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Desborde en Masaya por la visita de la CIDH

Entre abrazos y gritos de alegría, la gente acudió sin temor a brindar el testimonio de su dolor.

Investigarán las responsabilidades individuales en la matanza orteguista. Gobierno de Daniel Ortega acepta Comisión Internacional de la Verdad en Nicaragua

Maynor Salazar

20 de mayo 2018

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Irma Pérez llegó temprano al Colegio Don Bosco, cerca de "La Placita", en Monimbó, Masaya. Se plantó en la entrada de este centro educativo a esperar la llegada de la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El movimiento empezó desde muy temprano por la mañana. Como ella, cientos de personas se desbordaron para denunciar y presentar pruebas de la represión sufrida por el Gobierno del presidente Daniel Ortega.

Los monimboseños instalaron una tarima con parlantes en los que sonaban canciones de los Guaraguao y Carlos Mejía Godoy. “Vivirás Monimbó, llama pura del pueblo, oigo tu corazón, atabal guerrillero, donde el indio cayó, floreció el granadillo, para hacer la marimba que tocan los sones de liberación”, sonaba la canción en los parlantes.


A medida que transcurrían los minutos, más personas se acercaban al lugar con banderas azul y blanco, y con enorme curiosidad preguntaban si la Comisión ya había llegado. Irma estaba ansiosa. “Vamos a traer a nuestros hermanos de la CIDH al parque”, escuchó. Quiso estar en el recibimiento, pero el dolor de la herida que le ocasionó un mortero, disparado por las turbas sandinistas, le impidió caminar todas esas cuadras.

Los que si podían moverse sin dificultad, avanzaron en dirección al parque central. Con el atabal adelante, fueron a recibir a la delegación de la CIDH. Apartaron adoquines que formaban parte de las barricadas y con gran algarabía gritaban consignas de justicia. “No eran delincuentes, eran estudiantes”, “justicia, justicia, justicia”, “viva Masaya, viva Monimbó”, gritaban.

A las 9:40 de la mañana, “ya están entrando, nuestros hermanos de la CIDH están entrando”, se alcanzó escuchar a través de uno de los parlantes. Irma se subió en unos escalones para observar mejor la llegada de la comitiva. A lo lejos, el atabal marcaba el camino, junto con el Consejo de Ancianos.

La noticia causó gran júbilo entre los presentes. Muchos salieron de sus casas a acompañar y custodiar a los miembros de la CIDH. El calor de los masayas fue transmitido a través de abrazos sinceros. La reacción de la comitiva fue de asombro y alegría. A las muestras de afecto, se sumaron los pitos, los aplausos y más consignas.

Muchos salieron de sus casas a acompañar y custodiar a los miembros de la CIDH hasta su llegada al colegio Don Bosco. Los rostros blancos de los delegados pasaban del asombro a la alegría. Parecía que nunca en su vida habían sido tan bien recibidos en un lugar. Volteaban sus cabezas a todos lados. Los masayas estaban entusiasmados.

Finalmente llegaron hasta el colegio Don Bosco. Antes de entrar, una persona tomó la palabra y agradeció por su visita. El discurso fue escuchado atentamente por los ciudadanos que estaban en el sitio. Al terminar de hablar, sonaron morteros, más pitos, y la alegría se triplicó. Irma estaba emocionada. Su rostro era de esperanza. “Es que yo sé que cuando ellos conozcan lo que pasó aquí, se va a hacer justicia”, declaró.

La delegación de la CIDH entró al colegio. Cinco ciudadanos se oponían a que los medios de comunicación entraran al centro educativo. “Dejá entrar a la prensa, si ellos dicen la verdad, déjalos entrar”, repetían una y otra vez las personas que estaban afuera. Al final, la presión popular, permitió que los periodistas lograran avanzar hacia adentro, hasta una sección, donde estaban preparados más ciudadanos para contar sus historias de represión.

Emotivos testimonios

Sobre la mesa había pruebas de la represión. Casquillos de bala, restos de bombas sonoras, restos de bombas lacrimógenas. Los delegados de la CIDH se sentaron en una sillas, y frente a ellos estaban al menos cien ciudadanos víctimas de la represión de antimotines y paramilitares. Los que no lograron ingresar, esperaron afuera de colegio su turno. Durante al menos cinco horas los miembros de la Comisión atendieron las denuncias de los heridos y de los familiares de los caídos en los enfrentamientos de abril y mayo.

“Hemos venido aquí por invitación de las autoridades, pero a petición de ustedes. Nuestro objetivo es que aquellas personas que han sido dañadas en su persona y su propiedad sean debidamente reparadas. Sé que para alcanzar ese objetivo contamos con ustedes. Gracias sobre todo a ustedes, que de una manera espontánea, pacífica, han venido a conversar con nosotros. Juntos saldremos adelante. La Comisión está con ustedes, no están solos”, afirmó Joel Hernández García, de la CIDH.

Uno a uno los pobladores denunciaron la represión policial y de los paramilitares. Los primeros en hablar fueron los familiares de los fallecidos. El llanto de la madre de Carlos Sandino, fallecido el 21 de abril por un balazo que entró por su cuello y quedó alojado en su abdomen, conmovió a los miembros de la delegación. Fue un llanto amargo, que provocó indignación y tristeza en todos los presentes.

“Yo voy a hablar porque mi mamá no puede hablar. A mi hermano lo mataron los guardias”, relató Nelly López. Con la voz un tanto quebrada, tomó un respiro y prosiguió. “A él lo arrastraron porque tenía unos raspones. La Policía dijo que no habían sido ellos pero muchos vecinos vieron cuando a mi hermano le dispararon”, relató.

Irma escuchaba atenta los testimonios. Su podía ocultar su cara de aflicción. Parecía que iba a llorar. Los testimonios eran muy fuertes, muy conmovedores y cargados de mucho sentimiento, de enojo, de rabia, de frustración.

La esposa e hijo de Heriberto Antonio Rodríguez de 45 años, también relataron cómo falleció su familiar. Su intervención no fue tan extendida como la de los demás, pero bastó con que dijera que “a mi esposo me lo mataron, le pegaron un disparo en la cabeza, era el único sostén de mi familia”, para que muchos nuevamente bajaran la cabeza, y el ambiente se tornara más melancólico.

Algunos medios de comunicación oficiales informaron que Heriberto era sandinistas y había sido asesinado por la “derecha vandálica”. La esposa del fallecido negó esta versión y pidió que no siguieran manchado la imagen de su marido.

El hijo de Heriberto también denunció las amenazas que han recibido por teléfono y una visita sorpresa que hicieron agentes de la Policía durante la vela de su padre. “Llegaron, nos dijeron que si seguíamos denunciando iban a tomar acciones. Nos han pasado llamando diciendo que dejemos de postear cosas en Facebook, denuncio esto porque mi papá no merecía morir”, afirmó.

Irma espero que muchos denunciantes hablaran. Luego tomó la palabra y se levantó la camisa. Enseñó su espalda y todos vieron las heridas que le causó el impacto de un mortero. “Me dieron tres puntos, y ha sido un dolor inmenso poder curarme. Duele mucho, y lo peor es que uno no se merece esto”, refirió.

Los delegados de la CIDH se marcharon de Masaya a eso de las 2:30 de la tarde. No pararon ni para almorzar. Entregaron su tiempo a los masayas y a escuchar una a una cada denuncia de represión y violación a sus derechos humanos. La salida de los miembros de la comitiva no tuvo desperdicio. Salieron igual que como entraron. En medio de gritos de justicia, aplausos y con la esperanza de cientos de mayasas que relataron el calvario al cual les ha sometido el Gobierno de Ortega.


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Maynor Salazar

Maynor Salazar

Periodista. Investiga temas de medio ambiente, corrupción y derechos humanos. Premio a la Excelencia Periodística Pedro Joaquín Chamorro, Premio de Innovación Periodística Connectas, y finalista del premio IPYS en el 2018.

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