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"No nos ayudaron. Gritábamos 'auxilio'"

Negligencia de grupo élite de la Policía acaba con la vida de tres personas, incluidos dos niños. Actuaron violando procedimientos de la institución: no se identificaron como oficiales ni encendieron sirenas. Tragedia se une a larga lista de abusos policiales.

Iván Olivares

14 de julio 2015

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Milton Reyes y su señora, Yelka Noemí Ramírez, asisten con regularidad a un templo evangélico ubicado en el Reparto Schik. La noche del sábado, la pareja decidió aceptar la invitación de un familiar para ir a la Iglesia Apostólica situada en Lomas de Guadalupe. Un barrio situado tan al extremo de Managua, que puede decirse con certeza que ahí termina la ciudad.

Fueron recibidos con cariño por una comunidad religiosa que se alegró de tener nuevos hermanos de visita. El pastor se inspiró para hablar de la fidelidad de Dios, y de cómo el hombre que camina en los pasos del Señor, debe vivir su vida en orden y con rectitud.


Al salir, decidió tomar un camino rural, de tierra, oscuro en sus primeros dos mil metros, que desemboca luego en una vía construida con cemento hidráulico, por donde se podría enrumbar con tranquilidad de regreso a casa.

Pero ni su hija Aura Marina Reyes Rodríguez (12), que quería ser veterinaria, ni su hijo José Efraín Reyes Rodríguez (11), que quería ser mecánico, como su papá, ni su cuñada Katherine Katiuska Ramírez Delgadillo (22), lograron regresar con vida a su casa.

Una fuerza policial integrada por unos 20 agentes que habían jurado defender a los ciudadanos con sus propias vidas si fuera necesario, les disparó a mansalva. Sin preguntar. Sin ser provocados. Sólo tratando de justificarse con la excusa de que creían que los integrantes del vehículo eran narcos.

Pero no lo eran.

Durante un kilómetro y medio, el antiguo camino del Río (otros le llaman el camino del Rodeo), transcurre suavemente, sin muchos baches por los que preocuparse, en un ambiente completamente rural donde de vez en cuando surge alguna casa semi aislada, por lo que de noche se transita por el sitio en la casi total oscuridad.

Aunque tanta soledad no deja de ser preocupante, Milton no se sintió especialmente temeroso, porque la zona es bastante tranquila, y normalmente no se conocen reportes de hechos delictivos en la localidad, como luego lo confirmara a Confidencial, el matrimonio conformado por Héctor René Leiva Jarquín y Yamileth Cajina, vecinos del lugar.

Lo que Milton no sabía –no podía saberlo- es que la noche del sábado 11 de julio, una veintena de agentes policiales, miembros del cuerpo élite llamado ‘Tapir’, se había desplegado en el viejo y solitario camino del Río, esperando el pase de un supuesto grupo de narcotraficantes.

La confusión –según lo narró a Confidencial un oficial de policía que rogó mantener su identidad en reserva- pudo haber sido originada cuando un agente de civil “marcó mal” al vehículo en el que viajaba la familia Reyes.

De pronto, Milton vio con sobresalto cómo de la oscuridad surgían unos 8 hombres vestidos con ropas oscuras, encapuchados y portando armas de guerra. Sin identificación alguna. El hombre hizo lo que cualquiera haría en su lugar: pisó el acelerador y trató de escapar de aquel grupo de desconocidos que comenzó a disparar sin previo aviso.

“No se identificaron. No tenían ninguna señal lumínica, ni patrullas ni nada. No se portaron como policías. Pensé que me iban a asaltar”, confiesa.

El agente policial consultado por Confidencial, explicó que el procedimiento correcto incluye encender las luces y la sirena, y usar el megáfono para identificarse como agentes del orden y conminar al chofer a detener el auto.

Aún si este huye, el protocolo indica que hay que darle persecución, alcanzarlo y bloquearlo, y cuando se detuviera, rodearlo y apuntar a sus integrantes con sus armas, tanto para que no pensaran en disparar a los policías, como para estar listos a devolver el fuego en caso de ser atacados.

“Los muchachos actuaron como novatos, y no lo son. Los Tapir pasan entrenando constantemente, así que lo que ocurrió anoche (el sábado) es pura negligencia. Es lógico que ese pobre hombre hubiera salido corriendo. Yo también, que soy policía, igual hubiera buscado cómo correr si me salen unos encapuchados en la oscuridad”, aseguró.

Milton recuerda que le gritó a su familia “¡agáchense! Yo también me agaché, pero tuve que levantar la cabeza, porque nos íbamos a estrellar si seguía manejando agachado”, recuerda al día siguiente, mientras trata de digerir lo que le pasó a él y su familia y se pregunta por qué.

Su decisión de levantar la cabeza fue correcta, no sólo porque no se puede manejar sin ver el camino –y menos con tanta oscuridad- sino también porque en el antiguo camino del Río, un trabajo de compactación mal hecho destruyó el carril izquierdo.

Si el carro hubiera caído en la ancha zanja de más de un metro de profundidad, no sólo habría quedado a merced de los encapuchados que les perseguían y disparaban, sino que el choque habría causado más heridas a su familia.

Reyes recuerda que mientras aceleraba tratando de dejar atrás a los emboscados –que corrían y seguían disparando- comprobó con nuevo espanto que más adelante había otro grupo de encapuchados que tomó el relevo de sus perseguidores, y comenzó a dispararles de nuevo. De hecho, más adelante había un tercer grupo que también se ensañó en la indefensa familia.

Para entonces las llantas estaban ponchadas, y el vehículo corría sobre los rines metálicos, lo que volvía la huida más lenta y al vehículo más difícil de gobernar. Cuando finalmente salió a la vía de concreto, con la esperanza de dejar atrás a sus verdugos, chocó con una camioneta Mitsubishi gris doble cabina, en donde viajaba el ciudadano Norwin Loáisiga con su familia.

En pocos segundos se vieron rodeados por una veintena de hombres encapuchados que hasta ese momento se dio cuenta de su error, lo que no bastó para humanizarlos. Tanto Reyes como su esposa Yelka Noemí, y el matrimonio Leiva-Cajina, aseguran que los policías no dejaron que los vecinos prestaran ayuda a la familia que sufría y se desangraba dentro del vehículo.

“Nosotros nos acercamos queriendo ayudar, pero varios policías se voltearon amenazantes hacia nosotros, y vimos que no nos iban a dejar que hiciéramos nada por ellos”, refiere Yamileth. “No nos ayudaban. Gritábamos ‘auxilio’, pero nadie nos hacía caso. Sólo se quedaron alrededor nuestro, sin hacer nada”, recuerda por su parte Noemí.

Después de unos 10 minutos en los que no intentaron ayudar a sus víctimas, ni mostraron arrepentimiento ni sorpresa, los policías decidieron trasladar a la familia Reyes a un hospital, dejando a Milton en el sitio del accidente, junto con Loáisiga y su familia, que según los testigos también tuvo que lamentar dos heridos durante el choque.

Treinta o cuarenta minutos después llegó la Jefa de la Policía Nacional, Primera Comisionada Aminta Granera. Le acompañaban algunos altos jefes policiales… y un pequeño ejército de periodistas.

Después de asegurarle ante las cámaras que “el comandante Daniel y la compañera Rosario me dijeron que me viniera para acá a ver qué había pasado”, Granera le prometió que se haría justicia, y se lo llevó en su vehículo al hospital donde Milton se enteraría que su desgracia era mayor: Aura Marina también había fallecido.

Cuando amaneció este domingo, dos altos jefes (el Comisionado General Ramón Avellán, Subdirector General de la Policía Nacional, y el Comisionado Fernando Borge, vocero policial), así como Fidel Moreno, hombre de confianza de la primera dama, Rosario Murillo, y Secretario General de la Alcaldía se Managua, conocían la casa de Milton y su familia.

El cuerpo policial había cumplido su promesa de hacerse cargo de los gastos: tres relucientes ataúdes guardaban los cuerpos de Aura Marina Reyes Rodríguez, la niña que quería ser veterinaria, José Efraín Reyes Rodríguez, el niño que quería ser mecánico, como su papá, y el de Katherine Katiuska Ramírez Delgadillo.

Todos ellos descansarán eternamente en tres lotes de un hermoso y caro cementerio capitalino. Cortesía de la Policía Nacional de Nicaragua, el país más seguro de Centroamérica.

El llanto de una madre

Yelka Noemí Ramírez Delgadillo llora de forma inconsolable cada vez que se acuerda de sus hijos y su hermana muerta. Cuando la abraza un familiar. Cuando un vecino le da su pésame. Cuando la entrevista un periodista, y otro y otro y otro. Cuando entra a la sala de su casa, y ve los ataúdes que le entregó la Policía Nacional para que su hermana Katherine Katiuska y sus hijos José Efraín y Aura Marina descansen en paz.

Pero ella no tiene paz. Al escuchar las preguntas de los periodsitas por los medios de comunicación, Yelka Noemí clama sin pudor alguno rogando “que los maten. Que la gente haga justicia. Que los maten a todos si los dejan libres”, en referencia a los oficiales que dispararon a mansalva contra un vehículo que pasaba frente a ellos en el viejo, oscuro y accidentado camino al río, en la comarca de Las Jaguitas, sin que nadie los hubiera agredido ni amenazado a ellos.

“No es la primera vez que matan a niños”, clama recordando otros casos en los que un agente del orden fue acusado de disparar contra inocentes. De pronto, recuerda nuevamente con dolor, cómo trató de proteger a sus muchachitos, pero fue imposible. Las balas no los perdonaron.

“Yo los abracé para tratar de protegerlos, pero no pude”, rememora mientras el llanto corta bruscamente sus palabras. “El niño ya estaba muerto cuando lo saqué del carro. La niña todavía estaba viva. A ella la besé y se me murió ahí nomás”, dice al recordar la pesadilla.

No sólo esta madre adolorida maneja la tesis de que los asesinos de sus niños y su hermana podrían quedar libres en poco tiempo. El abogado Carlos Alemán López, tío de Milton Reyes (esposo de Yelka Noemí y cuñado y padre de los tres muertos), no descarta que los hechores estén libres dentro de tres meses.

“Si lo tipifican como un homicidio, y no como asesinato, los policías pueden reconocer su culpa y negociar con la fiscalía para que los dejen libres. También pueden alegar ‘obediencia debida’ para lograr que les rebajen la pena”, teorizó, a sabiendas que la obediencia debida no puede usarse como defensa cuando la orden implica quebrantar la ley.

Alemán López también cuestiona el accionar de ese grupo policial cuya actuación le resulta desde todo punto de vista indefendible.

“Si de verdad estaban en un operativo antinarcóticos, igual existe un protocolo, un código de conducta que regula cómo deben actuar los policías en una situación como esa. Así fuera que dentro de ese vehículo viajara un asesino o un violador, esa no era la manera de actuar. ¿Fue profesional la Policía al actuar de esa manera? No. ¿Eran inexpertos? Tampoco”, señaló.

"Un abuso de poder"

Roberto Orozco, experto en temas de seguridad, analiza la masacre de Las Jagüitas para Confidencial.

¿Qué procedimientos violaron los policías que participaron en la masacre de Las Jagüitas?

La violación inmediata es al protocolo del uso del arma de fuego. Éste dice que el policía debe hacer uso de su arma de fuego solo cuando esté en riesgo, es decir que lo estén amenazando, que su vida esté en peligro, y puede usar su arma reglamentaria para neutralizar o aniquilar la amenaza.

Pero hay otros procedimientos menores que se han violado ahí. Por ejemplo el hecho que esa patrulla haya estado a altas horas de la noche. Se argumenta que hubo un operativo anti narcomenudeo. Generalmente no hay operativos a esa hora. Yo conozco que los operativos se hacen más temprano. Son violaciones a procedimientos de patrullaje, retén, control.

Los testigos señalaron que los policías no vestían uniforme, la primera comisionada Granera dijo que debieron tener bastones lumínicos, ¿cómo se opera en este tipo de casos?

Si es un retén policial no solo deben estar identificados completamente. Deben tener bastones lumínicos, pero también conos a cierta distancia de la patrulla, conos que avisan que hay un retén policial, pero estamos hablando que el hecho ocurrió a altas horas de la noche. Por lo que han informado los medios de comunicación la víctima no se detuvo.

El señor dijo que temía fuese un asalto y por eso continuó la marcha…

Es lógico, el problema de la Policía es que se ha degradado la confianza y cómo  hay muchos delincuentes vestidos de policía a esa hora de la noche, hasta yo hubiera hecho eso. Cualquiera no se detiene. El denominador común es que la población sabe que a la diez de la noche no hay policías.

¿Es suficiente que la comisionada Granera prometa justicia?

No es suficiente. Hay que resarcir el daño, la forma en cómo está procediendo la Policía Nacional con toda la población. Ahora porque hay un hecho de gravedad todo el mundo se está poniendo la mano a la conciencia, todos dicen que hay que señalar. Pero esto es un abuso de poder penetrado en la Policía y además es un acto provocado por la impunidad que promueven las altas esferas policiales, ¿a qué me refiero? Esa es la misma actitud cuando se torturan a los reos en el Chipote, en Auxilio Judicial,  es la misma actitud del Policía que mató al niño en La Paz Centro. Es la misma actitud reiterativa que no ha tenido una respuesta correcta e idónea para frenar el abuso y la violación a derechos humanos. Como policías se ven impunes, actúan a sus anchas.

Cronología de abusos y negligencia de la PN

A principios de 2007 el Cenidh reportó el caso de una persona que fue colgada de los testículos en Nueva Guinea.

En septiembre de 2008. En la Paz Centro la Policía se levantó para protestar por el asesinato de un niño que no se detuvo ante la señal de alto de los agentes. El pueblo quemó la delegación y todos los policías asignados fueron cambiados.

En septiembre de 2008, la Policía hirió también a un menor de 15 años en los alrededores del Mercado Roberto Huembes. La Población quemó la patrulla y  una moto.

En 2008, tras las elecciones denunciadas como fraudulentas, hubo protestas en las calles que el oficialismo, violencia del oficialismo y complicidad policial

El 22 de junio de 2013. Tropas de choque del gobierno agreden en la madrugada a jóvenes que respaldaban a abuelos que pedían entonces una pensión mínima al gobierno. Los agresores fueron trasladados en vehículos de la Alcaldía de Managua. Contaron con la complicidad de las autoridades, cuyos jefes en Managua fueron luego promovidos.

En  julio de 2010, policía mató a una persona cuando intentaba detener a un muchacho sospechoso del robo de chatarra. Hubo protestas: dos muertos, 20 civiles heridos y 12 policías.

El 23 de septiembre de 2011, arrestan en Estelí a  tres ciudadanos durante 34 horas, se les echó agua encima durante horas, se los privó de sueño y se les negó contacto con sus familiares.

El 8 de noviembre de 2011, el jefe policial de El Carrizo participa, en complicidad con el secretario político del FSLN y el delegado del CSE, en el asesinato de cuatro miembros de una familia liberal.

Febrero de 2012: Motociclista asesinado en Chontales.  Harold Antonio Amador tenía 26 años. No atendió señal de tránsito y lo detuvieron a balazos según el Cenidh

Septiembre de 2012: se denuncia que cinco policías y un guarda de seguridad participaron en la violación de una niña. Ellos eran del anillo de seguridad del mandatario.

Octubre de 2012: dos policías asesinan al motociclista Marcos Antonio Cajina

Noviembre de 2012: Mujeres de la oposición que participaron en protestas en Nueva Guinea, inconformes con los resultados electorales, fueron detenidas y manoseadas por oficiales de la Policía.

11 de octubre de 2014: Reos del caso de la masacre del 19 señalan públicamente al jefe de investigaciones de la Policía Nacional, Ramón Avellán, de torturarlos durante el proceso de investigación de la emboscada a caravanas sandinistas en que murieron de cinco personas en julio. Los agentes fueron señalados de detenciones ilegales y de abuso de poder.

El 8 de noviembre de 2014 un escolta de la jefa policial  hirió a una anciana de 60 años y  un joven de 20. Según los testigos,  el oficial disparó contra un motorizado que no hizo caso a la orden de quitarse del lado de la caravana, pero la PN dijo que el arma se disparó accidentalmente.

El cuatro de mayo de 2015, Francisco Javier Ponce, un joven que las autoridades investigaban por participar en el crimen de un soldado en Rivas, aparece ahorcado con un cinturón en su celda en la Dirección de Auxilio Judicial.

El ocho de julio de 2015.  9 diputados fueron arrestados y golpeados por la Policía cuando aquellos protestaban demandando elecciones libres. Los periodistas también fueron agredidos.

Fuentes: Diarios nacionales

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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