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Biden y la estampida de cubanos

En su azaroso peregrinar en busca de libertad y prosperidad miles y miles de cubanos se encuentran terriblemente solos y abandonados a su suerte

Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Foto: EFE

Daniel Morcate

18 de mayo 2022

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Si algo ha garantizado el régimen de la familia Castro a lo largo de su larga historia es la estampida de cubanos que votan con los pies, braceando y remando en las aguas procelosas del Caribe. Pero ha habido momentos en que la fuga de cubanos ha alcanzado niveles delirantes, que avergonzarían a cualquier Gobierno que tuviera vergüenza. Vivimos uno de esos momentos. Y como en ocasiones anteriores, el régimen lo estimula para deshacerse de bocas que alimentar y mentes a las que acallar.

Es así como desde octubre de 2021 hasta la fecha, 79 000 cubanos han cruzado hacia Estados Unidos por la frontera con México. Y Washington trabaja con la hipótesis de que la cifra podría sobrepasar los 150 000 antes de que concluya el año fiscal del Gobierno federal en septiembre. También estima que millares más podrían venir por el Estrecho de la Florida antes y después de que las tormentas embravezcan el mar.


Para evitarlo, el Gobierno del presidente Biden ha adoptado algunas medidas de dudosa solvencia. Una es acordar con La Habana la reapertura de trámites de cubanos en la embajada estadounidense sin que sepamos a ciencia cierta a cambio de qué. Dictaduras como la castrista solo negocian para obtener concesiones que las ayuden a preservarse en el poder. La reapertura, sin embargo, podría tener efectos positivos si permite el escape organizado de 20 000 cubanos anuales, la cantidad que se comprometió a aceptar el gobierno de Bill Clinton hace más de dos décadas; y si viabiliza las visitas humanitarias de cubanos que tienen familiares cercanos en Estados Unidos.

Washington acordó asimismo con México la devolución de 100 cubanos y 20 nicaragüenses diario. Esto es una respuesta al cínico acuerdo entre las dictaduras de Cuba y Nicaragua para usar la emigración en masa como arma contra Estados Unidos. El objetivo es presionarlo mediante el caos migratorio con el fin de que les levanten las sanciones políticas y económicas que ambas tiranías se ganaron reprimiendo manifestantes que exigían democracia y libertad, torturando, asesinando y condenando a largos años de prisión a víctimas inocentes, entre las que se hallan los candidatos que iban a disputarle la presidencia a Daniel Ortega.

Nicaragua, en efecto, ha prestado su territorio a cubanos sin visas con la condición de que sigan camino hacia Estados Unidos vía México. Esto le sirve de válvula de escape al régimen castrista que el año pasado enfrentó las más intensas protestas sociales en años. Y les representa una ganancia económica a La Habana y Managua porque los cubanos venden sus precarias posesiones antes de salir de la isla y reciben ayuda de familiares en el extranjero para costearse el viaje, su estancia en Nicaragua y luego la riesgosa travesía guiada por contrabandistas que cuentan con el beneplácito de autoridades corruptas de la región.

En su azaroso peregrinar en busca de libertad y prosperidad – de sentirse lo que son, seres humanos - miles y miles de cubanos se encuentran terriblemente solos y abandonados a su suerte. No los quiere su país. En las tierras extranjeras por las que deambulan los miran con recelo y les exigen que sigan su camino. Amplios sectores los rechazan en Estados Unidos. Y los actuales políticos cubanoamericanos apenas mueven un dedo por su causa, a pesar de que en algún momento ellos o sus ancestros huyeron del mismo régimen y de las mismas condiciones de opresión y privaciones.

Estados Unidos y México están recibiendo el mayor impacto de la estampida de cubanos. De México no podemos esperar que haga mucho por aliviar las penurias de estos hombres, mujeres y niños en fuga. Su actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha dado sobradas muestras de que simpatiza más con sus verdugos que con ellos. Pero el Gobierno del presidente Biden debería usar su influencia para garantizar un trato humanitario a los cubanos acampados en Centroamérica y México. Como parte de ese trato, debería cerciorarse de que se les tramiten debidamente sus solicitudes de asilo como las víctimas que son de la dictadura más antigua del mundo.

Como sucede con todos los fugitivos de la historia, los cubanos no huyen atraídos por nuestra luz, sino impelidos por la oscuridad en la que malviven en la isla. Por eso, el Gobierno de Biden podría gestionar su relocalización voluntaria a otros países democráticos que estén dispuestos y en condiciones de recibirlos. En el pasado, España, Australia, Canadá y Costa Rica acogieron de manera organizada a miles de cubanos que escaparon del castrismo.

Lo que no se justificaría sería hacer concesiones que fortalezcan a los regímenes tiránicos de Cuba y Nicaragua. Eso solo agravaría los factores que impulsan a sus ciudadanos a huir de manera desesperada.


Texto original publicado en Univisión

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Daniel Morcate

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