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“Huelga de hambre fue victoria de las madres”

Padre Román: El régimen Ortega Murillo quiso embaucar al cardenal Brenes, ofreciendo entregarle solo al padre, y no a las mujeres en huelga de hambre

Padre Edwin Román, párroco de la iglesia San Miguel, de Masaya. // Foto: Carlos Herrera

Redacción Confidencial

3 de diciembre 2019

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El padre Edwin Román ya ha recuperado la salud y superado el agotamiento producido por las 216 horas continuas de sitio policial y paramilitar en la iglesia San Miguel, de Masaya, cuando un grupo de madres de presos políticos inició una huelga de hambre. El párroco no duda que lo sucedido en su iglesia “fue un éxito”.

“Unas cuantas mujeres hicieron mover el mundo. Unas cuantas mujeres han hecho tambalear a una dictadura. Si bien es cierto sus hijos no salieron libres, esta fuerte presión mundial va a contribuir a que estas personas encarceladas puedan salir en libertad”, dice rotundo el padre Román.


El sacerdote resistió en la iglesia San Miguel junto con las madres, pese a que la comida escaseaba y en particular su salud mermaba debido a la diabetes y la falta de insulina. Fueron días largos para el padre Román en San Miguel. Pese a las dificultades se propuso no abandonar a las madres. El sacerdote asegura que en todo momento se mantuvo en contrato con el cardenal Leopoldo Brenes.

En un momento, el régimen Ortega Murillo quiso embaucar al cardenal Brenes, ofreciendo entregarle solo al padre, y no a las mujeres en huelga de hambre. Sin embargo, el cardenal Brenes se mantuvo firme en su postura de rescatar a todos los sitiados en la parroquia, de acuerdo con Román.

El padre Román cuenta en esta entrevista todos los detalles del sitio vivido en la iglesia San Miguel, lo que le escuchaba a decir a los policías, las amenazas, las vicisitudes experimentadas y el momento final de la liberación que para él supone en mayúsculo un triunfo sobre la dictadura.

Durante todos estos días de cerco policial el arzobispo, el cardenal Leopoldo Brenes, ha revelado que se mantenía en algún contacto con usted. En algún momento tuvo contacto personal cuando su situación y la de algunas madres se puso más crítica. ¿Qué conversó con el cardenal? ¿Hubo alguna suerte de negociación? ¿Cómo se produce la salida de la iglesia?

El cardenal Brenes estuvo constantemente haciéndome llamadas. Animándome inclusive enviando mensajes de solidaridad a las mamás. Inclusive monseñor Silvio Báez desde el exilio estuvo atento. El cardenal me dijo que el Gobierno permitía que llegara él y el nuncio solo para sacarme a mí y no a las mamás. El cardenal me manifiesta que no iban a caer en el juego del Gobierno y hacer parecer mal a la Iglesia. Yo le dije: “Sí, eminencia, yo de aquí no me muevo. Estaré con las mamás hasta las últimas consecuencias”. Yo no iba a despedir a las mamás y el cardenal me dio la razón. El Gobierno hizo quedar mal al arzobispo, diciéndole que llegara a traerme solo a mí y no a las mamás.

¿Cómo se produce entonces la salida de la iglesia, cuando llegan a la iglesia ambulancias del hospital Vivian Pellas?

El día anterior de la salida, las mamás estuvieron reunidas y llegaron a la conclusión de que iban a desistir porque yo ya me sentía mal. Había tenido tres descompensaciones. Y no iban a permitir que me ocurriera algo grave. El cardenal hizo el contacto para que nos llegaran a traer. Ha sido verdaderamente un éxito. Porque unas cuantas mujeres hicieron mover el mundo. Unas cuantas mujeres han hecho tambalear a una dictadura. Si bien es cierto, sus hijos no salieron libres, esta fuerte presión mundial va a contribuir que estas personas encarceladas puedan salir en libertad.

¿Cuál es su aspiración personal? ¿Tiene planeado regresar a su parroquia San Miguel? ¿De qué depende que pueda regresar?

El cardenal me ha manifestado que me dé días para reposar. Ya en la iglesia se está celebrando la eucaristía y en días próximos ya estaré en las parroquias. Eso no quita también mi acompañamiento a los ciudadanos. Todo aquel que me necesite, aquí estoy para ellos. Como lo estuve para las madres y en el levantamiento de 2018. Aquí está Edwin Román.

Cuando empezó el asedio policial a las madres que hicieron huelga de hambre en su iglesia, ¿hubo alguna explicación de parte de la Policía sobre por qué establecieron ese cerco?

Ninguna. Fuimos violentados. Un día antes, dos mamás llegaron a solicitarme un espacio para hacer oraciones y una huelga de hambre. En la parroquia no contamos con un auditorio así que les puse un lugar en el templo. Yo, pensando que estamos en un país civilizado y ante un Gobierno civilizado, que iban a respetar la decisión de esas mamás. Creyendo yo que las mamás podrían tener asistencia médica y visitas de medios de comunicación, incluso de sus familiares con las puertas abiertas de la parroquia, realizando mi trabajo pastoral de siempre. Sin embargo, esa tarde tenía yo una misa a las tres de la tarde y ni siquiera permitieron que esas familias llegaran. Tuve que salir yo a invitar a los fieles que entraran al templo… No existe una libertad de culto en Nicaragua. Inmediatamente fuimos cercados por alrededor de 80 y 100 policías antimotines. Luego se cortó el agua potable. Tuvieron que romper las calles. Nos cortaron la luz y eran las 5:30 de la tarde. Decidimos cerrar el templo. A la mañana siguiente teníamos más paramilitares y turbas. Solamente se abrieron las puertas de la iglesia y comenzaron las amenazas para las madres. Y ya no digamos las vulgaridades que nos decían al amparo del comisionado Ramón Avellán y el alcalde de Masaya, Orlando Noguera.

¿Temió usted en algún momento que se podía producir un asalto en contra de la iglesia? ¿Era un cerco activo o pasivo?

Cuando ya vi que se cercó totalmente la iglesia, porque se tomaron los patios de los vecinos, amenazando a una señora de unos ochenta años, penetraron a los patios vecinos y allí tuvieron varios policías… es decir, ni siquiera dejaban un espacio como para decir que alguien nos iba a pasar una botella con agua. Allí si nos vimos totalmente cercados. Las mamás entraron en pánico, pero todo se normalizó entre nosotros, porque tampoco íbamos a estar en pánico. Pero sí hubo asedio. Nos fortaleció mucho la fe. Diario celebrábamos la eucaristía.

La noche en que llegaron los activistas de la Unidad Nacional Azul y Blanco a dejar agua, los mismos que fueron capturados… ¿Cómo fue el contacto con ellos?

Tuvieron contacto las madres con ellos. Yo estaba dormido porque tomo una medicina para la neuropatía. Eso me duerme inmediatamente. Al día siguiente, tengo un chat de una de las personas que llegaron, que le abriera las puertas.

Estando dentro de la iglesia, bajo el cerco de la Policía, ¿tuvieron algún contacto con los policías que estaban afuera? ¿Algún diálogo con ellos? ¿Se conocía el estado de ánimo de ellos en relación a la huelga de hambre?

Hubo oficiales de la policía, inclusive antimotines, que saludaron a las mamás. Cuando ellas abrían la puerta, uno de ellos les dijo buenos días. Inmediatamente el jefe de los antimotines los sacó del sitio y lo regañó. Quizá algunos de ellos están comprometidos. Se escuchó conversación entre algunos de ellos, y uno le decía al otro: “Ya no aguanto esta eme; ya me duele la cabeza de estar aquí… por cuatro viejas que están adentro”. Entre ellos había ciertas pugnas, porque no estaban de acuerdo con cercar la iglesia y algunos sí.

¿Cómo sobrevivieron esos ocho días? Las madres estaban en huelga de hambre, pero otras personas que estaban con usted no tenían alimentos. Usted carecía de su insulina. ¿Cómo hicieron?

Las madres estaban en huelga de hambre, pero tenían suero y un poquito de leche. Yo siempre en la semana hago dos compras para mi alimentación. Ese día solamente tenía poco para mí y eso fue compartido con cinco personas que se quedaron. Hubo en este momento que esas cuatro personas tuvieron que hacer también la huelga, porque la poca comida me la dejaron a mí. Estuve alimentándome los últimos tres días únicamente con arroz. Esa era mi dieta. Teníamos la suerte de tener un árbol de noni, que esa fruta, cuando caía, la hacíamos refresco. Padezco de diabetes y tenía apenas la mitad de la dosis de insulina. Solo me la aplicaba una vez al día debido a la poca ingesta de alimentos. La insulina la mantuve en un recipiente con agua para mantenerla medio fresca. Pero lo muy duro fue quedar incomunicado porque no teníamos fluido eléctrico. Ya no teníamos como cargar los celulares. Fue echar mano de la batería de un pequeño vehículo de la parroquia que también colapsó. Nos quedamos tres días sin comunicación. No sabíamos nada de los familiares ni dar algún informe a un medio de comunicación. Pero habíamos dicho que, si nos quedábamos sin batería, la alerta iba a ser tocar las campanas de la iglesia si las turbas ingresaban o nosotros nos mirábamos en una emergencia de salud.

¿A qué atribuye usted la crueldad, la saña del régimen contra las madres en huelga de hambre… contra usted como párroco de la iglesia, porque un hecho como este es inusitado, que no se ha visto en ninguna parte del mundo?

El agua es un derecho que tenemos. Se podría inclusive tomar un tiempo sin ingerir alimento, pero agua no. Considero que es una maldad. Me ponía a pensar en la crueldad de este Gobierno. Nos sentíamos acorralados sin que nadie pudiera tirarnos una botella de agua desde la calle. Es una de las tantas crueldades. Es algo diabólico y no es nada cristiano dejar morir a personas. El domingo anterior llegó el padre Pedro Méndez, de Monimbó; llegó con sus fieles católicos, llevando agua y la Policía le quitó el agua y al padre Pedro le doblaron el brazo. Una señora llegó con tres bolsas de hielo para que yo pusiera la insulina y ella fue golpeada y le tiraron el hielo.


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Redacción Confidencial
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