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Antimotines reprimen a comunidad por auxiliar a migrantes

Capturaron a 25 africanos. “A mí un policía me amenazó y me dijo que iba a llevar presa porque no tenía derecho de ir a ayudar a los negros”

Un niño de la comunidad “El Tamarindo” muestra una de las balas con las que fueron reprimidos por los antidisturbios. Carlos Herrera/Confidencial.

Dánae Vílchez

6 de octubre 2016

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Vinieron del mar en silencio y llegaron a una costa desierta. No sabían en qué país se encontraban, ni qué día era, aunque "el coyote", después de desembarcar, les aseguró que pisaban suelo hondureño. En realidad, llegaron este domingo a Nicaragua, específicamente a la playa de Masapa, en Carazo. Más de 25 migrantes africanos se bajaron de la lancha desorientados y comenzaron a caminar sin dirección, entre pedregales y monte.

Se encontraron en el camino con varios hombres que regresaban de pescar. Estos alertaron a los pobladores de “El Tamarindo”, una comunidad ubicada a 5 kilómetros de la costa. Inmediatamente, decenas de personas se organizaron para brindarles agua y comida. Caminaron hacia Masapa, pero cuando llegaron ya había policías en la zona.


“No sabíamos que ellos estaba aquí, pero algunas personas de la comunidad vinieron del mar y los vieron a ellos que venían. Les íbamos a dejar comida y bebida, había niños y mujeres panzonas. Cuando llegamos nosotros nos abrazaron, porque todos somos humanos. Una de las mujeres de ellos venía ardiendo en fiebre, se venía muriendo. No sé cómo se dieron cuenta los de la Policía, pero ya los tenían rodeados”, narró Tirsa Dávila, una de las comunitarias de “El Tamarindo”.

Según los relatos de los pobladores, los migrantes se encontraban en condiciones extremas, con llagas en la piel y los pies, algunos sin zapatos o sin camisa. Tenían días de no beber agua e ingerir alimentos. Estaban desilusionados de haber sido estafados por "el coyote", con el que habían convenido que los cruzaría desde Costa Rica hacía Honduras, pues el gobierno nicaragüense les ha cerrado el paso y ha desatado una persecución en su contra.

Los pobladores de “El Tamarindo” pasaron dos horas en incertidumbre y se dedicaron a entregar agua y pedazos de pan a los migrantes, ante la mirada de desaprobación de los cinco policías que se encontraban ahí. “Sin hartar te van a dejar”, dice Tirsa que le gritó uno de los oficiales.

“A mí un policía me amenazó y me dijo que iba a llevar presa, porque yo no tenía derecho de ir a ayudar a los negros”, dijo Ana Julia Jiménez, otra de las mujeres de “El Tamarindo”.

Después de una breve negociación, acordaron que moverían al grupo de “negritos” (como ellos los llaman) a la iglesia evangélica de la comunidad, para cocinarles y darles algunos enseres básicos. Los policías accedieron, e incluso aseguraron que habían solicitado la llegada de una brigada médica. No obstante, sus intenciones eran muy diferentes.

“Estábamos alegres en ver que ellos nos estaban apoyando a nosotros, ya estábamos en confianza. La verdad que es que a la hora de llegada, los que vinieron fueron unos antimotines a golpearnos”, relató Tirsa.

“Golpeados como perros”

La iglesia “El Jordán” es una edificación sencilla, compuesta únicamente por un salón grande y oscuro. Al final del cuarto, hay una mesa con una Biblia abierta y un micrófono. En este espacio fueron ubicados los migrantes el pasado domingo. Tendieron algunas sabanas y colchas en el suelo para disponerse a descansar. Todos los pobladores, dice María Elena Cruz, se desbordaron en solidaridad al ver el sufrimiento de estas personas, especialmente de los niños.

“Descalzos andaban, la gente se quitaba sus chinelas y se las daban a las pobres mujeres, andaban sus piecitos llagados de tanto caminar en esos montes, hasta unos ‘guindos' fuimos nosotros a rescatarlos”, indicó María Elena, una anciana menuda y con el rostro expresivo.

Mientras los migrantes y los comunitarios esperaban tranquilos, el estruendo de gases lacrimógenos y balazos de goma irrumpió en el lugar. Minutos antes los policías anunciaron la llegada de la “brigada médica”. En realidad, se trataban de oficiales antimotines que entraron con violencia para llevarse a los africanos. Algunos comunitarios de “El Tamarindo” intentaron meterse para que no se llevaran a los migrantes, pero salieron golpeados.

“Fue duro esto, fue como una guerra en vivo. Cuando llegaron esperábamos solo la muerte, por las granadas que ellos tiraban. Estaban matando a un señor de la comunidad, lo estaban agarrando como que era un perro. A los negritos los pateaban y a la muchacha enferma la agarraron del pelo y la arrastraron, casi la mataron”, relató Celia Gutiérrez, una de las mujeres agredidas en la trifulca.

Según Gerardo Mendieta, él y su hijo José Bismarck, estaban en la puerta de la iglesia cuando fueron víctimas de la entrada violenta de los antimotines. Ambos tienen marcas en todo el cuerpo producto de los golpes que los oficiales les dieron con las macanas.

“Esos no son gente, son animales, son bestia, no sé el gobierno qué clase de gente tiene ahí, peor que la guardia genocida de antes; daba horror ver eso. A los niños negritos tiernos los tiraban a la tina de la camioneta. Casi nos matan y nosotros no teníamos ni armas ni nada”, expresó Gerardo.

A José Bismarck lo apresaron y se lo llevaron a Diriamba. Lo liberaron 24 horas después sin ningún cargo o explicación.

“El de la policía dijo que rodearan todito y golpearan al que se les metiera, al que venía de frente que lo mataran, así dijo el teniente. Revienten al que se encuentren. Los niños pasaban corriendo y les pasaban las bombas en las ‘patas’, era una guerra que había”, narró Pedro Joaquín Cruz, un anciano que fue testigo del enfrentamiento.

Varios de los pobladores denunciaron que las bombas fueron arrojadas hasta adentro de las casas, y que los niños, sobre todo, fueron afectados en las vías respiratorias. El conflicto dejó  varios heridos, incluyendo a la periodista de Canal 10,  Elba Ileana Molina, quien fue impactada en la pierna. El rastro de sangre que dejó Molina todavía se puede apreciar dentro de la Iglesia “El Jordán”.

En las calles de la comunidad aún hay restos de las bombas y balas que tiraron los oficiales antimotines. Este martes en la mañana uno de los niños explotó una por accidente.

Todos los migrantes africanos o haitianos fueron trasladados fuera la zona. Según los pobladores, fueron deportados inmediatamente a Costa Rica.

“¿Adónde está el amor y paz que pregona el gobierno?”

La comunidad “El Tamarindo” ha sido históricamente sandinista. Siempre participaban en las actividades del partido e históricamente el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), liderado por el comandante Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, había tenido buena aceptación. Hasta ahora.

En las elecciones de noviembre próximo, en las que Ortega busca su tercera reelección consecutiva, no contará con los votos de esta pequeña localidad caraceña, según lo que manifiestan los comunitarios consultados por Confidencial.

“Aquí nadie va a votar por el gobierno, todos somos sandinistas, pero por eso que hubo, nadie les va a dar el voto, por lo que han hecho, es una injusticia. Vinieron matando a palos”, expresó Marco Parrales.

Las mujeres de “El Tamarindo” recriminan la política gubernamental de cierre de frontera contra los migrantes y además reclaman coherencia en el discurso de Ortega y Murillo, cuyo principal lema es “Cristiano, socialista y solidario”.

“De nada sirve que él (Ortega) dé discurso y diga de hermandad, de humildad, de paz, si no lo está haciendo. Ahí el comandante Daniel que pruebe todas sus palabras. Que cumpla y que sea con hechos. A nosotros nos humillan y dicen que nos van a echar presos por el simple hecho de ayudar a los demás”, dijo Ana Julia.

“¿Adonde está el amor y paz que pregona el gobierno? ¿No son humanos ellos? Que dejen pasar a esta gente que lo que quiere es llegar a Estados Unidos”, agregó Tirsa.

[destacado titulo="Martha Cranshaw “No hay lógica en la actuación desmedida”"]

El flujo de migrantes africanos y haitianos en Centroamérica ha crecido considerablemente en los últimos meses. Miles personas provenientes de Haití, Congo, Senegal y Togo, cruzan todos los días los países de la región con rumbo a Estados Unidos.

Aunque Panamá y Colombia, también tienen una política de cierre de fronteras, la persecución contra los migrantes que ha desatado Nicaragua no tiene precedentes. Además de la deportación diaria de miles de personas hacía Costa Rica, el caso reciente de la profesora Nila Mar Aléman, enjuiciada por ayudar a una migrante congolesa y su hija, ha encendido las alarmas a nivel nacional e internacional.

A juicio de la directora de NicasMigrante, Martha Cranshaw, el actuar del gobierno del comandante Daniel Ortega es desmedido. “No tiene lógica, ni aún pensando que quiere congraciarse con Estados Unidos. Es violatorio a los Derechos Humanos y a los tratados internacionales de los que Nicaragua es firmante”, aseguró la experta.

Para Cranshaw, sin embargo, las muestras de solidaridad sólo aumentaran a medida que la persecución se recrudezca. “Lo que hace el gobierno es contrario a la tradición histórica hospitalaria de Nicaragua. Ningún nicaragüense debe ser expuesto a ir en contra de sus valores. La población va a continuar ayudando de manera abierta o clandestina”, dijo la directora de NicasMigrante.[/destacado]


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