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Honduras protesta contra corrupción y sordera del poder

Confidencial viaja al corazón de inconformidad ciudadana. Periodista que destapó caso de Seguro Social acusado de 40 cargos y se encuentra refugiado en organismo de derechos humanos

Julián Navarrete

8 de agosto 2015

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Sus rostros reflejan hambre. Ellos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos y ancianos, no solo tienen hambre por los 37 días que llevan sin comer. Tienen hambre de lucha y justicia. Hambre de que su voz sea escuchada por una Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIH) en la que cifran sus esperanzas para que se termine la corrupción en Honduras, para que renuncie su Presidente.

Estas 22 personas permanecieron 42 días apostados en la calle Juan Pablo II, una arteria principal de Tegucigalpa. A base de jugos naturales, suero, miel de abejas y agua, durmiendo en casas de campañas, con el sol que penetraba su campamento durante el día y el sereno que los perturbaba en toda la noche.


Su lucha inició a partir de los escándalos de corrupción que envolvieron al Seguro Social de Honduras, una estafa calculada en más de 90 millones de dólares desviados supuestamente para financiar la campaña del actual presidente Juan Orlando Hernández.

El desfalco al seguro social provocó las movilizaciones de jóvenes, que han logrado convocatorias de cientos de personas todos los viernes con las llamadas “marchas de las antorchas”. A esto se sumaron las movilizaciones de campesinos que, por algunas noches, se han tomado las carreteras.

El hervidero en el campamento crece cuando desde un pequeño televisor se monitorea las noticias locales: para saber del periodista David Romero que destapó el escándalo de corrupción del Seguro y que ahora está refugiado en un organismo de derechos humanos porque la Fiscalía lo acusa por más de 40 cargos. Están atentos también para saber qué pasa con la marcha de los jóvenes, para saber si su lucha tiene eco internacional, para saber si su Presidente los menciona.

Los altoparlantes son lo único que le da vida a este campamento, orillado a la par de un semáforo en un cruce de cuatro vías. Una decena de policías “los resguardan”, de espaldas hacia ellos. La misma espalda que el presidente Hernández les ha dado.

“El presidente Juan Orlando Hernández y el Fiscal se hacen los sordos. Estamos en esta huelga para ver si las comisiones nacionales e internacionales nos ayudan. Que venga la CICIH y meta en la cárcel a todos estos corruptos”, dice Sergio Ávila, un indígena de la etnia tolupán, que hasta ese día llevaba 29 días sin comer.

“El pueblo unido, jamás será vencido, el pueblo unido, jamás será vencido…”, suena por el altoparlante.

Algunas personas desde sus vehículos los miran y se compadecen. Otras los ofenden. La mayoría se contagia por la música y da aliento, hasta que cambia el semáforo y desaparecen para siempre. El espíritu de estas personas sigue combativo, aunque su cuerpo les pide descanso. Les pide alimentos. A duras penas pueden permanecer de pie, con los labios resecos, los ojos dormidos y un tono amarillento que invade su cuerpo.

Ramón Matute es otro de los huelguistas de origen tolupán. Él dice que su lucha la inició desde 1996 “por el saqueo y el despojo que el Gobierno ha realizado a través del INA (Instituto Nacional Agrario) y del ICF (Instituto Nacional de Conservación y Desarrollo Forestal)”.

Los militares se trasladan de un lado a otro en esta calle. Cargando sus cascos y escudos de protección El campamento está situado a menos de 200 metros de la casa presidencial. Las personas que los visitan son interrogadas por militares cuando salen, advierten. En ocasiones hay que mentir para poder pasar al frente de la casa de Gobierno, o, poder llegar por esa vía hasta el movimiento.

El campamento fue trasladado hasta el punto actual cuando los demandantes pretendían instalarse frente a la sede presidencial. Desde ahí se aprecia entre rejas de metal “La Plaza de la Democracia”, nombrada así a partir del golpe de estado al ex presidente Manuel Zelaya, el 28 de junio de 2009.

“No queremos negociar con el Presidente”

El bullicio de los cláxones y el rugido de los motores inundan el ambiente de un caluroso mediodía de protesta. Wilfredo Méndez, director del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH), se sumó a la huelga de hambre. Lleva 16 días y su motivo es el mismo: “combatir al Gobierno corrupto que se erigió sobre la muerte y el dolor de las más de 3 mil personas que murieron afectadas por el saqueo al Seguro Social para financiar una campaña del partido actual de Gobierno”.

Méndez quiere que todos los políticos sean enjuiciados, que se expulse al Fiscal General y adjunto, y que se haga una reforma profunda al Estado. “Esta es la petición del pueblo tolupán, lenca, garífuna, campesinos, juventud indignada, mujeres, el problema es mucho más amplio”, dice.

El clamor de los huelguistas es unísono: “No estamos aquí para negociar con el Gobierno o para que intermedie. Rechazamos los gobiernos corruptos”.

Lo que menos esperan es una intermediación de Naciones Unidas para la instauración de la CICIH. Con el presidente no quieren negociar, dicen.

En los primeros ocho días se retiraron tres personas por problema de salud. Esto a pesar que varios doctores voluntarios supervisan periódicamente de mañana y de tarde el estado de los huelguistas.

En la noche del primero de agosto la huelga de hambre culminó. La lucha que inició el 22 de junio se trasladó ahora a las mesas nacionales de indignados donde se han sumado para hacer mayor presión al Gobierno.

Después de salir del campamento y recibir recomendaciones de seguridad, un periodista hondureño me pregunta:

--¿Usted es de Nicaragua?

-- Sí

--Ustedes ya pasaron por todo esto de la revolución. Aquí apenas estamos empezando.

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Julián Navarrete

Julián Navarrete

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