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¿Cómo se aprende a ser mamá?

Crecer sin mamá es jodido. Por mucho tiempo no lo noté, pero ahora que tengo un hijo siento ese hueco más real que nunca

Pexels.com | Creative Commons

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En Mayo, mi mamá habría cumplido 53 años. Por razones de la vida que aún no me explico y jamás entenderé (decido ignorar los supuestos “designios divinos” que la gente predica) se fue muy joven de este planeta, cuando ella tenía 27 años y yo tenía siete.

Me acuerdo muy poco de ella, pero todo lo que mi cerebro guardó fueron recuerdos bonitos, el olor de su perfume, su sonrisa, las tardes en que tocaba twist en su piano y mi hermana y yo bailábamos como locas, cuando jugaba conmigo porque mis primos no me dejaban jugar por ser la más pequeña, y cuando nos acostábamos en la grama tratando de adivinar que formas tenían las nubes.


Algunos tienen la teoría de que se aprende a ser mamá o papá según el ejemplo que tuviste de tu propio padre y madre. Yo no tuve esa dicha y a veces siento que no sé cómo hacer este pegue al que me metí.

Los niños aprenden copiando lo que ven. Creo que más o menos debe ser así cuando te convertís en mamá, copiás lo bueno de la tuya y lo ajustás a tu personalidad, tu filosofía de vida y a tus posibilidades. Mi modelo a copiar nunca fue constante, tuve muchos: mi mamá por siete años; mi abuelita que se quedaba 3 meses al año con nosotros; algunas tías que vivieron con nosotros; mi hermana, que tuvo que madurar ahuevo por ser la mayor, y las actrices de las películas de Hollywood que te exigen más de lo que cualquier humana es capaz de dar.

Y no hablo de aprender la parte práctica: cambiar pañales, bañarlos, vestirlos, darles la pacha, entre otros, sino de la parte de la disciplina, decisiones a la hora de una enfermedad, poner límites y esas cosas que aprendés o desaprendés de tu mamá. Mi modelo más cercano es mi hermana (que es una de las mejores madres que conozco), pero que es tan diferente a mí como Los Beatles de Ozzy Osborne. A ella le pregunto TODO lo que no sé cómo hacer como mamá, y copio la manera en que cría y educa a sus hijos, pero nuestras realidades y personalidades son tan distintas que a veces me siento perdida porque no sé a quien copiar.

Ya sé que no hay una escuela para ser mamá, pero siento que falta algo que mi mamá no me pudo enseñar para criar a Joaquín y eso me hace vivir con ansiedad porque no sé si hago las cosas bien o mal. Crecer sin mamá es jodido, es como que te faltara un tuco. Por mucho tiempo no lo noté, pero ahora que tengo un hijo siento ese hueco más real que nunca.

Quisiera que ella me calmara y me echara una mano cuando Joaquín se enferma, que me dijera que es normal y aceptable cagarla con los hijos, que me contara las veces que ella se desesperaba cuando yo no le hacía caso y cómo lo resolvía, que me acompañara cuando me siento agobiada por los cincuenta mil roles que una tiene que asumir en la vida, que le enseñara a Joaquín a tocar el piano en las tardes y que simplemente fuera mi mamá.

La falta de esta figura me ha creado falsas expectativas y modelos sobre cómo debería ser yo como mamá. Me he impuesto estándares imposibles de llenar que ahora me generan mucha presión como madre y como mujer. Esto me hace mierda porque tengo la estúpida idea de que debo ser como Martha Stewart y hacer de todo en la casa, incluyendo tapizar mis propios muebles, y además manejar un conglomerado de empresas multimillonarias sin perder el glamour (que tanto odio) montada en unos tacones de aguja rojos y sin despeinarme, cuando en realidad soy feliz en jeans y convers. Pero siento que tengo unos zapatos imaginarios que llenar para estar al nivel de mi mamá, que para mi (obviamente) fue la mejor del mundo y que por más esfuerzo que hago la vivo cagando constantemente.

Quisiera dejar atrás todos esos estereotipos y presiones que yo misma me impongo y ser solamente yo…… y que mi mamá me diga que estoy haciendo un buen trabajo con mi hijo.

¿Alguna vez se han sentido así?


Texto de Mariana Rivas. Madre Psicópata.

Consulte el blog de las autoras. 


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Maryorit Guevara | Mariana Rivas

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Maryorit Guevara y Mariana Rivas son dos comunicadores y mamás insurrectas que cansadas del cliché de la madre abnegada decidieron revelarle al mundo los vaivenes de la maternidad.

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