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¿Hasta dónde llega la Responsabilidad Social Empresarial?

Las fotos de obras altruistas abundan en los periódicos, pero las empresas son incapaces de responsabilizarse por sus negligencias

Simon Cunningham | Flickr.com | Creative Commons

Amelia Barahona

16 de febrero 2016

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Mucho se habla modernamente de la nueva faceta de las grandes empresas que asumen un rol altruista desarrollando programas que benefician a sectores no privilegiados, directa o indirectamente relacionados con su entorno. Me parece una forma excelente de retribuir a la sociedad por los enormes beneficios que las empresas reciben. Sin embargo, hay un aspecto de esa Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que no se publicita y a la que quiero referirme.

Hace aproximadamente un mes, un amigo tuvo un aparatoso accidente en el área de estacionamiento del más prestigioso de nuestros Bancos: tropezó con una estaca de tubo de hierro de unos 20 cms de alto, clavada al piso en una zona de circulación peatonal. Aterrizó con la frente en el duro adoquín, pero dichosamente lo hizo de manera diagonal ya que, como a un metro de distancia en línea recta, se encontraba otra estaca similar; de haber caído sobre esa estaca filosa, ésta se le hubiera enterrado en el tórax, cuello o cabeza. Una semana después, mi lacerado y contusionado amigo llevó un reclamo escrito a la entidad con las pruebas del caso y la factura médica. Después de “bolearlo” descaradamente de arriba abajo, una hora más tarde logró encontrar a alguien que le recibiera el documento. Pasadas tres semanas, todavía no ha habido ni una disculpa formal, ni el reembolso de gastos correspondiente, mucho menos un compromiso de compensación por daños y perjuicios. Mi amigo dice que no es un asunto de dinero sino de responsabilidad por parte de la empresa ante un accidente ocurrido en sus instalaciones externas por negligencia de sus equipos de mantenimiento.


Descendiendo un poco en la escala empresarial, una anciana amiga de mi madre resbaló en un charco sin señalizar dentro del súper más popular por sus bajos precios. La pobre señora se quebró el brazo y, pese a que ha reclamado a la empresa el reembolso de los gastos médicos, nunca ha recibido respuesta. Lo típico: “el que sabe no está, y el que está no sabe”. Punto ¡y no moleste más!

Estos hechos me sirven para ilustrar la indefensión en que nos encontramos los ciudadanos ante accidentes de este tipo. La tan cacareada “Responsabilidad Social Empresarial” se hace humo en cuanto la víctima de un descuido semejante reclama sus derechos. Eso sí, las fotos de las obras altruistas abundan en los periódicos, pero las empresas son incapaces de responsabilizarse por negligencias propias que ponen en peligro la vida de sus mismos clientes.

Cabe apuntar que cuando mi amigo salió del Banco (media hora después de los hechos), las estacas estaban siendo removidas a toda prisa. Así se borraron los testimonios físicos del hecho, aunque la tecnología celular los ha dejado registrados para la posteridad.

Diré también que a poco de la quebradura de la señora, la tienda madre del súper barato estaba abriendo, a bombo y platillo, sus multinacionales puertas por primera vez en el país. Y dejo para reflexión del lector esta pregunta: ¿qué tal que el resbalón en charco sin señalizar y la quebradura subsiguiente hubieran acontecido en la misma tienda, pero en los Estados Unidos? ¿Habría respuesta por parte de una entidad bancaria norteamericana ante una negligencia que casi le cuesta la vida a un cliente?

Tendemos a pensar que como estamos en un país pequeño, las responsabilidades de las empresas no pueden equipararse a las que las mismas tienen en países donde se cumplen las leyes, donde los clientes y los trabajadores ejercen su derecho a reclamar ante riesgos inesperados o crasas negligencias que lesionan su integridad física y reciben respuestas adecuadas.

Creo que la Responsabilidad Empresarial debe expresarse y reflejarse en el respeto a la integridad de sus clientes y no esconder la cara cuando se trata de asumir sus responsabilidades, o bolear descaradamente a la víctima a ver si se aburre y se va, o mentir sin ninguna vergüenza para evitar la justa compensación.
Como decía antes, no bastan las fotos de actos altruistas para convertirse en bienhechor.

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Amelia Barahona

Amelia Barahona

Arquitecto, especialista en Conservación del Patrimonio Cultural y gestión cultural

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