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"¡Que autoridades hagan justicia!"

Familiares y vecinos de Milton Reyes, padre de los niños asesinados, exigen a Aminta Granera que corrija comunicado policial que justifica matanza porque él no detuvo el vehículo en el que viajaba con su familia. Alcaldía de Managua politiza entierro con presencia de la JS. Familiares exigen respeto: "no estén aprovechando esta situación que se vive con dolor", les espetan.

Iván Olivares

14 de julio 2015

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Dolor. Indignación. Clamor por Justicia. Ni los vecinos del Barrio ‘Augusto César Sandino’, donde vive la familia Reyes – Ramírez, masacrada el pasado sábado 11 por oficiales de la Policía Nacional durante un fallido operativo antinarcóticos, ni los sobrevivientes de la tragedia, están dispuestos a permitir que se culpe de la masacre a Milton Reyes por no atender una señal de alto.

“¿Cómo iba a detenerse si no le dijeron que se parara, si no llevaban un bastón lumínico ni se identificaron como policías? Ahora van a decir que los agentes –a los que en el comunicado policial se les reconoce ‘su amplia experiencia en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado transnacional’- son héroes”, señala el abogado Carlos Alemán, tío de Milton.


El principal reclamo de quiénes hablan del tema, sean vecinos de las angostas calles de tierra donde habitan los sobrevivientes de la familia masacrada; los compañeros de clase de Efraín; los miembros de la liga de fútbol donde Aura Marina destacaba jugando en un equipo de varones, los bailarines del antiguo grupo de danza de Katherine, o los hermanos de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, es que no se puede culpar a las víctimas.

Todos repiten que, igual que Milton, cualquiera de ellos habría pisado el acelerador a fondo, al ver aparecer en la oscuridad a un grupo de encapuchados portando armas de guerra. No hace falta que la gente se ponga de acuerdo para repetir el mismo argumento: es simple lógica.

A partir de ahí, resulta inconcebible e inaceptable que se busque cómo justificar el crimen. O que se sugiera que deberían perdonar. ¿Según las enseñanzas de Cristo? Claro que sí. No faltaba más en una comunidad tan religiosa. ¿Según las leyes de la República de Nicaragua? ¡No señor! ¡No faltaba más!

Tal vez por eso resultó tan raro e inesperado ver llegar al sacerdote Neguib Eslaquit a la vela. No sólo porque nadie lo había invitado, sino porque esperaban que el mensaje de esperanza se lo llevaran sus propios líderes de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, y no este sacerdote que siempre parece estar donde lo necesita la pareja presidencial.

Enfundado en su sotana, Eslaquit aclaró que él no estaba ahí como representante de la Iglesia Católica, sino como un cristiano más. Su mensaje se centró en el perdón. No quedó claro si en el perdón espiritual que trata de sanar el alma de quien ha sido ofendido, o en el perdón legal de los hechores.

“Debemos perdonar. Jesús es el Príncipe de la Reconciliación”, exclamó con los micrófonos a toda potencia y el discurso a pleno pulmón, para recordar que hay que ser generoso al prodigar el perdón, en especial cada vez que oramos a los cielos pidiendo que se perdonen nuestras ofensas “así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

“Tuya es la venganza”

De inmediato tomó la palabra el hermano de Milton, Frank Reyes, que tiene el verbo de un pastor evangélico, pese a que “todavía no tengo esa autoridad”. Frank no comenzó hablándole a la familia ni a la multitud congregada en la angosta faja de tierra a la que él llama ‘la calle industrial’, porque hay varios negocios asentados en el lugar.

En vez de eso, elevó sus ojos al cielo y dijo a quien le escuchara desde arriba (y a quienes se esforzaban para oírlo a su alrededor, después que el sistema de sonido perdiera su potencia): “¡Tuya es la Justicia! ¡Tuya es la Venganza! ¡Que las autoridades hagan justicia! Respetamos a las autoridades, pero ellos también tienen que respetarnos”, reclamó.

Hablando ante los hermanos que le escuchaban, Reyes pidió “que no haya actos de violencia”, y a la vez que pedía a Daniel Ortega que hiciera lo correcto al dar una respuesta a esta situación, le recordaba -¿o le advertía?- que es Dios “quien pone y quita a los reyes”.

“Sabemos, señor presidente, que usted no dio la orden de disparar, pero le pedimos que haga justicia. Haga llegar paz a estas familias, haciendo justicia, y que el pueblo le vea ejercer su autoridad”, pero “con transparencia”, remarcó.

“Estamos adoloridos. Estamos muy dolidos”, reforzó de inmediato el predicador laico de la Iglesia Apostólica, hermano Jaime Santos Carballo. “Digo a nuestras autoridades con toda sinceridad y respeto, que deseáramos que piensen en sus hijos, en sus esposas, en sus esposos, en sus nietos, y que no actúen insensatamente, ni estén aprovechando esta situación que se vive con dolor”, antes de romper a llorar al recordar a los tres fallecidos.

“Que se dé cuenta este caballero (Ortega) que necesitamos vivir en un país en donde se haga justicia en todo. Que se viva donde no haya censura, donde no haya nada de engaño. Hoy mucha gente ha callado, y yo prefiero hablar más de Cristo que de otra cosa, porque bienaventurado el varón que gana almas para Cristo. Yo me quisiera ganar al comandante Daniel para Jesucristo. ¡Que se arrepienta! ¡Que sepa que hay un Dios que lo ama, y que quiere cambiar su vida y a la señora Rosario [Murillo] también! Que se dé cuenta que hay un Dios vivo que los está llamando al arrepentimiento”, predicó.

Granera no pudo llegar

La presencia minutos después de la Primera Comisionada Aminta Granera, jefa de la Policía Nacional, causó un revuelo entre los periodistas que trataban de obtener una declaración, mientras la familia pedía que se retiraran las cámaras para acompañar a sus deudos en la relativa intimidad que da no tener a un periodista escudriñando tu dolor… aun estando rodeado por cientos de vecinos.

Extrañamente, Granera no pudo llegar hasta esa cámara de intimidad que la familia trató de instalar bajo los toldos. No quedó claro si fue porque la marea de periodistas no la dejó llegar hasta el lugar, o si hubo asistentes al acto doliente que no se lo permitieron. Lo cierto es que la jefa policial se retiró casi de inmediato, aprovechando para hablar con vecinos y parientes.

El primero de ellos fue Milton, que la alcanzó para explicarle que “estamos ahí con un inconveniente”, en referencia al comunicado donde el cuerpo policial lo culpa a él por no haberse detenido. “Están realizando mal las declaraciones. No sé qué pasa ahí con los medios. Están fallando. Hay que aclarar las cosas”, solicitó.

Granera le respondió de forma apenas audible que “aquí estamos acompañándote. Así es, así es”. Luego, mientras apretaba la mano de un vecino joven, o la de una señora mayor –todos le piden que haga justicia- ella insiste para que lean bien el comunicado, y recuerda que si sus subordinados no hubieran quebrantado la Ley, no estarían presos.

Más adelante, los periodistas por fin logran arrancarle una declaración. Ya hay gente en las calles y en las redes sociales exigiendo su renuncia. Ella está a punto de abordar el vehículo que la sacará de ese lugar, pero se toma un segundo más para responder con una sonrisa, con la firmeza y la seguridad que da saber cosas que los demás no saben y conocer a personas que los demás no conocen. “Pero no voy a renunciar”. Y se marchó.

Tres horas en el cementerio

Decenas de motos, autos, buses, microbuses y camionetas acompañaron a los tres coches fúnebres en los que los cuerpos de Efraín, Aura y Katherine fueron trasladados al cementerio ‘Jardines del Recuerdo’.

Dentro de los cuarteles de la Dirección de Operaciones Especiales (ubicada en el antiguo Hotel Las Colinas), los policías aguardan listos con sus cascos, escudos y cachiporras, pero no hubo necesidad de sacarlos a las calles.

En el camposanto, la multitud doliente tuvo que esperar tres horas mientras llegaba el momento del entierro. La mayoría de ellos no supo que la intención de las autoridades era enterrarlos en lotes separados unos de otros. Ni que la familia doliente exigió que fuera en tres lotes contiguos. Ni que Fidel Moreno, Secretario General de la Alcaldía de Managua, reclamó a quienes puso al frente de la ‘operación’, por no prevenir el problema.

Sus ‘muchachos’ sí trataron de controlar lo que sucedía dentro de la capilla, a la que no tuvieron acceso los medios, por disposición de los miembros de la Juventud Sandinista que pululaban medio disimulados por el lugar. “Nos quitaron el control del entierro. No nos han dejado solos con nuestros muertos para llorarlos como es debido”, reclamó el tío Carlos Alemán.

A las tres de la tarde, los cuerpos de Efraín, Aura y Katherine, los tres ciudadanos evangélicos que no pudieron regresar a su hogar la noche del sábado 11 de julio porque un grupo de oficiales entrenados para protegerlos les disparó a matar, fueron depositados en la negra tierra, mientras quienes les amaban dejaban sus lágrimas y sus recuerdos con ellos.

Después de pasado el trago amargo, y de rogar que sea cierta la milenaria promesa de la resurrección, Milton y Yelka, así como Pedro, el papá del pequeño Efraín, y Jéssica, madre de Aura Marina, comenzaron a resignarse por la pérdida física de sus hijos, sin renunciar a su derecho a exigir que se haga justicia, y que se haga en este mundo.

 

Milton Reyes no puede ser culpado

La certeza de que la Policía no puede justificar lo injustificable no es exclusiva de quienes habitan el microcosmos de incertidumbre y dolor que es el Barrio ‘Augusto César Sandino’. Los expertos también piensan igual.

Uno de ellos es Roberto Orozco, especialista en temas de seguridad, quien dijo en el programa de TV ‘Esta Noche’ que se transmite por Canal 12, que “no hay nada que justifique la acción. El comunicado de la Policía está fuera de lugar. Lo más grave es que dice que Milton Reyes se tiró el alto, es decir justificando que es por eso que fallecieron, cuando los protocolos dicen que no se debe disparar, sino dar persecución”, aseveró.

“Implícitamente se le está achacando la responsabilidad a don Milton, cuando lo que él hace es una reacción natural al verse sorprendido por unos elementos armados que no están identificados, y busca cómo huir. Cualquiera lo hubiese hecho, incluso yo lo hubiese hecho”, aseguró.

“Esto evidencia que hay contradicciones… que hay un doble manejo por parte de la Policía Nacional que no tiene un control absoluto. Es muy probable que ese comunicado haya salido sin el consentimiento de ella, [Granera] pero ella se ve obligada a ponerse al frente” y defenderlo, añadió.

Por su parte, el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), considera que “la tragedia que hoy sufre la familia Reyes Ramírez, es clara consecuencia del retroceso institucional que en los últimos años ha sufrido la Policía Nacional”.

Por ello exige que se conozca de inmediato la identidad de los agentes, que el caso sea enviado al Ministerio Público para identificar otros responsables dentro de la cadena de mando. Que las  armas de fuego sólo se usen en caso de riesgo extremo; que se revise el adiestramiento y la situación sicológica de los agentes del orden, y que se adopten “las medidas de reparación hacia los familiares de las víctimas y los sobrevivientes”.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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