos la historia de las ciencias y las artes, pareciera que paráfrasis y plagio tienen muchas cosas en común, si nos atenemos a las definiciones de los académicos de la lengua. ¿Plagiar o parafrasear? ¿Copiar o parafrasear? Si muchos no se atreven a parafrasear, muchos simplemente se apropia de los métodos académicos de citas, los cuales hacen muchas veces la lectura engorrosa y tediosa, pues cada dos o tres páginas hay que estar leyendo las advertencias de las obras citadas o los aburridos ídem. ¿No es mejor citar por una vez al autor y conducir al lector por los senderos de la lectura amena y concisa?

No podemos dudar en decir entonces que por cientos de años los profesores han parafraseado o copiado en gran medida la obra de los grandes maestros, dándole cada uno su matiz o interpretación. Ser profesor, es soportar en gran medida, la presencia de los predecesores de la ciencia y el arte, del genio que difícilmente puede ser superado, sino a base de esfuerzo y estudio sistemático, de trabajo de equipo y de un ambiente académico que propicie la investigación, la innovación y la creatividad. Vimos en la angustia de las influencias, como diría Harold Bloom.

Pero para los estudiantes esta práctica histórica es considerada como un mal endémico. No le está permitido imitar a sus profesores. Pero los estudiantes copian y pegan los contenidos de las tareas encomendadas, otros les hacen pequeños ajustes y los más pulcros hacen síntesis apretadas, pero al final, la regla de copiar y pegar es una constante en la época de la supercarretera de la información.

Además han aparecido muchos sitios web que ahorran trabajo al profesor y al estudiante. ¿Quieres fichar un libro? ¿Hacer una monografía? Resolver problemas de español y matemática, física o química, es muy sencillo, estamos a un clic de miles de páginas Web que vienen al rescate de las investigaciones y tareas encomendadas a los estudiantes (y desde luego de los profesores mismos). Pero copiarse es una arte, y no hay que olvidarlo.

Pareciera que dejar tareas en casa o investigaciones no es una buena estrategia didáctica. Para evitar el plagio y la copia, algunos se empecinan y han creado sitios en Internet, unos gratuitos y otros por cobro, que permiten analizar si el trabajo presentado es copiado de la Web (www.approbo.com). En cuestión de segundos, los profesores pueden detectar el porcentaje de asociación que existe entre el trabajo presentado y algún sitio remoto. Es una iniciativa interesante, sin embargo, no es del todo segura, pues estos buscadores difícilmente pueden encontrar la información almacenada en una base de datos o en un archivo de formato cerrado como pdf, aunque los buscadores de Google cada vez son más poderosos. Pero con algunos ajustes literarios, los estudiantes pueden fácilmente burlar el examen digital de approbo.com u otros examinadores, de tal forma que desgastarse en saber si un trabajo estudiantil fue hecho por el propio alumno es una tarea desgastante.

La alternativa más viable es desarrollar nuevas estrategias de enseñanza y aprendizaje, de hacer ajustes a los trabajos de investigación encomendados y en la forma en que aprendemos en la era digital. Si de lo que se trata es que los estudiantes comprendan y dominen los conceptos, y hagan aplicaciones de las mismas, la Informática tiene suficientes recursos y medios didácticos que pueden sustituir la simple memorización y la paráfrasis. El proceso de copiar y pegar expresa la necesidad de economizar trabajo, y esto es consistente con la época en que vivimos. El slogan norteamericano, “Times is money”, expresa una de las dimensiones del tiempo, aunque para el estudiante se puede traducir en “El tiempo es ocio”.

Vivimos como nunca antes en una cultura de la copia que nos da derecho a recurrir a este método en función de los intereses y nuestro costo de oportunidad, en lo personal, creo que debemos enseñar a los estudiantes a copiarse con cierto nivel de originalidad, pues la copia es una constante en el mundo académico y profesional y, su prohibición, no solo genera estrategias más sofisticadas para no ser atrapado.

¿Quién no se ha copiado alguna vez? El que nunca lo ha hecho que tire la primera piedra.


El libro del autor sobre este tema, se puede encontrar en Amazon.


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Eduardo Estrada

Eduardo Estrada

Escritor y desarrollador de aplicaciones educativas. Director del Centro de Entrenamiento y Educación Digital (CEED).

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