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El sello del arquitecto Terán

El edificio del INSS, el Teatro Nacional Rubén Darío, el campus de Incae, el actual Ministerio de Gobernación y muchos más

El Teatro Nacional Rubén Darío es una de las obras más famosas del arquitecto. José Francisco Terán. | Confidencial.

Iván Olivares

1 de noviembre 2015

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En el transcurso de una tarde, José Francisco Terán pasó de arquitecto a doctor Honoris Causa, y luego a ‘Héroe de la Sociedad Civil’, cuando la Universidad Americana le entregó el primero y la Fundación Ortiz Gurdián le honró con el segundo. Esos galardones son un reconocimiento a su labor como arquitecto a lo largo de seis décadas de su vida.

También son una muestra de gratitud por lo que hizo entre 1960 y 1970, cuando diseñó varios de los edificios que aún siguen en pie, pese a haber sufrido los embates del terremoto de 1972. La sede del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, el Teatro Nacional Rubén Darío, el actual edificio del Ministerio de Gobernación, y varias sucursales del antiguo Banco Nicaragüense (Banic), dan fe de su profesionalismo y su calidad.


Al resumir los hitos de su historia personal que moldearon su carácter y su forma de ver el mundo, Terán atesora su formación en colegios religiosos, tanto en primaria como en secundaria. Lo ratifica al decir que “la educación de los hermanos cristianos fue extraordinaria para mí”.

Estudió su primaria en el colegio ‘Beato Salomón’, de los hermanos de Lasalle de León, mientras que los años de su formación secundaria transcurrieron con los jesuitas del Colegio Centroamérica de Granada. “Éramos seis hermanos, y todos fuimos alumnos de Granada”, recuerda.

Si bien no destacó como deportista, Terán sí lo hizo como estudiante. Recuerda que obtuvo el primer premio en todas las asignaturas a lo largo de los cinco años de secundaria, por lo que al bachillerarse, crearon una medalla especial, llamada ‘El Príncipe Perpetuo’, para entregársela a él.

Rubén y la poesía también estuvieron en el centro de su atención, a tal grado que en su juventud estudiaba a los grandes referentes del Movimiento de Vanguardia, y años más tarde escribiría un ensayo sobre la poesía dariana, con el que ganó el primer lugar del Sexto Concurso Internacional José Martí. Ese ensayo está publicado, y aún puede adquirirse en librerías como Hispamer.

Fue en esa época que descubrió lo que habría de ser su gran pasión: la arquitectura, arte que le gustó especialmente porque “yo sentía que la arquitectura era una vocación, una profesión, donde se entrelaza todo. La arquitectura tiene que estar bien cerca del ser humano, porque trata del ser humano como individuo, o como familia, o como ciudad, o como país”, define.

En el proceso aprendió que se trataba de una ciencia en la que se necesita “saber matemáticas, para calcular bien los edificios para que no se caigan”, pero también, que construir un edificio era más que buscar formas estrambóticas e imposibles que reten a la física, si no es que hay mucha física detrás de la propuesta artística de cada edificio.

Por eso marchó a estudiar arquitectura a la Universidad de Michigan, donde se empeñó en aprender, más que en aprobar sus clases, lo que le valió para conseguir una oportunidad a finales de la década del 50, para trabajar con el famoso Arq. Minoru Yamasaki, diseñador de las Torres Gemelas.

Cuatro décadas más tarde, le llevaría a ocupar un puesto como miembro del gabinete del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que lo propuso como Director del Instituto Nacional de Ciencias de la Construcción, en Washington. “Era un nombramiento a nivel de gabinete, lo cual requería una audiencia con el Comité de Banca, Vivienda, y Desarrollo Urbano del Congreso de Estados Unidos”. Terán llegó a la audiencia, habló con los miembros del Comité, y fue ratificado.

Sus edificios

Entre ambos hitos, Terán regresó a Nicaragua a pasar en el país las fiestas navideñas de 1959, tiempo en el que conoció a la que sería su esposa, con la que procrearían cuatro hijas. La pareja celebró sus Bodas de Oro y sigue junta.

La década de los 60 le encuentra constituyendo Arquitectos e Ingenieros S.A., junto a otros tres jóvenes profesionales, Roberto Argüello Téfel, René Lacayo Debayle y Alfredo Osorio.

Su primera gran obra fue la nueva sede del INSS. Terán recuerda que ellos entregaron planos extensamente detallados, a tal punto que la administración del Instituto, encabezada por Luis Somoza y el Dr. Felipe Rodríguez Serrano, les ofrecieron C$50,000 por su trabajo, con la intención de elegir ellos a su propio constructor.

Terán recuerda que decidieron jugarse el todo por el todo, y dijeron que les dieran la obra o les devolvieran sus planos. Unos días después, les asignaron el proyecto como firma arquitectónica, aunque las obras de ingeniería se le adjudicaron a Sovipe, que ganó la licitación por una diferencia de C$80,000.

“El INSS tiene el núcleo bajo, que es donde están los lobbies, porque hay mucho acceso del público, y luego una torre de oficinas. Ese es todo el INSS. Un edificio muy sencillo. El Banco Central [que fue diseñado por un competidor] era mucho más complejo”, aseguró.

Al recordarle que AISA siempre fue percibida como una empresa muy cercana al poder de la familia Somoza y el poder gobernante, Terán defiende que, gracias a la insistencia de los cuatro profesionales que dirigían AISA, de alguna forma, el país dio un paso adelante en el tema de la modernidad administrativa.

El del INSS “fue el primer edificio que salió con planos completísimos, técnicos, con sus planos estructurales, electromecánicos, etc., que hasta el Dr. Pedro Joaquín Chamorro publicó un editorial, cuando se licitó el edificio, alabando la licitación, y diciendo que debería ser una pauta para todos los futuros edificios, porque antes se le adjudicaban al favorito”, remarcó.

De ahí en adelante, la firma obtendría mayor notoriedad al ir recibiendo nuevos proyectos que irían renovando la cara de Managua.

De esa época es el edificio de la Enaluf, al que denomina “uno de los más queridos míos, porque verdaderamente fue posible articular ese edificio, en una forma completa, exacta, con una gran colaboración de técnicos”, reconoce.

También las sucursales del Banco Nicaragüense en varios departamentos. Interrogado por el llamativo edificio que construyó en la ciudad de León para el citado banco, explicó que “el edificio es todo una caja de vidrio, con esa modulación por fuera, porque el techo necesita columnas para aguantarse. Yo lo que quería es que la Iglesia ‘La Recolección’, que está enfrente, ‘entrara’ dentro del edificio, y que la gente dentro del edificio, se relacionara con la bellísima Iglesia ‘La Recolección’”, conceptualizó.

El Teatro Nacional Rubén Darío también lleva su firma.

Al respecto, describe emocionado que “lo más importante del Teatro, es que es un teatro por dentro, más que un teatro por fuera. Cuando ese teatro se apaga, usted se siente que está en un teatro como los del Renacimiento, que está en la noche, viendo una obra, y el artista es el que se está luciendo”, sin público caminando por un inexistente pasillo central, ni luces que le distraigan.

También fue arquitecto asociado, y luego director de proyecto en la construcción de la Catedral de Managua, diseñada por el famoso arquitecto mexicano, Ricardo Legorreta.

Un ícono de la arquitectura

El ingeniero Dionisio Marenco, ex alcalde de Manague., trabajó en la firma de Terán y lo recuerda con verdadero orgullo: “Yo creo que vendría a ser como un ícono de la historia de la ingeniería y la arquitectura en Nicaragua. Los edificios más grandes del país… casi todos los edificios más grandes del país fueron diseñados por él, y tuvieron la ventaja de resistir también el terremoto del 72”, señala.

Otro profesional devenido a político, el también ingeniero Agustín Jarquín, opina que Terán “es un gran aporte para Nicaragua, y yo creo que su legado ilustra cómo se deben hacer bien las cosas, y debe ser objeto de estudio, por las actuales y las futuras generaciones de arquitectos e ingenieros. De hecho, sus obras arquitectónicas son prácticamente una poesía que nos invita a acogerla y a disfrutarla”, aseguró.


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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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